Por Mariela Barrera
Dr. Manuel Ferrer Muñoz |
Manuel Ferrer Muñoz, nace en Málaga (España) en 1953 es Doctor en Filosofía y Letras, Sección
de Historia, por la Universidad de Navarra (España) y Licenciado en Filosofía y
Letras, especialidad de Historia por la Universidad de Granada (España). Cuenta
con una amplia experiencia docente e investigadora en España, México y Ecuador,
adonde llegó en octubre de 2013 como Becario Prometeo en el Instituto de Altos
Estudios Nacionales (Quito, Ecuador).
Es autor
de 23 libros, 30 capítulos en libros, 88 artículos y 49 ponencias en Congresos
y se ha centrado en estudios sobre la II República, la Guerra Civil Española y en
los procesos de formación y consolidación los Estados nacionales a lo largo del
siglo XIX en Latinoamérica. Desde 2018 dirige el Servicio
de Asesoría sobre Investigación en Ciencias Sociales y Humanidades
¿Cree que el teatro puede ser concebido
como un espacio de transformación social?
No me cabe la menor duda. El teatro constituye un medio privilegiado
para transmitir ideas y para promover la reflexión del público en torno a
cuestiones fundamentales. El discurso dramático posee, además, un valor
añadido: no pretende imponer un criterio o una determinada toma de posición.
Los espectadores, emplazados en una situación de casi contigüidad con los
actores, se sienten atrapados como parte de la misma representación, y se
comprometen y juzgan, interactúan, se posicionan y ensalzan o condenan, sin
necesidad de un narrador sabelotodo que se empeñe en inculcarles valores o
moralejas, o que espere mediatizar sus mecanismos mentales. Por supuesto, la
tensión emocional que crea el teatro actúa de acicate para la atención del
público, que se encuentra tan atrapado por lo que ocurre ante sus ojos que no
se siente tentado por ningún otro tipo de distracciones.
¿Qué significa el título Volver
a casa?
El título de la obra responde a uno de los mensajes de mayor calado que
se quieren trasladar a los destinatarios de esta pieza teatral: la emoción del
regreso a los orígenes de quien, por razones de la vida, hubo de alejarse de su
tierra en la temprana juventud y retorna al cabo de los años. Es la emoción que
han experimentado tantos emigrantes que siempre abrigaron en su pecho un amor
incondicional y colmado de ternura hacia la patria. Las emociones de esa vuelta
al pasado permean sus sentidos a cada momento: las plazas y las calles de la
ciudad donde dieron sus primeros pasos y donde transcurrieron sus juegos de
niños; las fachadas de las casas que fueron hogares familiares; los jardines
donde correteaban vigilados por ojos amorosos; los pocos negocios que
sobrevivieron al paso del tiempo; las iglesias a cuyos servicios religiosos
acudían de las manos de sus padres… todo eso constituye una auténtica y genuina
explosión de sentimientos en los que se entremezclan alegría y nostalgia,
remembranzas felices y recuerdos de ausencias.
¿Qué le inspiró a escribir esta pieza
teatral? ¿Cómo nace?
Se trata de una experiencia personalísima que marcó mi vida hace un año,
y que un pudor tal vez excesivo me impide referir con pormenores. Diré sólo que
fui hospitalizado en circunstancias del todo imprevistas que no auguraban nada
bueno; que convertí las semanas de hospitalización en un observatorio
privilegiado del dolor humano, de la esperanza, del poder vivificante de los
vínculos familiares, del valor de la amistad… y de lo volátil de la vida.
¿Cómo esta obra se relaciona con la
historia de España?
Se ambienta en un pequeño pueblo de la provincia de Málaga, Benamocarra,
donde en el año 1936 se produjeron sucesos parecidos al que sirve de telón de
fondo al texto: ajustes de cuentas y asesinatos ocurridos durante los primeros
meses de la Guerra Civil que estalló en España aquel año, tras el fracaso de un
pronunciamiento militar apoyado por diversos sectores de la ciudadanía. A
partir de febrero de 1937 se invirtieron las tornas en la provincia de Málaga,
y los llamados ‘nacionales’, con el apoyo de tropas italianas, tomaron el
control de la situación y pusieron en jaque a los que habían manifestado su
lealtad al bando ‘republicano’. Muchos -hubieran o no cometido delitos por los
que se les pudieran pedir cuentas-, temerosos de la represión que se avecinaba,
huyeron a pie por carretera, hacia Almería, con la pretensión de llegar hasta
la frontera francesa (más de 1.000 km por carretera). A casi cien kilómetros de
Málaga, a la altura de Motril, empezaron bombardeos desde barcos
'nacionales", que causaron muchas bajas entre los fugitivos y marcaron una
profunda impronta en la población local, que todavía rememora los horrores de
la “Desbandá”. Aún deberían transcurrir más de dos años para que callaran las
armas y se impusiera la lógica severa de los vencedores, que no dudaron en
aplicar los métodos más expeditivos para acallar el menor vestigio de
resistencia al Nuevo Régimen alumbrado tras el final de la guerra y la victoria
militar del bando rebelde a cuya cabeza se había instalado el general Francisco
Franco.
¿Qué situación dramática se presenta en
la obra?
El trasfondo de la obra es una auténtica tragedia, aunque su envoltura resulte
distendida y cómica, y el final, una lección de amor y de perdón. Un anciano
regresa a su pueblo, del que había huido cuando apenas era un adolescente.
Meses antes de su partida se había involucrado, con su padre, en el asesinato
de un vecino, por simples razones políticas y de odios de clases, en el contexto
de la Guerra Civil Española. Pasados muchos años, de regreso al pueblo,
requiere urgente hospitalización, y, por casualidad, acaba compartiendo el
cuarto con una mujer, que resulta ser nieta del terrateniente en cuya muerte él
había participado.
¿Cómo esta obra puede influir
emocionalmente en el lector?
Quienes han conocido de cerca la experiencia trágica de una guerra civil
saben de los horrores que envuelven las vidas de los ciudadanos, que, de algún
modo, pierden esa condición de ‘ciudadanía legal’ -que connota un elenco de
derechos y de deberes por todos asumidos-, para verse arrastrados por una
cadena de acontecimientos impremeditados que marcarán sus vidas para siempre y
que, en algún caso, los involucran de forma personal, hasta el punto de
comprometerlos en la comisión de auténticas barbaries. Adquiere entonces
dramática actualidad el dicho de Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre. Y
esto es lo que la trayectoria vital de Miguel, el protagonista central de Volver
a casa, pone de manifiesto. La figura de Irina, contrapunto de la trágica
biografía de Miguel, se convierte en un símbolo de esperanza, en la medida en
que, al otorgar el perdón al asesino de su abuelo, redime a Miguel de su culpa
y -vida por vida- dota de un renovado sentido a su existencia.
Tengo entendido que esta obra se
estrenó el anterior año ¿Qué nos puede contar acerca de esta experiencia?
Muchas emociones contenidas y, a veces, desbordadas. Muchos ensayos,
muchos nervios y más risas. Complicidades. Seguridad de que, llegado el día del
estreno, los espectadores nos entenderían. Gozo por la presencia de amigos muy
queridos y de muy queridos familiares. Entusiasmo por la acogida generosa y
benévola de nuestros paisanos. Propósito firme de repetirla.
¿Qué opinión le merece el trabajo y la
filosofía de la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina?
Si
se me pide que conteste con objetividad, debería renunciar a la respuesta. El
Dr. Castellano es un viejo amigo queridísimo, con quien he compartido momentos
importantes de mi vida. Nos une el amor al estudio, sin anteojeras ideológicas.
Admiro en José Manuel su talante emprendedor, su espíritu tenaz, su ánimo que
nunca declina. Compartimos un sobrio y a veces cínico sentido del humor, que
nos une y salvaguarda del desánimo que ha prendido en los medios académicos, al
tiempo que nos permite afrontar la vida con la serenidad que deriva de la
capacidad de reírse de uno mismo y del convencimiento de que no hay mal que cien
años dure. La Editorial ha emprendido un rumbo audaz, en abierto desafío a los
cánones imperantes, sin afán de lucro y sin pretensiones de atraer o de comprar
favores, al servicio de los jóvenes talentos; con altura de miras, descubre que
hay vida más allá de las fronteras nacionales. Si en la tradición monárquica se
deseaba larga vida al rey en el ritual del acceso al Trono, aunque temeroso de
herir la susceptibilidad republicana de mi amigo José Manuel, me complace
cerrar esta entrevista, tan poco convencional, con un emocionado grito que
explicite el deseo de que el Dr. Castellano siga dejando poso en la vida
académica del Ecuador durante muchos años más.
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