José Manuel Castellano, Luis Pérez Serichol, Guillermo Toledo y Pascual Serrano. Foto: Jorge Santaella. |
Iniciamos esta intervención felicitando a los compañeros de Taller de Comunicación por esta iniciativa de difundir en Tenerife uno de esos libros, que califico de necesarios, como es “Razones para la rebeldía” y por contar, además, con la presencia de sus autores, Guillermo Toledo y Pascual Serrano. Asimismo quiero mostrar mi gratitud por invitarme a ejercer de presentador en este acto.
He de compartir con ustedes que después de la lectura de esta
obra y durante el proceso de elaboración de estas líneas valoré distintos
enfoques, pues éste no es un libro cualquiera. Evidentemente este libro, por
muchas razones, creo que merece un tratamiento diferenciador en cuanto al
aspecto formal de un acto de estas características, pero no por ello debe ser
tratado con menor rigor y seriedad y, a mi modesto entender, exige un nivel de
compromiso contundente por mi parte. Así que he intentado compaginar ambas
opciones.
“Razones para la rebeldía” puede ser catalogado como un texto de testimonio
sobre algunos de los últimos conflictos sociopolíticos. Se desenvuelve en dos
planos estrechamente interrelacionados, el individual y el profesional, y gira
sobre dos ejes entrelazados, el panorama nacional y el escenario internacional.
Y todo ello perfectamente compactado y definido por un compromiso ideológico
pragmático y por una decidida apuesta en la construcción de una nueva sociedad.
Pero evidentemente este libro va mucho más allá de ser un mero instrumento
testimonial para adquirir un valor añadido que lo reconvierte en un texto para
la reflexión, donde Guillermo Toledo nos muestra una serie de “problemas” a los
que responde con su pragmatismo y con sugerentes aportaciones y donde Pascual
Serrano consigue enmarcarlo dentro del contexto social.
Este libro no tiene como finalidad ofrecer un modelo de ciudadano, ni dar
lecciones éticas, ni ideológicas, ni tampoco es una exaltación del
personalismo, ni del individualismo sino que más bien es una propuesta que
partiendo de un ejercicio de reflexión intenta estimular, incitar y agitar al
lector y al ciudadano. En definitiva, un texto de agitación que pretende
remover consciencias, desde una perspectiva de búsqueda de razones para la
rebeldía, tanto en el espacio más inmediato como en su contexto global. Así
pues, una excelente herramienta para la reflexión y, sobre todo, un razonado
llamamiento a la acción y al activismo.
Éste es un libro, por otra parte, muy complejo por los asuntos que trata,
pero de sencilla comunicación. Y tiene la facultad de introducir al lector,
especialmente al ciudadano activo, en una dimensión en la que puede hacer suya
o no, compartir o rechazar el planteamiento social y profesional de Guillermo
Toledo pero que, en cualquier caso, predispone a un necesario diálogo abierto
entre lector y autor.
“Las razones para la rebeldía” contiene otra cualidad destacable: no es, ni
mucho menos, un libro cerrado. Es un texto que debemos concebirlo como abierto
y participativo, en el que entre todos debemos esforzarnos en continuar
escribiendo nuevas páginas en pos de esa anhelada transformación social. Y es,
al mismo tiempo, un libro diferente, como no podía ser de otra manera. Arranca
con una nota editorial, infrecuente en el mundo de las ediciones, donde se
explica su origen. A veces, tan importante, como el libro en sí mismo, es la
motivación que lo inspira, ya que nos habla de su autor, sus pretensiones o
circunstancias. Y el nacimiento de esta obra no es el resultado de una
iniciativa de su autor o autores, sino que proviene de una proposición
realizada por Ediciones Península a Guillermo Toledo para que expusiera sus
motivos de rebeldía.
Sin embargo, Guillermo enfrascado en aquellos momentos en la acampada de
Sol no podía hacer frente a ese compromiso. Y de forma circunstancial entra en
escena la figura del amigo Pascual. La editorial consigue comprometerlo para
que durante unas intensas jornadas y mediante el procedimiento de
entrevista/conversación –realizada en los días previos al embarque de Guillermo
en la Segunda “Flotilla de la Libertad”– pudiera llevar a buen puerto el
encargo editorial. Y el resultado es este libro que hoy presentamos. Asimismo
debemos hacer constar, y eso dice mucho también, que parte de los derechos de
autor se destinan al Sindicato de Obreros del Campo (SOC).
Sin menoscabar las lucidas aportaciones de Guillermo Toledo, es de justicia
resaltar la labor realizada por Pascual Serrano. Los que hemos trabajado el
género de la entrevista, somos conscientes del esfuerzo que encierra y más
cuando es abordada con tanta profundidad. Y en este sentido, Pascual ha sido
todo un virtuoso. Ha tenido la enorme capacidad para desaparecer del campo de
acción, del plano principal, aunque detectamos como su sello impregna todo el
libro, tanto en la concepción metodológica y estructural como en el exquisito
cuidado y delicadeza a la hora de transmitir con respeto y fidelidad el ideario
de su entrevistado, sin esconder, ni magnificar asuntos.
Otro rasgo a destacar es que “Razones para la rebeldía” cuenta con un sutil
y brillante prólogo de Julio Anguita, intitulado “Las aldeas de Potemkin”, en
el que recurre a un símil para sintetizar a la mínima expresión el contenido
esencial del libro, que no es otro que la confrontación entre el “mundo real” y
la “tremenda realidad”. “El texto –dice Anguita– no es solo el acta de una
experiencia permanente en la lucha y en la búsqueda de la justicia; es una
reflexión acerca de las apariencias y de quienes las montan, beneficiándose de
ellas”. Para concluir con un genial epílogo: “Absténganse los súbditos, lean
los ciudadanos”.
Una amplia selección de asuntos de verdadero interés general recorre de
forma entrecruzada cada rincón de este libro y que grosso modo podemos
reagrupar en dos grandes áreas: su espacio profesional y social, definido por
su caracterización ideológica que es su leit motiv y el elemento que nuclea la
obra en su conjunto. Se inicia con una exposición sobre el origen de su compromiso,
su entorno familiar, que se va enriqueciendo a través de su propio proceso
vital que le arrastrará a una activa implicación en el movimiento social a
partir de la perversa Ley de Extranjería. Su activismo social está
perfectamente forjado a través de una decidida y continua toma de posición con
respecto a un conjunto de problemas domésticos y globales: la privatización
sanitaria, la crisis democrática, la monarquía, el 15–M; el militarismo y los
conflictos bélicos, el Sáhara, el pueblo palestino, etc.
Su espacio profesional también es su otro campo de batalla. Guillermo
traslada su compromiso a la creación artística con su grupo de teatro
Animalario; contribuye a desmontar esos decorados Potemkin al propiciar, junto
a Ernesto Alterio y Alberto San Juan, el clima adecuado para que sus compañeros
de profesión alzaran la voz del “No a la Guerra” de Irak durante la entrega de
los Premios Goya de 2002; se enfrenta abiertamente a la Ley Sinde; denuncia los
cambalaches de la Sociedad General de Autores; exterioriza el complejo mundo
que se esconde detrás de las bambalinas y realiza interesantes reflexiones
sobre el séptimo arte, la caja tonta, internet, la cultura, etc.
Sería conveniente detenernos en esos episodios intrahistóricos, que son muy
reveladores y que nos acercan un poco más a ese “mundo real” tras desmantelar
los decorados de cartón piedra, pero las limitaciones de este acto nos
imposibilitan abordar esas cuestiones ahora. Así que, tendrán que esperar
ustedes a leerse estas ciento cuarenta y una páginas para descubrirlas. De
todas formas me gustaría realizar un comentario sobre otro aspecto planteado
por Guillermo desde distintas perspectivas como es el de los medios masivos de
(in)comunicación, que han desplegado acciones represivas y manipuladoras sobre
su persona y sus luchas. Un procedimiento muy habitual en las redacciones, como
ha señalado Pascual en sus diversos trabajos, donde se engendran seres
endemoniados para consolidar una corriente de opinión uniformada y
descerebrada. Solo hay que repasar la prensa de este país –la de la derecha y
la de la falsa izquierda– o los grandes entes televisivos, que están en las
mismas manos, para comprobar cómo han crucificado, desvirtualizado y hasta
ridiculizado a Guillermo Toledo en el terreno personal, profesional y social.
Ataques con los que se pretenden desviar la atención del conflicto en el que
participa Guillermo, utilizando al personaje como noticia central para
banalizar y marginar el origen real del problema y, por tanto, relegar la
información del mismo.
Ante estas feroces agresiones, amigo Guillermo, sabes que no estás solo.
Contigo y junto a ti hay una legión de ciudadanos y ciudadanas que comparten
una sacrificada lucha social. Muchos de ellos desde el anonimato y sin
transcendencia pública ni mediática y que igual que tú sufren los zarpazos del
régimen en su mundo laboral, profesional, social y que sus nombres forman parte
de esas malditas listas negras por el simple hecho de defender sus idearios,
por denunciar injusticias, corruptelas, por señalar a los especuladores y por
no aceptar un régimen antisocial y antidemocrático. Sí, antidemocrático, porque
la democracia es otra cosa bien distinta, como sabemos.
Al inicio apuntábamos que el presentador de un libro de estas
características no debe limitarse a trazar rasgos generales o realizar algún
que otro comentario sino que como ciudadano tiene la obligación y el deber, por
simple coherencia, de dar respuestas y que, por otra parte, no hacemos otra
cosa que retomar ese mensaje, esa invitación, que tanto Toledo como Serrano
intentan trasladar al lector y al ciudadano con este libro. Así que, con el
permiso de ustedes y con la mayor capacidad de síntesis posible –ya que no es
nuestra intención exponer nuestras posibles razones para la rebeldía, aunque
algunas de ellas están, desde luego, contenidas en este libro–, con brevedad
decía, pero también con rotunda contundencia y claridad, me van a permitir
compartir dos consideraciones y una observación.
Mi primera consideración es que debemos transitar sin más dilación por el
camino de la insumisión y desobediencia social y civil. Y este pensamiento está
fundamentado en la propia esencia de los valores democráticos, porque cuando un
gobierno legisla contra el pueblo, cuando destruye los principios de libertades,
cuando recorta nuestros derechos, cuando fomenta desigualdades, etc., la
sociedad tiene el sagrado deber de reaccionar, tiene la obligación de
desobedecer, de sacudirse el yugo e instaurar su soberanía o en palabras de
Thomas Jeffersson “derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas para su
futura seguridad”.
La segunda consideración es que ha llegado la hora de la verdad, como decía
José Martí, y ha llegado la hora de actuar conjuntamente y mostrar nuestro
compromiso radical contra un sistema corrupto, especulador y criminal.
Mientras que nuestra observación, derivada de un estricto ejercicio de
autocrítica, intenta llamar la atención sobre ese criterio que responsabiliza
el origen de “nuestros males” exclusivamente a elementos y agentes externos. Y
en este sentido, debemos subrayar nuestra corresponsabilidad social en la
situación actual por nuestra complacencia social y organizativa. Es evidente,
que tanto la ciudadanía como las organizaciones reivindicativas –algunas
viciadas y otras atomizadas por personalismos y ambiciones antisociales– no
hemos estado, o no hemos sabido estar, a la altura de las circunstancias. Esta
realidad, junto a otros comportamientos histórico-culturales, ha conformado una
sociedad resignada e inmovilista, hasta extremos que rozan el masoquismo
social, y ha servido de elemento autoregulador del propio descontento social,
al tiempo que garantiza y consolida el statu quo del poder establecido. En
otras palabras, no existe contrapoder.
La realidad es que tenemos un pueblo que no reacciona, que no exige y que
no lucha por sus aspiraciones al menos de forma mayoritaria. Un pueblo vencido
y sometido a unas estructuras de poder represivas, sutiles y agresivas, que se
imponen en todos los ámbitos. Un pueblo que soporta lo indecible, que costea
una crisis generada por un grupo dominante, especulador y avaricioso, que en
connivencia con el apoyo institucional de los representantes públicos, se
beneficia de este nuevo modo de explotación y se siente cada vez más fuerte y
autoritario al incrementar considerablemente su poder tras redistribuir
discriminaciones sociales y recortar cada día más libertades y derechos
sociales.
De ahí que Guillermo Toledo reivindique “el papel de los
ciudadanos en marcar los pasos para proyectar el futuro”. Y a nosotros nos
queda simplemente elegir cuál será nuestro camino: “seguir aguantando o salir a
la calle y exigir nuestros derechos”. Por este, y por muchos otros más motivos,
no quisiera concluir mi intervención sin invitarles encarecidamente a la
lectura de este libro convencido de que no se sentirán defraudados. Muchas
gracias por su presencia y al combate social.
José Manuel Castellano
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