Dr. Freddy Álvarez, Rector UNAE |
El
libro de José Manuel Castellano Gil, HISTORIA GRÁFICA DE LAS
CASAS FLOTANTES DEL ECUADOR, y que de forma generosa me ha pedido presentar, me
sugiere dos líneas de reflexión que planteare como dos preguntas, la primera es:
¿qué significa un libro histórico de imágenes? y la segunda es: ¿qué significa el hecho de que haya habido y todavía perviva
una cultura anfibia, de las casas flotantes?, nominación que aparece en el
texto.
¿Qué
significa un libro histórico en imágenes? Las imágenes sobreabundan a las
palabras en el texto investigativo. Se trata de un libro para ver, después del
primer capitulo sobre la razón histórica y de ser de las casas flotantes. Aparece
una serie colorida de fotografías, dibujos, grabados, pinturas, en un ritmo que
teje el florecimiento, la sobriedad, el encanto y la declinación, entre malecones, muelles y
esteros desde el siglo XVIII hasta la fecha.
Sin
duda que cuando vemos el cuerpo gráfico
documental de la obra, decimos sobre lo que vemos, sin embargo, ver no es lo mismo
que decir. Ya Plotino en una de sus Eneadas decía que hay cosas que solo se
puede decir, y hay otras que solo se pueden ver, y que decir el ver o intentar
ver absolutamente el decir, es una ruptura con la intencionalidad de la
estética y con el logos de la razón.
No obstante, Michel Foucault mediante el desciframiento del dispositivo del
poder, puso en evidencia la relación circular entre el ver y el decir, por
ejemplo, la cárcel con el código penal, para señalarlos que los dos no son lo
mismo, pero que en realidad si bien lo que se ve no se puede decir, y lo que se
dice no se puede ver, conforman un mismo estatuto, hacen parte de la obra, son
de una familiaridad en la que si no hay decir, es como si no viéramos, y si no hay
ver es como si no dijéramos nada.
José
Manuel, nos dice y mostrándonos que aquello que ve como historiador de las
casas flotantes es una presencia que camina hacia el aniquilamiento. El paso de
las mismas entre una forma de vida hacia el comercio de la Modernidad, hoy es
estigmatizada.
El
ver de José Manuel es el mirar de un historiador, contiene aquello que le
atrae, a manera de un testimonio, casi un legado. No son solo objetos, son dinámicas,
movimientos que dejan huellas, que hablan de pasión, insinúan la nostalgia y
permiten el vuelo del alma, afirmada en cada objeto, y para quienes no somos historiados,
queda claro que no hay nada ni nadie que no haga parte de nuestra existencia,
inclusive sus fantasmas, que se muestran en la razón de ser del pasado, pero lo
que fue deja abierta la pregunta si será, y lo que fue, es y será, era sobre
todas las cosas y a través de las imágenes.
¿Cómo
mira un historiador?, ¿qué le atrae?
Todo es un testimonio, el presente es un mero pretexto, lo importante es el
pasado, así lo que se cae es el pasado. ¿Puede un historiador entender el
presente? o mas bien ¿en cuanto nos ayuda el presente para entender el futuro? No
se puede entender lo que somos, lo que tenemos, sin referirnos al pasado, por
eso con la debilidad de la historia, somos sonámbulos deambulando en la búsqueda
de sentidos.
Pero
¿cómo ver lo que ya no esta?, esa es el rol del historiador, su delirio, su
pasión. Por eso recurre a las investigaciones documentales, para traernos la
presencia-ausente de las casas flotantes entre Babahoyo y Guayaquil. Una
huella, un rastro, es todo para el historiador, es un recuerdo que se abre paso
entre lo que Bolívar Echeverría denomino, la
Modernidad Barroca Capitalista.
¿En
qué medida la mirada hacia el pasado, a partir de las huellas, transforman
nuestra mirada sobre el presente? Pues aquello que vemos, ya no es; aquello que
estamos viendo no es más, pero todo ha sido condicionado por lo que fue.
La
mirada sobre las casas flotantes es un asunto que comienza por sorprenderme, es
algo totalmente inaudito, me genera extrañamiento. Una mirada en cadena, algo
que vemos nos lleva a los imaginarios, que no están antes, pero que
paradójicamente siempre han estado. Es
la mirada la que nos dice como nos miramos, nos situamos, con nuestra mirada,
una mirada anclada en la manera como nos comprendemos en el mundo, en relación
con el mar, con estar navegando, cargados
con memorias históricas de nuestros viajes.
Mirar
hacia el pasado es viajar, viajar visualmente. Mirar casas flotantes es viajar,
y viajar, el sentido del viaje, no es para encontrarnos con alguien en
particular, no con algo en concreto, es un viaje señalado para encontrarnos con
aquello que no nos podemos encontrarnos en la vida real. No es lo mismo viajar
entre la historia, y viajar geográficamente. El sentido profundo del viaje en
la historia viene repleto de fantasmas, fantasías, a fin de recuperarnos del
peso del cemento y el vértigo de las ciudades.
¿Qué
pasa con aquello que toca un historiador con sus libros documentales? Son ellos
los magos que convierten en museo todo lo que tocan, todo lo que miran. La
mirada del historiador es para cambiar nuestra mirada, y así dialogar con lo inexistente que tiene peso en
aquello que busca existir. Pero el historiador también mira para transformar el
pasado, recrear el presente y señalar el futuro. La revalorización es una
intención clara del texto.
No
se trata de una mirada sin intencionalidad. Mirar de una manera y no de otra,
es transformar la mirada, por ahí comienza, al advertimos que siempre
estamos viajando y viendo lo otro. Podemos
ver las cosas de otra manera sin necesidad de viajes geográficos. Se puede
mirar el presente desde el pasado, y alcanzar una mirada sobre el futuro, es
más se puede tener una mirada responsable, una nueva mirada.
Por
último, ¿qué significa el hecho de que
haya habido y todavía perviva una cultural anfibia, de las casas flotantes? El
texto de José Manuel genera un hueco en el sedentarismo ligado a la tierra y
vivir cerca del agua. ¿Qué es tener casa?, y ¿qué es vivir en ella? Estas son
dos preguntas que flotan en la lectura y la contemplación del texto.
El
texto es el levantamiento de una modesta mano que saluda la diversidad de
aquello que llamamos casa, y sus variedades ligadas no a la apropiación sino a
la convivencia con el medio, entre la naturaleza sin romperla, solo sirviéndose
de ella.
La sapienza ancestral surge en medio
de los discursos desarrollistas, por medio del ojo del historiador, con imágenes
y sin muchos discursos, con respuestas que quizás pueden ser adaptables a los
problemas planetarios.
La
cultura anfibia es la que se pone fuera estando dentro de la polis, aquella que rechaza el sedentarismo, la que está yéndose
mientras permanece, que no quiere ser clasificada, no es la pobre es la que
eligió serlo por medio del comercio, navegando como caracoles, por los ríos,
por el mar, sin patria, sin nada más que
pertenecer a su propia libertad.
Felicitaciones
José Manuel por su texto y buen viento y buena mar para tu libro
DR. FREDDY JAVIER
ÁLVAREZ GONZÁLEZ
Rector de la Universidad
Nacional de Educación de Ecuador (UNAE)
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