Juan Fernando Auquilla
Juan Fernando Auquilla, Kelly Loaiza y Mauricio Torres |
El
concepto de poesía se relaciona con el término griego poiesis-creación. Vicente
Huidobro (1916) en “Arte Poética” sostiene que el poeta es un pequeño dios,
pues con base de lo que lo rodea es capaz de construir universos insospechados.
“Sólo para nosotros/viven todas las cosas bajo
el sol.” Y con los elementos que nos rodean debemos construir un poema que
exprese desde otra visión lo que se puede observar a simple vista.
Kelly Loaiza, Directora de la Colección Taller Literario |
La poesía es un acto que convoca, une y dispersa. Tiene la
capacidad de invisibilizar lo real y visibilizar lo intangible a través de la
palabra, pues como sabemos escribir poesía puede ser una acción comprometida
con el lenguaje o un acto evasivo de la realidad, una manifestación válida para
dar a conocer lo subjetivo o simplemente una acción catártica frente a la
realidad que deshumaniza al individuo. Hablar de poesía en estos días es
hablar del refugio, del espacio individual y colectivo, de resistencia como lo
diría Sábato, en donde el escritor y el lector buscan la forma de no
deshumanizarse. La poesía está llena de silencios que tanto bien y, a ratos,
tanto mal nos causan; es necesario plantear una resistencia a través de la
palabra para no caer en la vorágine que nos aleja de lo sensible; ¿qué sería de
nosotros sin la búsqueda incesante de la palabra precisa? El tacto y el corte
de la realidad se funden al momento de la escritura. Nicanor Parra a través de
la poesía señala: “Mi posición es ésta:/El poeta
no cumple su palabra/Si no cambia los nombres de las cosas.”; sin posicionamientos
esnobistas, la poesía es un ejercicio y un trabajo serio con y mediante la
palabra, para encontrar el poder que subyace en ella y proponer diversas
posibilidades de creación lingüística y estética.
En algún
momento de nuestra existencia los seres humanos nos sentimos tentados a
escribir algunas palabras rimadas o no y les damos el nombre de poemas. Con el
transcurso del tiempo algunos de los noveles escritores se enfrentan al desafío
y continúan la labor de escribas. Pero, ¿cómo se construye un oficio de
escritor?, la clave, al parecer, es ser un excelente lector. La poesía como
tarea seria constructiva trasciende la anécdota personal, y va más allá de la
catarsis, supera los juegos lingüísticos de pescar rimas y palabras
rimbombantes. La poesía se deshace de posicionamientos políticos o sociales y
enfrenta de forma decidida los posicionamientos deshumanizantes. Desde la
Antigüedad Clásica, Platón, considera al ejercicio poético como una falsedad,
pues la inspiración, según el filósofo, no responde a las palabras del poeta,
sino a un estado de las musas que se apoderan del artista para hablar a través
de ellos, un médium, un puente, un elemento para propiciar el encuentro divino
en la palabra, con la palabra; quizás la poca utilidad pragmática que se le
atribuye a la poesía hace que esta forma escrituraria se convierta en un
ejercicio superfluo para muchos; sin embargo, la poesía es un ejercicio de la
palabra por la palabra y su compromiso exige manejar las estrategias y
herramientas propicias para producir una escritura estética.
Juan Fernando Auquilla, Kelly Loaiza y Mauricio Torres |
Leo
el poemario Luna ácida, de Mauricio Torres, escritor chileno, a finales
de octubre e inicios de noviembre 2019, justo cuando el descontento social se
desborda en Ecuador, Chile, Honduras, Panamá, Haití, Bolivia y otra vez la
poesía se convierte en refugio y la palabra en el instrumento para
sensibilizar, para visibilizar, para levantar el pensamiento.
En la mayor cantidad de ciudades
un proyectil es mi cuerpo
incrustado
en el logrado paisaje futuro
que nos han querido dibujar
Pasados presentes transcriben
señales que aún no recuerdo
Enciendo una que otra máquina
el mundo pasado se aleja
La creación de universos pos apocalípticos en donde el ser humano
es uno más de la postal limpia, del producto pos moderno que esconde lo que no
es lindo, lo que no se alinea a los espacios de poder y que rompe con la
historicidad del ser humano, como si por una acción pensada, podríamos
deshacernos de lo anterior. El poema se vuelve reclamo para que no se vaya o se
invisibilice nuestro caminar; los acercamientos a lo tecnológico a lo no humano
nos vuelve uno más del sistema que no desea que pensemos, que desea que nos
escondamos, pues el miedo nos invade desde los espacios de poder, que Foucault
ya lo señalaba, cohabitan las ciudades y nos llenan de miedo, nos
hipersensibilizan frente a una tendencia poco relevante que dura un lapso
pequeño y nos deshumaniza frente a la muerte en las calles, en los parques, en
las plazas, espacios que fueron creados para el encuentro, pero que hoy son el
espacio designado para la muerte, para el desentendimiento con los otros.
Luna
ácida es una construcción cinestésica que te invita a la contemplación y a
saborear las ideas. La palabra luna merodea el texto y la convierte en el hilo
conductor de varios poemas.
He logrado atraer la luna
y dar color a las
sombras
Este libro habla sobre la luna
Esta vida habla con la
luna
Antes de que salga el sol
estábamos en la luna
Desde lo satelital, desde la marginalidad de la palabra poética el
escritor construye campos semánticos para recrearlos con la imaginación. Porque
“hay veces que la vida se encarga de cambiar la vida”. En este poemario nos
enfrentamos a textos de largo aliento, así como a la síntesis, porque lo breve
bien expresado se convierte en un vasto campo de significaciones, porque como
todos sabemos la poesía es el espacio desde donde surge la palabra y cobra vida
en las lecturas, relecturas y deslecturas que provoque, no se trata de estar de
acuerdo y dar con una respuesta correcta, se trata de ver desde otros espacios,
de sentir lo que la palabra te dice, te provoca, te inquieta.
La cosa es que tenga sentido
y si no lo tiene mejor
Da igual
El poemario tiene una
propuesta de desdoblamiento de la voz poética
No satisfecho con asomarme
también me escribí
Nunca me tendrían que haber enseñado a decir
porque no lo aprendí como quisieron
Muy pocas cosas aprendí como querían.
Mauricio Torres, autor de Luna Ácida |
Se convierte en la voz urbana que grita en medio del ruido, y que
calla por instantes, como el ángel que se exilia y se convierte en el mensajero
de sus propias palabras, dirigidas a sí mismo. El poeta nos reta y nos
enfrenta, interpela el hecho humano de seguir lo trazado o romper el camino
hacia otros destinos, como el ser que no se encuentra satisfecho del espacio en
el que habita y fuga, mediante las palabras a otros espacios en donde dice de
otra manera su existencia.
Para finalizar, el poemario Luna ácida es un conjunto de palabras
que conjuntan imágenes oníricas, pero también lo cotidiano, lía los temas colectivos
e individuales, une la palabra y el reclamo, construye, como se ha dicho el
refugio desde los recuerdos y desde la necesidad de sensibilizarnos ante la
mirada de los otros y aceptar que la poesía siempre es un camino, y para los
que creemos en la palabra, la poesía es el camino.
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