Dr. José Manuel Castellano |
Este
libro, Crónicas Interculturales de
los autores Brígida San Martín, Edgar Cordero y Lorena Álvarez, se confecciona a
partir de una recopilación de reportajes sobre diversos aspectos relacionados
con las comunidades étnicas ecuatorianas. Estos materiales, publicados de forma
independiente por el Diario El Mercurio de Cuenca entre 2015 a 2017, tenían en
su origen una vida efímera, muy propia de la producción periodística, para posteriormente
reposar en los anaqueles de las hemerotecas clásicas o en los archivos
digitales, por tanto, conformaba un legado disperso y reservado exclusivamente a
la consulta de investigadores e interesados. De modo que con la publicación de este
compendio, que saca a la luz pública la Editorial Centro de Estudios Sociales
de América Latina, adquiere ahora un carácter sustancial, compacto y permanente
a disposición de la ciudadanía. Ese aspecto constituye, sin lugar a dudas, el
primer gran valor a resaltar en esta publicación, al que debemos unir otras cualidades
destacadas.
Las
aportaciones recogidas en estas crónicas contienen unos rasgos dignos de
mención y elogios. Entre ellos sobresale la traza profesional de sus autores, que
han sabido imprimir su compromiso y su intencionalidad por indagar y recuperar,
desde un perfil antropológico-etnográfico, la memoria e identidad colectiva de
los pueblos y sus tradiciones a través de su propia cosmovisión, sin una
reinterpretación externa.
Junto
a ello se debe resaltar también el esmerado y elegante proceso de observación y
descripción literaria, a través de una depurada técnica que podemos denominar de
“relato fotográfico textual”, presente en todos los elementos que entran en
juego en las distintas escenas: desde el aspecto concreto que se pretende comunicar,
las descripciones de atuendos e instrumentos hasta el retrato vivo de los espacios
geográficos, climáticos, paisajísticos, sociales, humano, etc., que constituye,
por sí mismo, una fuente documental primaria, riquísima, detallada y muy precisa,
que la convierte en un cuaderno de amplios conocimientos sobre cada espacio,
tiempo, sujeto y objeto, donde se expone una visión y voz propia del legado de
las distintas comunidades, con la finalidad última de sensibilizar al lector
sobre la imperiosa necesidad de preservar y conservar las tradiciones de las
culturas ancestrales.
Asimismo
las páginas de este libro registran una perspectiva propia, la de los autores,
que va más allá del mero proceso de recogida de información y comentarios
descriptivos que les lleva, junto ese intenso trabajo de campo realizado, a una
tarea complementaria de revisión historiográfica y documental, que encierra un
explícito ejercicio periodístico profesional de gran altura, manifestado en el
tratamiento, abordaje y búsqueda de la información que pretenden trasmitir al
lector.
Crónicas Interculturales se organiza en seis capítulos a
los que le antecede unas breves reflexiones, donde se clarifica la concepción
de la interculturalidad y el enfoque que deben asumir los medios de
comunicación sobre la multiculturalidad. Asimismo, entre otras cuestiones, los
autores hacen especial énfasis en un aspecto que consideramos clave y esencial
a la hora de abordar, elaborar y difundir esa producción periodística, como es su
sustentación en las labores investigativas y en la contextualización de la
memoria a través de las manifestaciones simbólicas de estas culturas
originarias.
El
primer capítulo se dedica a la comunidad afroecuatoriana y se inicia con una
muestra de altares, que fue presentada en la Casa de Chaguarchimbana en Cuenca,
donde se exhibía la presencia, el sincretismo, las creencias, ritualidad y
simbolismo de las deidades afro en América, Ecuador y Azuay. A continuación el
lector podrá adentrarse en un interesante viaje hacia la parroquia Ambuquí del cantón
de Ibarra (provincia de Imbabura), cuna de negros cimarrones, para acercarse a la
vida del guitarrista Segundo Severo Méndez, fundador de la Banda Mocha. Sin salir del Valle del Chota se podrá encontrar con Isidro
Mina y Zoila Espinoza. El primero, un experto en sacar música e interpretar
melodías al ritmo de sanjuanitos, pasacalles y bombas por medio de una hoja de
mandarina, naranja, limón o de ficus, una práctica ancestral e identitaria de
este Valle del Chota. La segunda, conocer a la “Reina de la Bomba”, una
afroecuatoriana coronada en Colombia en 2006, que danza a ritmo de tambores,
maracas y guasa. Desde Ibarra el lector podrá desplazarse al cantón Eloy Alfaro
(provincia de Esmeralda), donde le espera la voz de arrullo, chigualo y marinba
de Rosa Huila Valencia; y desde ahí llegará a Chalguayacu, cantón Pimampiro (provincia
de Imbabura), donde tendrá la oportunidad de descubrir el nacimiento de la
música a partir de instrumentos elaborados con calabazas y hojas de pencos,
entre otras, y acercarse a los cuentos que, trasmitidos de generación en
generación, forman parte de su idiosincrasia popular. Finaliza este primer periplo
con una invitación al Palenque, círculo sagrado donde están presentes los
símbolos de la cultura afro, un culto y ritual a la libertad, donde cada componente
tiene su significado y su santo protector.
El
segundo capítulo se centra en la comunidad de Cañar y comienza con Luis Antonio
Palchisaca, un vecino de El Tambo, heredero y activista de los saberes
ancestrales, que toca la quipa, el pingullo, la flauta, el violín y el
clarinete, además, de tejer bayetas, chumbis, cuzhmas y ponchos. Desde El Tambo
el lector avanzará hasta Narrío, en Quilloac-Cañar, para conocer por dentro la
celebración y culto a San Antonio, un momento para compartir entre los vecinos
y parientes, ya que es el Santo de la unidad familiar. Seguidamente se
aproximará a descubrir de forma detallada el calendario agrícola cañari y sus
rituales; la yanushca y su preparación, que es uno de los alimentos más
ancestrales; apreciar el sonido de la chirimía de Clemente Tenezaca junto al
tamborilero, durante el juego de la escaramuza, en Semana Santa, en las octavas
de Corpus Christi y en la danza de los Tunduchiles, además, del conjunto Intiñan de los hermanos Guamán que
animan a los contra-danzantes y rucuyayas para concluir con la semblanza del
único bocinero de Cuchucún (Cañar), el Taita Sisa, Juan Doncón González.
El
tercer capítulo nos traslada a las comunidades indígenas, campesinas y a la
riqueza cultural e identitaria del Ecuador. La primera estación es la comunidad
de Gañil, Saraguro, para disfrutar, durante la festividad de Santa Rosa de Lima,
del ritual de los Danzantes Colorados, además, de conocer de primera mano, por
medio del maestro artesano Francisco Sarango, el proceso de elaboración del
sombrero de Saraguro. El viaje continúa con destino a la parroquia de Zhiña del
cantón de Nabón (provincia del Azuay) para conversar con José Domingo Morocho sobre
el histórico e interesante proceso de liberación de la hacienda Zhiña. Ante de proseguir
la ruta el lector se introducirá en la simbología de la Chakana o Cruz Andina
para tener como destino posterior el Tena, capital de la provincia del Napo, donde
le recibirá Antonio Shiguango Tunay, que le comentará sobre la ayahuasca, las
limpias, los brebajes y métodos de sanación. Esta aventura por el conocimiento continúa
con otros recorridos y temas de interés, como el asentamiento de los Saraguro
en Zamora Chinchipe; la exploración de la ruta del Hielo de la mano del último
hielero del Chimborazo, Baltazar Ushca; apreciar la artesanía y diseño textil desarrollada por Alberto
Daquilema en San Miguel de Pomachaca, parroquia Palmira del cantón Guamote (provincia de
Chimborazo); visitar el Museo Etnográfico
de Salasaca (provincia de Tungurahua), cuyas raíces se asienta en la unión de tres civilizaciones (los panzaleos,
puruháes e incas); percibir
la inquietud existente en la parroquia de Cacha (cantón de Riobamba) ante la
amenaza de desaparición de determinadas manifestaciones milenarias,
como su danza y su música; descubrir al precursor de la pintura de Tigua
(Cotopaxi), Julio Toaquiza, y valorar el arte escultórico trabajado en
madera en San Antonio de Ibarra (provincia de Imbabura).
El cuarto capítulo aborda las
fiestas heredadas de los antepasados, como el Puntiatzil en el cantón Cayambe (provincia
de Pichincha), sitio sagrado para los cayambis donde rinden tributo al Taita Inti; la
oración al Taita Inti a favor de los necesitados; las siete franjas de la
chacana; el santiguado kichwa; el carnaval intercultural de Guaranda y su
festividad del Pawcar Raymi; y también
la colorida caminata del carnaval del cantón Suscal (provincia de Cañar) hasta la
comunidad cercana de Kulla
Uco, con motivo de la celebración de Lalay
Raymi o Pawcar Raymi.
El
quinto capítulo profundiza sobre algunas fiestas religiosas mestizas en la
región andina del Ecuador, como son las coplas y danzas en el cantón Cayambe durante
la víspera de San Pedro; la fiesta del Marcantaita con su baño de purificación,
procesión de madrugada y su caminata de regreso, acompañados de los ajas, wiki,
sarawis y sarahuis en el cantón de Saraguro; la fiesta de Reyes en Salinas de Guaranda
(provincia de Bolívar) en conmemoración a los Reyes Magos; la cogida del toro en
Gullanzhapa, parroquia Tarqui (provincia del
Azuay); y la hibrida festividad de San Juan Bosco, que se celebra en la comunidad de San José de Balzay en la parroquia
Sinincay del cantón Cuenca.
El
sexto capítulo retrata algunos aspectos identitarios reflejados en determinadas
manifestaciones culturales. Este itinerario arranca con el acercamiento a la
cosmovisión de un hombre de sabiduría, el yachac Baudilio Quishpe, el Inca Runa
de Saraguro y, posteriormente, el lector se familiarizará con los secretos de
la chicha tictido, conservado por las mujeres de Nabón y sus comunidades
(provincia del Azuay); poco después podrá acceder al tradicional telar de
Francisco Asqui Pillco, un tejedor de ponchos en la comunidad de Cacha Obraje
de Riobamba (provincia de Chimborazo); también podrá recrear el pasado cañari con
una visita al complejo arqueológico Shungumarca en la parroquia General Morales
(cantón Cañar) y desplazarse a la comunidad de Juigua del cantón de Pujilí (provincia de Cotopaxi) para conocer
la historia de un
músico legendario, Julián Tucumbe; y, por último, concluye este recorrido
intercultural en las Colinas Cullca del cantón de Cuenca, donde la última guardiana
del proceso de elaboración de la chicha huevona, Ermelinda Álvarez, desvelará su
receta ancestral.
En
definitiva este libro, además de brindar un apasionante viaje intercultural por
el territorio y sus nacionalidades, tiene, desde esa acción de rescate,
investigación y divulgación, la gran virtud de contribuir a fortalecer procesos
de construcción identitaria socio-étnicas y, por consiguiente, coadyuvar a consolidar
espacios y ejercicios de derechos sociales, educativos y culturales en un país
plurinacional como es el caso de Ecuador.
Dr. José Manuel Castellano Gil
Miembro de la Academia Nacional de Historia de Ecuador
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