Por: José Manuel Castellano
Esta obra, cuya autoría que corresponde a
Genoveva Ponce Naranjo, Liuvan Herrera Carpio e Ivonne Ponce Naranjo y ha sido publicada por la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina
(CES-AL), tiene como punto de partida la necesidad de llevar a cabo un estudio
de pertinencia, al objeto de valorar la viabilidad de ofertar un Programa de
Maestría en Pedagogía sobre lectura y escritura en la Universidad Nacional de
Chimborazo.
En primer lugar, como conocedor
directo de esta temática en el ámbito nacional ecuatoriano, debemos felicitar y
agradecer, tanto a los autores como a la propia Universidad, por esta necesaria
e imprescindible iniciativa, dada las graves carencias existentes en Ecuador en
todos los ámbitos formativos, incluido el universitario, y cuya afectación
alcanza a todos los actores del proceso educativo.
Sin duda, la puesta en marcha de una maestría sobre
lectura y escritura supone un avance en ese intento por mitigar y erradicar una
realidad existente pero también debemos apuntar, a pesar de esta loable acción,
que es insuficiente si no se logra introducir cambios significativos en las
mallas curriculares en todas las etapas formativas, que permitiera dar un
cambio radical a la situación actual.
En ese sentido, debemos señalar con
total claridad que los distintos gobiernos de turno en Ecuador poco se han
interesado por conocer la realidad lectora del país, como se traduce en la
inexistencia de datos, cifras y estadísticas a lo largo de su historia.
Se hace preciso resaltar que la
búsqueda de indicadores lectores cuenta, desde la segunda mitad del siglo XX,
con una amplia trayectoria a nivel mundial impulsada inicialmente por la
industria editorial y desarrollada posteriormente, en la década de los ochenta
de la pasada centuria, por instituciones gubernamentales y organismos
internacionales.
En
el caso concreto de América Latina puede considerarse como punto de partida el nacimiento
de la OEI en 1949 y el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina
y el Caribe (CERLAC) en 1971. Un acontecimiento importante fue, sin duda, la
“Reunión regional sobre el estado actual y estrategias de desarrollo de la
biblioteca pública en América Latina y el Caribe” en 1982, patrocinado por
UNESCO, cuyo informe final concluía en la ausencia o carencia de indicadores.
Un
gran paso se daba en 2011 a través de la propuesta realizada desde la CERLAC sobre la necesidad de establecer un
modelo metodológico unificado de indicadores, con la finalidad de analizar los
comportamientos lectores en la región y evaluar las políticas públicas de
fomento a la lectura. Asimismo dentro del contexto nacional en la región destacan
las primeras encuestas realizadas por el Ministerio de Educación de Argentina
en 2001, el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes de México (CONACULTA)
en conjunto con la Universidad Nacional Autónoma de México en 2004; la Cámara
del libro de Colombia en 2006, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de
Chile (CNCA) en 2007, entre otras.
Sin embargo, todavía hoy en 2021
Ecuador es uno de los pocos países de la región Latinoamericana que carece de
indicadores culturales. Los únicos datos disponible se debe a la CERLAC en 2012 que fue reproducido por el
Instituto Nacional de Estadística de Ecuador, una encuesta realizada en cinco
ámbitos urbanos (Quito, Guayaquil, Cuenca, Machala y Ambato), que señalaba que
cada ecuatoriano leía medio libro al año. Posteriormente debemos mencionar dos
trabajos centrados en hábitos y prácticas culturales que contemplaban un amplio
módulo específico sobre lectura, llevado a cabo por la OEI en 2013, sobre 16
países latinoamericanos; y el que realizamos nosotros sobre el cantón de
Machala en 2014.
Y más recientemente la encuesta
parcial (Quito, Guayaquil, Cuenca, Machala y Ambato) sobre hábitos de lectura
realizada en 2017 por el INEC, a los que debemos añadir los distintos datos obtenidos
por las pruebas PISA y el arranque en septiembre de este año de la aplicación
de la primera “Encuesta de Hábitos Lectores,
Prácticas y Consumos Culturales” a aplicar en 23 provincias del Ecuador, con la
excepción de Galápagos, de la que esperamos se haya incluido un módulo
específico de variables diversas sobre libros y lectores. Groso modo este es el estado actual sobre
indicadores culturales y lectores en la sociedad ecuatoriana.
Asimismo
en estas últimas décadas del siglo XXI ese interés por crear indicadores sobre
hábitos lectores se ha trasladado al contexto educativo y se cuenta con
diversas publicaciones al respecto en la Región Latinoamericana. No obstante,
el panorama que presenta Ecuador se encuentra todavía en una fase embrionaria
en esta temática, aunque debemos destacar las aportaciones como las de López,
Granja y Santa Cruz (2015), García, Macías y Cusme (2016), López (2018) y las de Castellano (2019).
De modo que Ecuador no cuenta hasta
la actualidad de un diagnóstico general sobre prácticas y hábitos culturales y tan
solo dispone de unos datos muy parciales con respecto a lectura. Datos que ayudarían
primero a conocer nuestra realidad para después reflexionar y actuar.
A ello, debemos agregar
que en 2017 se implementaba, como proyecto prioritario el Plan Nacional de
Lectura José de la Cuadra, adscrito al Ministerio de Cultura y Patrimonio, en un
plano teórico, para contrarrestar las carencias que hemos descrito
anteriormente. Por otro lado, se hace necesario resaltar que todavía son muy escasos
los estudios relacionados con la escritura. Por el contrario, los distintos
gobiernos han llevado a cabo una serie de campañas promocionales a favor de la
lectura pero sin lograr resultados positivos, pues la situación no solo se ha mantenido
sin cambios sino que se ha agudizado sustancialmente. Asimismo, se hace imprescindible
conocer en profundidad el alcance y resultados de esas campañas al objeto de valorar,
analizar y detectar qué factores o elementos pudieran estar detrás de esas acciones:
qué lecturas se plantean, que círculos están cercanos al poder, etc. Pues a vista
de cóndor, pudiera parecer que esas campañas responden más a acciones
promocionales de una red de determinados autores, de círculos endogámicos o
intereses editoriales o simplemente acciones mediáticas-publicitarias
oficialistas, adornadas de una leve capa de barniz cosmético y con sus fuegos
de artificios, más que una idea por iniciar a nuestros jóvenes y a la sociedad ecuatoriana
en general a los procesos de lectura.
Pero el problema real no es solo el
paupérrimo porcentaje de lectores que presenta Ecuador, que evidentemente lo es,
y muy preocupante, sino muy especialmente las bajas ratios de comprensión
lectora existentes entre nuestros estudiantes, que pone en evidencia el rotundo
fracaso de las políticas educativas aplicadas.
Esta consideración que planteamos
no es el producto de una simple opinión personal de quien les habla, sino la
conclusión a la que hemos llegado a través de diversos estudios que hemos
realizado en Ecuador desde el 2013 hasta la actualidad, tanto en el ámbito
social, como fue en el cantón Machala; como en dos centros universitarios del
Austro ecuatoriano; en dos Unidades Educativas de Educación Básica y Bachillerato,
una de carácter jurídico fiscomisional y otra privada, del Azuay y Cañar
respectivamente; como en tres Institutos Tecnológicos de Cañar, que vienen a
confirmar una persistencia en el tiempo de esa problemática crítica.
Esto, de modo general, nos lleva a
plantear dos aspectos: uno, los precarios índices lectores en la sociedad
ecuatoriana, incluido el ámbito universitario, con todo lo que implica y conlleva;
y, dos, que no es suficiente con obtener una cifra de lectores a través de
encuestas (que en muchas ocasiones esconden a falsos lectores) sino la
necesidad de realizar estudios más específicos relacionados con la comprensión
lectora y la capacidad a la hora de ejercitar la escritura, dos temas, que
solapan una realidad aún más crítica y alarmante, como hemos detectado en otras
de nuestras publicaciones. En síntesis, no es suficiente con saber leer sino en
comprender lo que se lee. Y ese es otro gran problema que está muy generalizado.
Este libro, que cuenta con una
amplia información estadística, se organiza en cinco capítulos:
El primero, pertinencia de un
programa de posgrado centrado en itinerarios de lectura y escritura, donde se aborda
la problemática internacional, nacional, zonal y local que atiende el programa;
Lectura y escritura como destrezas universales; problemáticas generales sobre
lectura y escritura; reflexión a escala latinoamericana; y la problemática a
nivel ecuatoriano.
El segundo, tendencias de
desarrollo local y regional incluidas en el campo de actuación profesional, se
detiene en analizar las tensiones críticas en la Zona 3: Cotopaxi, Pastaza,
Tungurahua y el Chimborazo ante los desafíos pedagógicos de la lectura y la
escritura.
El tercero, diagnóstico y análisis
territorial, ofrece un análisis situacional, cuestiones generales, situación
actual de la Zona por sector, índices y datos estadísticos, instrumento de
planificación donde se enmarca la problemática; estrategias de contribución de
los futuros profesionales a la solución de las necesidades y problemáticas
identificadas; y un análisis de la demanda estudiantil y ocupacional: funciones
y roles de los escenarios laborales en los que actuarán los futuros
profesionales.
El cuarto capítulo se encarga de la
demanda y empleabilidad en Cotopaxi, Pastaza, Tungurahua y Chimborazo.
Y el último, un análisis de los
sobre paneles de discusión y cruce de información sobre la propuesta
En definitiva, un texto muy
oportuno para poner sobre la mesa un tema clave y fundamental en el ámbito
educativo y social, que nos debe llevar a conocer la realidad sobre esta
temática para reflexionar y especialmente para actuar. Al menos, este es un
primer paso de cambio, a través de la creación de una maestría en la Zona 3. Al
tiempo, que este libro es una excusa perfecta para ir más allá de este estudio
de pertinencia, de los datos, descripciones y explicaciones relevantes, en la
estructuración de este proyecto que está enfocado en un territorio determinado,
para adentrarnos en el trasfondo real de la situación lectora en Ecuador y en sus
distintos niveles académicos. Por tanto, una iniciativa que acogemos con mucho
entusiasmo, bajo la idea de que alumbren nuevos estudios que profundicen de
forma específica y monográfica en todo el país.
De modo que extendemos nuestra
felicitación a Genoveva Ponce Naranjo, Liuvan Herrera Carpio e Ivonne Ponce
Naranjo, como a la propia Universidad Nacional de Chimborazo por esta decidida
y necesaria apuesta por la lectura y la escritura.
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