Ángel Bolívar Fajardo Pucha |
Ésta es una de las preguntas más difíciles de responder para quienes nos
dedicamos al mundo educativo en nuestro país, pues son diversas las
motivaciones a la hora de optar por la llamada “profesión de profesiones”. Son
tan variadas como personales que no son posible reducirlas en estas breves
líneas. Sin embargo, me gustaría compartir, al menos, mis reflexiones al respecto.
Quienes hemos elegido ser docentes tenemos la firme creencia que podemos
contribuir a cambiar la sociedad, a través de la educación de nuestros niños,
niñas y jóvenes. Si bien no es un cambio inmediato, somos conscientes que día a
día aportamos esfuerzo y compromiso con la idea de que nuestros jóvenes de hoy
sean los verdaderos prohombres transformadores del futuro del Ecuador.
¿Por
herencia?
Muchos de quienes hemos escogido esta
profesión tenemos un referente en nuestro entorno familiar y hemos crecido
viendo año tras año cómo desarrollan sus tareas con un espíritu y dedicación
inquebrantables, con un esfuerzo encomiable en la formación de las siguientes
generaciones de ciudadanos. Nosotros nos hemos sentido llamados a continuar con
tan titánica tarea.
¿Por
igualdad?
Pues ya lo decía Confucio: “Donde hay
educación no hay distinción de clases”. No somos pocos los profesores que hemos
sentido el compromiso a ejercer esta profesión al constatar la enorme
desigualdad existente en nuestra sociedad. Y no hablo sólo de la brecha
económica sino también de la desigualdad en derechos y oportunidades que
persiste en nuestro país. No compartimos que sea el criterio socioeconómico el
que impida el acceso a una educación de calidad y, por ende, a un futuro mejor
para todos y todas.
¿Por
amor a los estudiantes?
Dentro de nuestra profesión siempre estamos
en permanente contacto con lo más importante para las familias ecuatorianas:
sus hijos e hijas. Y por ellos madrugamos todos los días para abrir nuestros
salones de clase y esperarlos con una sonrisa; por ellos pasamos los fines de
semana revisando libros, calificando tareas, planificando clases, preparando
material, investigando estrategias para que ninguno de nuestros alumnos se
quede atrás en el complejo proceso de enseñanza-aprendizaje con la finalidad de
construir el mejor Ecuador posible.
¿Por
inspiración?
A lo largo de muchos años que hemos
transitado por las aulas como estudiantes nos hemos encontrado con una
infinidad de profesores de todo tipo: “el estricto”, “la buena gente”, “la
miss”, “el chistoso”, “el aburrido”, “el maltratador”, etc. Al menos a este
último hay que erradicarlo definitivamente del mundo de la enseñanza. Sin
embargo, siempre que miramos hacia el pasado viene a nuestro recuerdo aquel
profesor especial, aquel que nos marcó de forma muy positiva nuestra vivencia
como estudiantes hasta el punto que su influencia ha sido un elemento clave en
una profesión vocacional de ser maestros, una referencia, una inspiración y un
modelo a seguir en nuestro ejercicio cotidiano.
Hasta hace poco, los recursos destinados a la
Educación en este país eran bastantes limitados y los procesos de formación muy
precarios. Esa realidad ha cambiado pero todavía sigue siendo insuficiente, a
pesar de los esfuerzos. Quienes ejercemos nuestro compromiso educativo por
Ecuador damos un rotundo “sí” a esta vocación para dedicar nuestra vida a la
enseñanza y no tenemos el más mínimo signo de arrepentimiento.
Elegimos esta profesión como un estilo de vida y nos sentimos
realizados, felices y orgullosos de decir: ¡Sí, yo soy docente! Para mí, ser
profesor, es una de las profesiones más dignas que puede tener el ser humano.
Por todo ello invito a todos los maestros a seguir dignificando nuestra
profesión y sentirnos orgullosos de ser docentes pero también extiendo un
llamamiento a nuestro Presidente y al Ministro de Educación a dar un paso más
allá en esa dignificación profesional, salarial y social por el futuro de
Ecuador.
Reflexiones profundas que reverdecen compromisos y motivan corazones jóvenes, Ángel Bolívar.
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