La extensa, imparable y agresiva mancha de conductas indignas y despreciables han contaminado a un ritmo vertiginoso todos los posibles campos fértiles de esta sociedad. Se siembra, a plena conciencia, sal y más sal, para cosechar desechos deshumanizados en nombre del santísimo espíritu trinitario: poder, dominación y explotación.
La “cultura” y esa “cosa”
denominada “academia” tampoco escapan a esa triste realidad, aunque intentan ocultarlo
a la percepción de la mayoría social con deshilachadas bambalinas mediáticas.
En cualquier caso, todos son partícipes activos que, libre y muy voluntariamente,
se prestan a ofrecer sus servicios de mamporreros por cuestión de apariencia estética.
Unos comportamientos que son justificados, en unos casos, por la inestabilidad
profesional, que les obligan-queriendo a tragar sapos, elefantes y todo lo que
sea necesario con excelencia de inmoralidad contrastada; otros, por la ambición
de entrar a formar parte de niveles jerárquicos, se postulan para lo que sea, e
incorporan a ese círculo de poder a familiares, amigos y a sanguijuelas
mercenarias mediocres e insaciables, deseosos de respirar ese aire contaminado de
las áreas de influencia.
Unas vulgares estrategias de
supervivencia en esta selva social, para después, en el caso de alcanzar esas
cuotas o parcelas, reproducir al pie de la letra la misma estructura y
prácticas que han sufrido en carne propia, incluso, llegan a travestirse en
crueles verdugos impasibles e infalibles.
Hay que decirlo con total
claridad. El principal valor, obsesivo y enfermizo, de esta desnortada sociedad
no es otro que la acaparación y apropiación de privilegios y recursos, a cambio
de hacer lo que sea necesario, sin importar el coste. Personajes sin escrúpulos
que, envueltos en las malas artes, ensucian los nobles ideales para ser utilizados
de forma velada bajo artimañas propagandísticas manipuladoras que encierran un
gran engaño y una estafa social.
Realmente, me encuentro cansado, harto y acosado de recibir casi todos los días una gran cantidad de correos: unos, que me invitan a participar en Congresos; otros, remitidos por editoriales o revistas científicas, que me proponen publicar mis trabajos; y una tercera modalidad, me ofrecen servicios de traducción, a cualquier idioma, de mis investigaciones ya publicadas para que sean colocadas en otras revistas. Todas estas generosas propuestas adjuntan tablas de precios, en función a la categoría e indexación de cada revista. Un negocio redondo basado en el menosprecio y en la explotación, que es fomentado por las instituciones a través de esos engañosos procesos de acreditación. Y lo más grave es que la gran mayoría muerde el anzuelo con gran gusto y satisfacción. La ciencia se ha convertido en una baratija comercial que lo único que genera es lucro y una gran estafa social, académica y científica.
Triste realidad amigo mío.
ResponderEliminarMe uno a esta realidad qué viven la ciencia, la cultura y la academia, solo nos queda el desafío de la Ética personal y el "defiendase quien pueda"
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo. Al parecer somos bichos raros en ese nicho al que acomodadamente mal llaman "academia". La vertiginosa carrera mercantilista se expande como una mancha indeleble e en la pavorosa realidad.
ResponderEliminarUna descripción impecable de nuestra penosa realidad.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo, lamentablemente es la realidad de hoy en día, pero siempre llegará algo mejor y esperemos que pronto llegue nuestro turno de tomar consciencia de los hechos
ResponderEliminarUna realidad epidémica que no se detiene sino que se propaga.
ResponderEliminarEs toda una reliadad la qué impacta
ResponderEliminarMejor explicado imposible. Sii te das una vuelta por estos lares, verás que la "contaminación" pulula por todas partes.
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