sábado, 13 de julio de 2019

JOSÉ MANUEL CASTELLANO GIL, CRONISTA DE DOS MUNDOS Prólogo al libro “Entre Canarias y Ecuador”

Julián Ayala Armas
Periodista y escritor

Conocí a José Manuel Castellano Gil un día del año 1994 del pasado siglo. Trabajaba yo como redactor en el programa cultural “Ágora”, de Televisión Española en Canarias, y fui a hacer un reportaje al Museo de Historia y Antropología de Tenerife, inaugurado recientemente en la histórica Casa Lercaro, de La Laguna. Había concertado una cita por teléfono con el director del centro, al que imaginaba un hombre mayor y ceremonioso; pero ante mi sorpresa me encontré con un joven universitario sencillo y cordial que, dejando a un lado sus ocupaciones, me guió personalmente por todas las estancias del museo, dándome cumplida información sobre los objetivos del mismo y exponiéndome con entusiasmo los proyectos que tenía en mente para dotar de vida a la recién nacida institución, que quería convertir en un centro referencial en Canarias.


LUCHAS SOCIALES.- Años más tarde, en la época combativa y esperanzada de Asamblea por Tenerife, movimiento cívico creado como oposición activa a los proyectos de grandes infraestructuras –innecesarias y destructivas del medio ambiente–, que los sectores dominantes económicos y políticos de la isla habían puesto en marcha para su exclusivo beneficio, volví a encontrarme con José Manuel Castellano. Su compromiso cultural y social le había enfrentado con los intereses y las coartadas ideológicas del poder constituido, especialmente los que controlaban el Cabildo Insular de Tenerife y la Caja General de Ahorros de Canarias, ambos bajo la égida del partido ATI-Coalición Canaria, brazo político de la oligarquía tinerfeña. Eran los tiempos de la famosa “Piedra Zanata”, falso montaje arqueológico que con la complicidad de algunos técnicos y administradores culturales se había puesto en marcha para dotar de legitimidad identitaria a los mentados detentadores del poder. Castellano, siempre riguroso y apasionado, se había significado públicamente contra aquella maniobra pseudocientífica, ganándose las iras de los popes de la subvencionada cultura oficial.
En aquellas luchas –en especial la llevada a cabo contra la construcción del macropuerto industrial de Granadilla, en el sur de Tenerife, que sacó a la calle a cientos de miles de personas–, en las que ambos participamos junto a otros muchos compañeros y compañeras (me vienen a la memoria los nombres de Ramón Afonso, Luis Pérez Serichol, Asunción Delgado, José Manuel Méndez, Federico Aguilera, Ramón Pérez Almodóvar, Rosy Cubas, Cándido Quintana, Antonio Javier González, Tatiana Delgado, José Ramos Arteaga, Domingo Méndez y tantas otras y otros que harían interminable la lista) se anudaron lazos de amistad y compañerismo de los que duran toda la vida. José Manuel Castellano, Pepe Castellano a partir de ahora, fue uno de los que más caro pagó su disidencia. Perdió su trabajo y se le cerraron las puertas al ejercicio de su vocación de historiador.
Pero no se acobardó, siguió luchando con la palabra, el arma pacífica de los valientes, contra las injusticias y arbitrariedades del Poder. Fue una época difícil para él y para muchos de sus amigos y amigas que con igual empeño y entusiasmo nos afanamos en el combate contra los proyectos de la élite gobernante. Y fuimos derrotados, pues utilizando los inmensos recursos del poder, los gerifaltes del Gobierno llegaron incluso a la desvergüenza política de manipular a la máxima institución democrática de Canarias, el Parlamento Autonómico, para descatalogar mediante una ley ad hoc la zona protegida de los sebadales de Granadilla, último obstáculo que impedía la construcción del puerto industrial[1].

‘MELANCOLÍA RESISTENTE’.- Ortega y Gasset constató hace años que “el esfuerzo inútil engendra melancolía”. Tiene razón, pero hay esfuerzos cuya inutilidad no nos exime del apremio, y aún de la obligación moral de acometerlos, como nos enseñó otro filósofo más cercano a nosotros, Javier Muguerza, que impartió docencia en la Universidad de La Laguna y a cuyas clases asistimos muchas y muchos de los partícipes en las luchas sociales Canarias de principios del presente siglo.
Todas las generaciones acaban pudriéndose en la historia, pero a algunos de sus integrantes les es dado el dudoso privilegio de destilar de su propia putrefacción el perfume evanescente de la melancolía, no como producto de una nostalgia del pasado, de la frustración por lo que pudo haber sido y no fue, sino de la decisión de aprovechar el presente, por ingrato que sea, para intentar seguir cambiando, para mejor, las cosas. Se trata, pues, de una variante de la melancolía, que no conduce a la inacción nostálgica sino a la actividad combativa. Es la melancolía resistente de quienes tienen la convicción de que la lucha por una existencia más digna o por una sociedad más justa es un imperativo moral y se emprende independientemente del éxito que se pueda alcanzar. Y aunque esté cantado que no se logrará, lo que conlleva un alto grado de frustración, se ha de intentar llevar a cabo. Nec spe, nec metu, como decía el antiguo lema estoico. Debemos acostumbrarnos a perder teniendo razón, pero esa circunstancia no debe quitarnos las ganas de luchar por nuestras razones.
Bienaventurados sean los disidentes, porque gracias a ellos los mansos podrán poseer la Tierra. O al menos lo intentarán.
Pepe Castellano ha sido y es uno de esos disidentes, un héroe sencillo y cotidiano que en Canarias, y ahora en Ecuador, se esforzó y se esfuerza por mejorar la vida de los demás. Así, en sus libros El Paraíso según Adán: veinticinco años de caciquismo autonómico (2006) y Adán expulsado del Paraíso: crónicas del caciquismo canario (2007), ambos escritos en colaboración con el periodista Ramón Pérez Almodóvar, puso en solfa con sólidos argumentos las políticas antipopulares de Coalición Canaria, con el hilo conductor de las actividades de Adán Martín Menis, presidente del Cabildo de Tenerife durante doce años, de 1987 a 1999, y presidente del Gobierno de Canarias de 2003 a 2007.
A esta etapa de la vida del autor corresponden los textos fechados en Canarias e integrantes de la primera parte de Entre Canarias y Ecuador, que no es un libro lineal, antes bien, como la vida misma, abarca una miscelánea de asuntos de lo más variado, saltando de un género a otro con naturalidad y dominio de los temas. Desde artículos periodísticos escritos al filo de la actualidad, prólogos a libros ajenos y propios, o recensiones y presentaciones de libros, hasta ensayos más profundos de carácter histórico, como son las monografías sobre el músico Cubano Ernesto Lecuona Casado, fallecido en 1963 en Santa Cruz de Tenerife, de donde era originaria su familia; el trabajo que lleva por título José Morales Lemus, un canario en la evolución del pensamiento político cubano del siglo XIX, o el dedicado a exponer y glosar la vida y obra del primer rector de la Universidad de La Laguna, José Escobedo González Alberú, abuelo de su esposa, Ana Rosa de Ascanio y Escobedo.

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS.- Es en estudios históricos como estos –y en otros desarrollados en Ecuador, como el impacto de la guerra de 1941, las investigaciones sobre el patrimonio cultural de Machala, o las casas flotantes de Babahoyo, por citar algunos de los muchos que ha llevado a cabo– donde brilla con luz propia el trabajo, el arte y el estilo humano y científico de este honesto investigador del pasado que es Pepe Castellano. Él mismo lo dice en una especie de declaración de principios formulada en su discurso de ingreso en la Academia Nacional de Historia de Ecuador: “No concibo la historia como una profesión, sino como un ejercicio de compromiso social que me permite indagar en el pasado para intentar comprender y actuar en el momento presente, con la idea de proyectar una visión hacia el futuro en ese largo y necesario recorrido hacia la utopía, hacia la construcción de una sociedad libre, igualitaria, solidaria, intercultural y de Buen Vivir. Ese ideario ha sido la hoja de ruta de mi vida y de mi ejercicio profesional”. 
Pepe Castellano, como historiador, hace suyo el papel que Albert Camus asignó al escritor en general en su discurso de recepción del Premio Nobel de Literatura: “Por definición no hay que ponerse al servicio de quienes hacen la historia, sino al servicio de quienes la sufren”. Y este compromiso social se sustenta en dos imperativos difíciles de mantener, como subraya el mismo Camus: “La negativa a mentir respecto de lo que se sabe y la lucha contra la opresión”. O dicho con otras palabras, el servicio a la verdad y el servicio a la libertad.
VISIÓN PEDAGÓGICA INTEGRADORA.- Estos son los principales pilares que sustentan la extensa obra desarrollada por José Manuel Castellano en Canarias y en Ecuador, como periodista, como historiador y de una manera especial como docente desde su puesto de profesor titular de la Universidad Nacional de Ecuador. Porque, cual un Sócrates de nuestro tiempo, la visión pedagógica de Pepe Castellano busca no sólo dotar a los jóvenes de una serie de conocimientos necesarios para su desarrollo vital y profesional, sino también, despertar sus inquietudes, formar personas, hombres y mujeres libres, con capacidad de análisis y criterios propios, difíciles de manipular y capaces de tomar decisiones por sí mismos.
Contrariamente al “Maestro de la sabiduría”, del que nos habla Oscar Wilde en uno de sus Poemas en prosa, que teme perder el conocimiento de la verdad (Dios), si lo distribuye entre sus semejantes, Pepe Castellano goza, se realiza a sí mismo repartiendo sus conocimientos –mucho menos metafísicos– entre sus alumnas y alumnos, mediante un método de enseñanza participativo, que busca el protagonismo de los estudiantes en las tareas de su propia formación. Él dice –lo he leído en una reciente entrevista que le han hecho– que su verdadera pasión es la investigación histórica, pero nosotros desde la distancia nos aventuramos a llevarle la contraria: su verdadera pasión, lo está demostrando, es la enseñanza. Dichoso él y dichosos los y las estudiantes que participan y se benefician de sus tareas docentes.

EL SOL DE LA INFANCIA.- Y no quiero terminar sin decirlo: Creo que su estancia en Ecuador ha contribuido –y mucho– a que mi amigo Pepe Castellano haya recuperado la alegría de vivir que algunos intentaron arrebatarle en su tierra natal. El hombre es de donde se encuentra bien, de donde puede expandir su humanidad, sus conocimientos y buen hacer en interrelación con sus semejantes. Creo que Pepe, cronista de dos mundos, es feliz en esa tierra próvida y ha superado con creces los sinsabores del pasado. Me alegro profundamente por ello, pues es privilegio de las almas fuertes no estar abrazadas al rencor más de lo estrictamente necesario. “El sol que reinó sobre mi infancia –escribió Albert Camus– me privó de todo resentimiento”.
Hasta más ver, hermano.

Santa Cruz de Tenerife (Islas Canarias), 7 de julio de 2019



[1] Mientras escribo estas líneas siento el agridulce placer de saber que algunos de aquellos  mandatarios, entre ellos Luis Suárez Trénor, presidente de la Autoridad Portuaria de Santa Cruz de Tenerife en aquéllos tiempos y uno de los que más se distinguió en la defensa del puerto de Granadilla (llegó a tachar públicamente de “terroristas sociales” a los que nos oponíamos al proyecto), se encuentran hoy imputados por haberse lucrado con comisiones de más de tres millones de euros de la empresa adjudicataria de las obras. Pero el puerto está construido y el mal consumado. La próxima vez lucharemos mejor.

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