Entramos en el 2018 con la octava colaboración del proyecto "Iniciación y formación en redacción" con la reflexión de Kelly Loaiza sobre la disciplina escolar.
Agradecemos a www.ecuadoruniversitario.com la difusión de este artículo y la apuesta decidida y comprometida por la juventud ecuatoriana.
Kelly Paola Loaiza Sánchez |
En las
escuelas, particularmente en las aulas, los docentes se enfrentan a un tema
polémico pero real: la disciplina de sus estudiantes. Aspecto que en muchas
ocasiones es negativo y desde la perspectiva actual del docente, sus
consecuencias se reflejan en la obstaculización del normal desarrollo de una
clase, el progreso académico de los estudiantes, la convivencia y el clima
general del aula, incluso en sensaciones de fracaso en su profesión.
Antes de
entrar en materia creo conveniente clarificar el concepto de disciplina que
proviene del término “discere”, cuyo significado es aprender y de ahí deriva el
de “discípulo” y “disciplina”, palabras que están dialécticamente relacionadas.
Desde la antigüedad se buscaban las formas para que el estudiante aprendiera, por
tanto, disciplina encierra el esfuerzo que hacía el discípulo para aprender. De
esa concepción se derivan las expresiones “disciplinado” e “indisciplinado”, que
son calificativos del discípulo, es decir, del estudiante.
En esa
búsqueda de mecanismos con la finalidad de que los estudiantes aprendieran,
disciplina pasó a significar, por un lado, las condiciones ambientales que permiten
el aprendizaje y, por otro, las actuaciones propias del individuo para aprender.
Entonces el rol del docente se concretaba en la creación de las condiciones idóneas
para que sus discípulos aprendieran.
Actualmente,
disciplina escolar es el conjunto de normas
establecidas para mantener el orden y la subordinación, es decir, se ha
extrapolado su significado hacia un sistema disciplinario, de orden, donde la
disciplina como esfuerzo y las condiciones idóneas se han simplificado al buen
o mal comportamiento de los estudiantes. Es así que se establece una relación
donde el docente desempeña una figura autoritaria, en algunos casos, y sus
estudiantes son subordinados de ese poder bajo las cuatro paredes del aula.
De manera que esta equívoca concepción de “disciplina” es el
resultado de este malestar general en los docentes acerca del comportamiento de
sus estudiantes, dado que al estar preocupados sobre cómo se comportarán o será
su relación en el clima del aula, se está dejando de lado la labor de proponer
ciertas condiciones que permitan al estudiante interesarse por el aprendizaje y
esforzarse en adquirir conocimientos. Lo que sin duda demanda un impulso por
parte del docente.
Es muy acertado potenciar una educación integral para nuestros
niños y preocuparnos por lo cognitivo, afectivo y conductual pero lo que no se
debe hacer es intentar formar entes sumisos, pasivos y premiar a quien mejor
está como estatua en el aula. Ese es el grave error que estamos cometiendo. Los
niños necesitan moverse, jugar, quieren hacer muchas cosas al mismo tiempo y si
aspiramos a que escuchen una lectura de media hora o una exposición magistral
durante todo la mañana, permaneciendo quietos en sus asientos, por supuesto que
estamos fracasando como maestros. Aprender proviene del latín “apprehendere”,
que se relaciona con la acción de perseguir y atrapar algo. Es evidente que con
tareas pasivas en las clases no se puede atrapar el conocimiento.
Desde mi concepción un satisfactorio proceso de enseñanza-aprendizaje
depende de cómo se edifique la disciplina en la escuela, de la responsabilidad
del docente en crear las condiciones adecuadas y la búsqueda de una
participación activa por parte de los estudiantes que persiga ese “algo” como un
primer paso hacia el aprendizaje.
Fuente: http://ecuadoruniversitario.com/opinion/disciplina-escolar-una-cuestion-autoritarismo-reflexion/
Fuente: http://ecuadoruniversitario.com/opinion/disciplina-escolar-una-cuestion-autoritarismo-reflexion/
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