domingo, 28 de enero de 2018

Otra lagrima más en la almohada

Duodécima colaboración del proyecto "Iniciación y formación en redacción" firmada por Alexis Montesdeoca que ofrece un imaginario y escalofriante relato psicológico sobre esos monstruos que nos persiguen diariamente.

Agradecemos a www.ecuadoruniversitario.com la difusión de este artículo y la apuesta decidida y comprometida por la juventud ecuatoriana.


Alexis Montesdeoca
Cae el sol de nuevo por el horizonte. Otro día que acaba, otro horrible día que termina y comienza un anochecer de tortura. Estoy harta de esos monstruos que me persiguen sin descanso. Cada vez son más oscuros, más grandes. Todo esto para que ahora en la oscuridad sean los monstruos de mi cabeza los que me torturan hasta caer dormida.

Todas las noches lloro para soportar el día que sigue. Peleo con la idea de colgarme, de acuchillarme, de lanzarme al vacío desde un décimo piso. Qué hice para merecer esto, qué hice para sufrir tanto, por qué estoy en este mundo de oscuridad. Siempre traté de ser buena pero este mundo no es bueno conmigo. Si Dios existe por qué hay gente que sufre sin ser culpable y culpables que disfrutan sin ser buenos.

Cada día me topo con monstruos de todo tipo, cada vez más grandes y horribles. Trato de escapar siempre, de esconderme de esa realidad tortuosa. Lagrimas caen de mis ojos hasta quedar secos pero nada los aleja, nada los asusta. Grito. Grito tan fuerte y nadie escucha. Clamo ayuda y nadie entiende, me siento sola. Cada vez caigo en un hoyo del que temo jamás poder salir.
Cuando el sol se levanta, tomo aire esperando un día menos tortuoso que el anterior pero se vuelve más horrible todavía. Tengo miedo de salir y necesito correr. No puedo permanecer en un lugar mucho tiempo o alguna aberración llegará a buscarme. Cada mañana trato de que nadie note mi existencia y siempre termino equivocándome, haciéndolo todo mal. Es una tortura y un inmenso sufrimiento.
Luego me encuentro en un lugar que debe hacerme feliz, menos miserable. Pero sólo está lleno de extrañas criaturas que me hacen daño con sus gritos, que lastiman mis tímpanos y arrancan mis lágrimas. Mientras tanto ellos son felices con mi sufrimiento. Trato de escapar a un lugar cerrado a llorar hasta que alguna de esas malignas fieras logra encontrarme y a la fuerza me sacan para torturarme y encerrarme una hora con alguien que debía ahuyentar a esos monstruos de mí pero crea más y se convierte el peor de todos, con sus brazos en forma de araña y sus ojos que se mueven por todos lados. Me hace daño, me lastima, me tortura y hace más difícil toda mi miserable existencia.
Finalmente llego al lugar en donde empecé pero los monstruos siguen presentes. Allí está el que me hizo daño desde un inicio, mi padre. Un monstruo como los demás y que sólo me hace daño con la excusa de que debo obedecer y cumplir con todo lo que diga.
Nadie escucha mis gritos. Quiero gritar que sufro de depresión, que los monstruos en mi cabeza es la gente que me rodea. Quiero ayuda, quiero contar con alguien que me entienda. Sin embargo, todos piensan que eso no existe. Quiero dejar de llorar sola en el baño y antes de dormir. No quiero profesores que me juzguen y me lastimen, ni psicólogos que me causen más traumas con sus largas manos. Me siento sola. Me siento abandonada. Solo quiero saber que a alguien le importo. Un abrazo es todo lo que necesito para curar esta depresión. Un abrazo que me abriría a un nuevo mundo. Tengo miedo que alguien me haga más daño al saber esto. Ahora solo esperaré hasta mañana. Quiero un mundo mejor, que la oscuridad se aleje y quiero ser feliz simplemente por una vez, por un instante.



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