Intervención José Manuel Castellano |
Hace un
par de años tuvimos la dichosa fortuna de conocer personalmente a este ilustre
azogueño, cañarense, ecuatoriano y ciudadano universal a través de mi gran y
admirado amigo el Dr. Edgar Palomeque Cantos. Recuerdo
perfectamente aquel instante cuando me comentó: “Mi padre quiere conocerle”. Y se
organizó un encuentro en su casa. Desde el primer momento fui consciente que me
encontraba ante un hombre excepcional, con una humanidad desbordante, una
sencillez admirable, un bagaje cultural inmenso, una trayectoria y experiencia dignas
de seguir sus pasos.
Su
biblioteca, su espacio de trabajo, su conversación, sus inquietudes, sus
reflexiones, su pasión por la lectura y el diálogo eran tan inconmensurable
como su devoción y amor a Doña Dolores Ubaldina Cantos Chávez.
Esta
primera impresión me llevó a plantearle que esa vida tan rica merecía ser
contada, historiada. De modo que junto a mi alumna Marcela Ulloa iniciamos y
planificamos las acciones para reconstruir su historia de vida. Sin poder
concluir ese trabajo nos abandonó para encontrar un refugio, donde descansan eternamente
los hombres buenos.
Fue, sin
duda, aquel un gran e inesperado momento de dolor para su familia y para todos
los que le apreciábamos. Ese acontecimiento me llevó, poco después, a proponer
de forma oficial al actual Director de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo
del Cañar la posibilidad de brindar un acto homenaje y que, hoy afortunadamente,
se ha materializado con esta sesión simbólica, que pretende recordar y
reconocer toda una vida dedicada a su tierra y a su país.
Asimismo
debemos resaltar el decidido apoyo incondicional que hemos recibido de los
responsables de las distintas instituciones a las que estuvo vinculado el Lcdo
Palomeque Vivar durante su vida y ejercicio profesional, como la Asamblea Nacional de Ecuador, la
Municipalidad de Azogues, la Universidad Católica de Cuenca, el Instituto
Nacional de Patrimonio Cultural y los centros educativos Juan Bautista Vázquez
y Luis Rogerio González. Junto a ello también debemos significar al
grupo de personas que compartieron espacios y vivencias, y que han prestado su
pleno apoyo y estímulo, como es el caso del Dr. Enrique Pozo, Dr. Nicanor
Merchán, el Dr. Juan Cordero, el Dr. René Cardoso, entre otros muchos.
Y como
sustentación de lo expuesto esbozaremos a continuación unas muy breves
pinceladas, pues disponemos de un tiempo limitado, para recorrer aquellos
aspectos más sustanciales de su quehacer y que forman parte del trabajo en
curso que venimos desarrollando con Marcela Ulloa Pineda, una brillante alumna
con un gran futuro por delante (¿Dónde está Marcelita? Por favor, póngase de pie. Solicito un gran aplauso para ella).
Edgar
Palomeque Vivar nacía en la ciudad de Azogues un 15 de junio de 1929 en el seno
de una amplia familia conformada por su padre, Don Adolfo Palomeque Argudo, su
madre, Doña Zoila Vivar Vintimilla, y sus hermanos Luis, Bolívar, Bertha,
Mercedes Victoria y Adolfo.
Desde muy
joven fue un chico muy activo y un enamorado del fútbol, del basquetbol, la
natación, del atletismo pero un duro golpe emocional, la muerte de su abuela
paterna Sra. Mercedes Argudo Vicuña, le condujo a refugiarse en la reflexión
existencial y en la búsqueda de respuestas a través de la creación literaria,
que concretaba en “Tiempos de soledad”,
que posteriormente formaría parte de su obra poética “Sobretarde”.
Su etapa formativa se iniciaba en la
Escuela Fiscal Emilio Abad, donde su
padre desempeñaba la dirección. Recuerda su primer día de escuela, a la que
llegó cogido de la mano de su padre; ese fue un día especial en su vida porque
descubrió un mundo diferente al del hogar.
De su
primer grado recuerda a su profesor, el Sr. Benjamín Sarmiento, que siempre
estaba sonriente y era muy amable con los niños. Los viernes estaban destinados
a leer cuentos y fue así donde nació su gran pasión, hasta el punto que
esperaba ansioso la llegada de ese día para escuchar los cuentos del maestro,
del que mantuvo siempre un cariño imborrable.
A los 12
años de edad ingresaba en el Colegio Juan
Bautista Vásquez donde fue un asiduo lector en su biblioteca, interesado en
lecturas de carácter romántico y donde Rubén Darío fue su confidente
excepcional y también en temas relacionados con la libertad social. En sus últimos
años de vida colegial sus compañeros enamorados le solicitaban que escribiera
esquelas de amor y se volvió diestro en este género epistolar amoroso.
De su vida
colegial recuerda con afecto y admiración a los maestros Vicente Cabrera Vega y
Luis Felipe Ramírez. En esa etapa contó con dos grandes amigos Víctor Manuel
Crespo Montalvo y Efraín Crespo Trelles, ambos fallecidos, y que en recuerdo a
esa amistad escribiría sus Semblanzas.
Durante su etapa como docente en Cañar encuentra,
como el mismo definió, a su “amor eterno”, Doña Dolores Ubaldina Cantos Chávez
y poco después se trasladaba a Quito, con la idea de iniciar sus estudios
universitarios de Jurisprudencia en la Universidad Central. Pero la distancia y
dos años de amor le vencían y optaba continuar sus estudios en la Universidad
de Cuenca. Y durante su segunda permanencia en Cañar, en 1952, contraía matrimonio
con la mujer de su vida. Con respecto a ello, nos confesó que se casó “muy
joven por amor” y que la gran pasión de su vida fue su esposa.
En el ámbito de las creencias se declaraba católico
por tradición familiar y por reflexión. Creía en un Cristo humilde, solidario y
redentor y consideraba que los evangelios son la mayor lección moral que se
haya escrito. En función a estos pensamientos, estaba convencido que en su vida
había obrado como cristiano; como educador había servido como ciudadano guiado por
la honestidad y solidaridad; como escritor se definía como un “describidor de
los conflictos humanos” y jamás había atentado a las buenas costumbres. Y su gran
aspiración para lo que le restaba de vida era intentar mantener fidelidad a sus
principios.
Con respecto a la política no se consideraba una
persona con implicación activa y prefería definirse como un pensador político
propiciador de la igualdad social, de respeto a la libertad y a la democracia
participativa.
Desde muy
joven la cultura formó parte de su vida y se integró en el grupo cultural Despertar, que aglutinaba a jóvenes como
Marco Romero Heredia, Estuardo Jara Arízaga, Daniel Mogrovejo, Juan Barahona y
otros. El lema de ese colectivo enarbolaba una “Renovación por la Cultura” y
estaban guiados por una ambiciosa pretensión de mirar a la Patria con un rostro
optimista, identitario y cultural.
Este
activo grupo tuvo un amplio horizonte y establecieron relaciones con el
movimiento cultural quiteño, “Escritores
Jóvenes del Ecuador”, y en una reunión de carácter nacional celebrada en Ambato
en 1959 alcanzaron un gran logro: que el IV Congreso de Escritores Jóvenes
del Ecuador tuviera como sede la ciudad de Azogues. En ese Congreso fue elegido
Presidente y entre las resoluciones adoptadas fueron la toma de la Casa de la
Cultura Ecuatoriana, maltratada por la dictadura militar y el retorno de Benjamín
Carrión a la Presidencia Nacional.
En el plano social, consideraba que la revolución
debía centrarse en la educación, que es una herramienta que puede ayudar a
cambiar las estructuras socioeconómicas. Asimismo se consideraba como un “hombre
de paz que creía en la igualdad y el bienestar comunitario”, al que le conmovía
las diferencias económicas y la pobreza. Todos estos aspectos ha intentado reflejarlos
en sus obras.
Tras sus
estudios reglados inició una fase de formación continua: fue becario de UNESCO
y participó en diversos cursos, seminarios y conferencias en Argentina, República
Dominicana, Colombia, Costa Rica, Guatemala y México.
En su etapa profesional fue profesor de
primaria en la escuela rural Gastón
Figueira de la Parroquia Luis Cordero (San Marcos), con el pensamiento de
ejercer su convencida labor pedagógica y con la idea de poder ahorrar fondos para
continuar con su formación en la educación superior. Su tiempo como profesor, a
lo largo de tres años, fue compaginado con sus grandes pasiones: la lectura y
la investigación social. Esa experiencia como docente rural fue una fuente de inspiración
que plasmaría en su cuento El apunte.
Esta primera etapa profesional se cierra tras recibir una propuesta del Colegio
José Peralta en la ciudad del Cañar, que
le llevó a trasladarse al vecino Cantón.
En 1960 se
incorporaba como profesor de Literatura al Colegio Juan Bautista Vásquez, donde poco después fue Vicerrector y Rector,
además, de cursar estudios en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en
su sede de Cuenca, y donde obtenía los títulos de Licenciado en Filosofía y
Profesor de Educación.
En la
década de los 90 de la pasada centuria ejerció como docente en las
universidades Pontificia de Cuenca (actual Universidad del Azuay) y en la Universidad
Católica de Cuenca, siendo su primer Decano en la sede de Azogues, para en
1994 retirarse a causa de una grave enfermedad.
En su labor directiva como docente obtenía en
1954 la plaza de secretario colector de la Escuela de Artes y Oficios en
Azogues y desempeñó sus funciones hasta 1960. Cabe mencionar que la Escuela de
Artes y Oficios, creada en 1943 por el Presidente Arroyo del Río, fue la
inicial de Educación Técnica en la localidad. La ciudad históricamente fue de
modalidad artesanal y era necesario tecnificar la actividad colectiva. Más
tarde, con el cambio de visión educativa nacional, la Escuela de Artes y
Oficios se convirtió en Colegio Técnico y luego en el Instituto Técnico
Superior del que fue rector por veinte años.
En 1974
accedía al rectorado del Colegio Técnico tras participar en su concurso y
permaneció en esas funciones hasta 1994, en que una grave enfermedad impidió continuar
ejerciendo su labor. Como rector logró tecnificar las especialidades, creó el
ciclo superior en Electricidad y Mecánica, dotó de laboratorios y equipamientos
técnicos, herramientas y otros aditamentos convirtiéndole al plantel en
ejemplar dentro de su especialidad en el Ecuador.
Con respecto a su faceta cultural, en 1957 fue invitado a
integrarse en el Núcleo del Cañar de la Casa de la Cultura, donde ejerció
distintas responsabilidades, desde vocal del Directorio hasta Presidente, en
dos periodos. En aquellos momentos la Casa de la Cultura estaba instalada en un
local arrendado y, por ello, se propuso construir una sede adecuada y contó con
el apoyo del Presidente Jaime Roldós Aguilera. Así el 4 de noviembre de 1981 se
inauguraba las nuevas instalaciones pero no sólo construyó el local actual del
Núcleo sino que lo dotó de un museo arqueológico, archivo histórico, biblioteca,
salas de exhibición pictórica y teatro.
Asimismo fue
Presidente de la Comisión del Castillo de Ingapirca, al que le dio una nueva
dimensión con la creación del Museo de Sitio del complejo, apoyado por el Banco
Central de Cuenca.
En cuanto a su producción literaria debemos señalar que es
muy prolija y tan sólo nos detendremos en enunciar algunas de sus obras, así en
el género poético “Sobretarde” o su obra titulada “Poesías”, “Patrimonio patria poesía”, entre otros. Cuenta con una
serie de poemas de amor telúrico, de personajes de la memoria histórica y
mágica del Ecuador, como es el caso de “Recado para Atahualpa”, con el que
logró el segundo puesto en el concurso poético latinoamericano promovido por la
UNESCO, con motivo del quinto centenario del Descubrimiento de América en 1992.
Entre sus
libros de cuentos están “Conflictos”, “Terno
Volteado”, “El apunte”, “Ilegales”, “Calentamiento Global”, “Vertiente
Patrimonial” y en el género ensayista “Augusto
Sacoto Arias su trayectoria poética”, “La
feria de Azogues”, “Historia de la
educación de Azogues”, “Testimonio
existencial”; “Breve historia de
Azogues”, etc.
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En definitiva
y en conclusión, estas líneas han pretendido resaltar el valor y la
significación de un hombre, un ciudadano y un intelectual que trabajó y luchó
plenamente convencido por la cultura desde un compromiso social impagable. Su
huella está presente, está viva y será imperecedera, por siempre. Nuestra
profunda admiración al Dr. Edgar Palomeque Vivar.
Dr. José Manuel Castellano Gil
Noviembre, 2019
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