Por: José Manuel Castellano
La contemporaneidad, con respecto
a las etapas históricas precedentes, ha imprimido una vertiginosa aceleración del
tiempo en la irracionalidad colectiva. Esta época, caracterizada por constantes
e ininterrumpidos cambios en todos sus ámbitos, ha modificado sustancialmente, en
la mayoría de los casos, cuestiones meramente formales y estéticas. Mientras
que el fondo y las esencias han permanecido inmutables a su sombra. Unas transformaciones
revestidas, con un toque cosmético sutil de gran impregnación social, para que no
alteren el orden y “todo siga igual”; aunque, ahora, con un mayor y
férreo control global que recae, cada vez más, en menos manos.
Algunos sesudos teóricos, encerrados
en sus amplias y acomodadas torres de marfil y que nunca han pisado la realidad
social -ni tienen intención de hacerlo,
ni siquiera les interesa porque representan y defienden el poder de otros- han definido este momento histórico como la
“Era de la Información y la Comunicación”, por el simple hecho del
surgimiento de nuevos dispositivos tecnológicos, que bien podrían encaminarse
en esa dirección o en sentido contrario, como así ha sido, al menos en estas
últimas décadas y, muy probablemente, en las venideras con una mayor
intensificación, que se plasmarán en nuevas formas de relación social,
productiva e ideológica. Asistimos, por tanto, a la anunciación de un nuevo periodo
histórico con unos altos niveles restrictivos: incremento de la dependencia, generalización
de la desigualdad y concentración del
poder.
Resulta muy llamativo que esa conceptualización
-“Era de
la Información y la Comunicación”- no
nace como resultado de un proceso analítico del entramado social sino como una
concepción estructurada que se impone, a partir de un modelo elaborado desde
una perspectiva teórica sesgada, minimalista y concentrada en una base ideológica
de poder, con esencia globalizadora de control y dominación, con la que se
pretende consolidar la preeminencia de “un” o “unos” grupos minoritarios (oligárquicos
y monopolísticos) sobre la inmensa mayoría social, a través de los avances tecnológicos,
dicho de otro modo más directo, constituyen las nuevas cadenas de una nueva esclavitud
mental.
En cambio, la “realidad real”
pone en evidencia que transitamos por una plena “Era de la desinformación y
de la incomunicación”. No hay nada nuevo bajo el Sol. La cultura clásica ya
nos había anticipado con claridad esa idea por medio de dos máximas: “Divide
y vencerás” o “dividir para reinar”. A la que podemos añadir otra
sentencia de cosecha propia: “confunde, engaña y manipula para dominar”.
Un procedimiento muy común y compartido en todos los ámbitos y parcelas y del
que tampoco escapa el mundo formativo, pues, las políticas y el sistema educativo
están estrechamente conectados a ese contexto general y no es más que un
apéndice reproductor complementario del propio “status quo” imperante.
Y si no es así, dé respuesta usted
a los siguientes interrogantes: ¿En manos de quién está la Educación? ¿En manos
de quién está la democracia? ¿En manos de quién está el poder político? ¿En
manos de quién está el poder real?
La Educación es tan perversa como
el propio sistema, “tanto monta tanto, Isabel como Fernando”. Ambas han sabido
conformar un mundo lleno de mentiras, una sociedad de estafadores y
delincuentes de cuello y guante blanco; ambas han potenciado una intelectualidad
arribista, mercachifle y traidora; ambas conceden espacios a pedagogos de
postín, showman de varietés educativa, quincalleros y transgresores
de principios, ideales y valores; ambas castigan, adocenan, desvalorizan, desprestigian
y reconvierten a los docentes en “burrócratas”, con la única y oculta misión
de ser hacedores de ciudadanos a imagen y semejanza del propio sistema, bajo la
sentencia: “el que piensa, pierde”.
En definitiva, una educación sustentada en un gran “engaño social” con ramplonas campañas de mercadeo y de marketing -con sus pócimas mágicas de calidez, calidad, excelencia, innovación y espíritu crítico- en busca de consumidores, a los que amordazar e uniformar con el mismo bozal homogeneizador. Cuestión ésta que centrará nuestra atención en el próximo número de La Tribuna Internacional La Clave, dentro de quince días.
Excelente análisis, siempre tocando en la llaga.
ResponderEliminarExcelente, mi querido amigo
ResponderEliminarExcelente análisis amigo vale compartir este tipo de publicaciines
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