lunes, 28 de octubre de 2019

Acerca del libro CRÓNICAS INTERCULTURALES

Dr. José Manuel Castellano
Este libro, Crónicas Interculturales de los autores Brígida San Martín, Edgar Cordero y Lorena Álvarez, se confecciona a partir de una recopilación de reportajes sobre diversos aspectos relacionados con las comunidades étnicas ecuatorianas. Estos materiales, publicados de forma independiente por el Diario El Mercurio de Cuenca entre 2015 a 2017, tenían en su origen una vida efímera, muy propia de la producción periodística, para posteriormente reposar en los anaqueles de las hemerotecas clásicas o en los archivos digitales, por tanto, conformaba un legado disperso y reservado exclusivamente a la consulta de investigadores e interesados. De modo que con la publicación de este compendio, que saca a la luz pública la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, adquiere ahora un carácter sustancial, compacto y permanente a disposición de la ciudadanía. Ese aspecto constituye, sin lugar a dudas, el primer gran valor a resaltar en esta publicación, al que debemos unir otras cualidades destacadas.
Las aportaciones recogidas en estas crónicas contienen unos rasgos dignos de mención y elogios. Entre ellos sobresale la traza profesional de sus autores, que han sabido imprimir su compromiso y su intencionalidad por indagar y recuperar, desde un perfil antropológico-etnográfico, la memoria e identidad colectiva de los pueblos y sus tradiciones a través de su propia cosmovisión, sin una reinterpretación externa.
Junto a ello se debe resaltar también el esmerado y elegante proceso de observación y descripción literaria, a través de una depurada técnica que podemos denominar de “relato fotográfico textual”, presente en todos los elementos que entran en juego en las distintas escenas: desde el aspecto concreto que se pretende comunicar, las descripciones de atuendos e instrumentos hasta el retrato vivo de los espacios geográficos, climáticos, paisajísticos, sociales, humano, etc., que constituye, por sí mismo, una fuente documental primaria, riquísima, detallada y muy precisa, que la convierte en un cuaderno de amplios conocimientos sobre cada espacio, tiempo, sujeto y objeto, donde se expone una visión y voz propia del legado de las distintas comunidades, con la finalidad última de sensibilizar al lector sobre la imperiosa necesidad de preservar y conservar las tradiciones de las culturas ancestrales.
Asimismo las páginas de este libro registran una perspectiva propia, la de los autores, que va más allá del mero proceso de recogida de información y comentarios descriptivos que les lleva, junto ese intenso trabajo de campo realizado, a una tarea complementaria de revisión historiográfica y documental, que encierra un explícito ejercicio periodístico profesional de gran altura, manifestado en el tratamiento, abordaje y búsqueda de la información que pretenden trasmitir al lector.
Crónicas Interculturales se organiza en seis capítulos a los que le antecede unas breves reflexiones, donde se clarifica la concepción de la interculturalidad y el enfoque que deben asumir los medios de comunicación sobre la multiculturalidad. Asimismo, entre otras cuestiones, los autores hacen especial énfasis en un aspecto que consideramos clave y esencial a la hora de abordar, elaborar y difundir esa producción periodística, como es su sustentación en las labores investigativas y en la contextualización de la memoria a través de las manifestaciones simbólicas de estas culturas originarias.
El primer capítulo se dedica a la comunidad afroecuatoriana y se inicia con una muestra de altares, que fue presentada en la Casa de Chaguarchimbana en Cuenca, donde se exhibía la presencia, el sincretismo, las creencias, ritualidad y simbolismo de las deidades afro en América, Ecuador y Azuay. A continuación el lector podrá adentrarse en un interesante viaje hacia la parroquia Ambuquí del cantón de Ibarra (provincia de Imbabura), cuna de negros cimarrones, para acercarse a la vida del guitarrista Segundo Severo Méndez, fundador de la Banda Mocha. Sin salir del Valle del Chota se podrá encontrar con Isidro Mina y Zoila Espinoza. El primero, un experto en sacar música e interpretar melodías al ritmo de sanjuanitos, pasacalles y bombas por medio de una hoja de mandarina, naranja, limón o de ficus, una práctica ancestral e identitaria de este Valle del Chota. La segunda, conocer a la “Reina de la Bomba”, una afroecuatoriana coronada en Colombia en 2006, que danza a ritmo de tambores, maracas y guasa. Desde Ibarra el lector podrá desplazarse al cantón Eloy Alfaro (provincia de Esmeralda), donde le espera la voz de arrullo, chigualo y marinba de Rosa Huila Valencia; y desde ahí llegará a Chalguayacu, cantón Pimampiro (provincia de Imbabura), donde tendrá la oportunidad de descubrir el nacimiento de la música a partir de instrumentos elaborados con calabazas y hojas de pencos, entre otras, y acercarse a los cuentos que, trasmitidos de generación en generación, forman parte de su idiosincrasia popular. Finaliza este primer periplo con una invitación al Palenque, círculo sagrado donde están presentes los símbolos de la cultura afro, un culto y ritual a la libertad, donde cada componente tiene su significado y su santo protector.
El segundo capítulo se centra en la comunidad de Cañar y comienza con Luis Antonio Palchisaca, un vecino de El Tambo, heredero y activista de los saberes ancestrales, que toca la quipa, el pingullo, la flauta, el violín y el clarinete, además, de tejer bayetas, chumbis, cuzhmas y ponchos. Desde El Tambo el lector avanzará hasta Narrío, en Quilloac-Cañar, para conocer por dentro la celebración y culto a San Antonio, un momento para compartir entre los vecinos y parientes, ya que es el Santo de la unidad familiar. Seguidamente se aproximará a descubrir de forma detallada el calendario agrícola cañari y sus rituales; la yanushca y su preparación, que es uno de los alimentos más ancestrales; apreciar el sonido de la chirimía de Clemente Tenezaca junto al tamborilero, durante el juego de la escaramuza, en Semana Santa, en las octavas de Corpus Christi y en la danza de los Tunduchiles, además, del conjunto Intiñan de los hermanos Guamán que animan a los contra-danzantes y rucuyayas para concluir con la semblanza del único bocinero de Cuchucún (Cañar), el Taita Sisa, Juan Doncón González.
El tercer capítulo nos traslada a las comunidades indígenas, campesinas y a la riqueza cultural e identitaria del Ecuador. La primera estación es la comunidad de Gañil, Saraguro, para disfrutar, durante la festividad de Santa Rosa de Lima, del ritual de los Danzantes Colorados, además, de conocer de primera mano, por medio del maestro artesano Francisco Sarango, el proceso de elaboración del sombrero de Saraguro. El viaje continúa con destino a la parroquia de Zhiña del cantón de Nabón (provincia del Azuay) para conversar con José Domingo Morocho sobre el histórico e interesante proceso de liberación de la hacienda Zhiña. Ante de proseguir la ruta el lector se introducirá en la simbología de la Chakana o Cruz Andina para tener como destino posterior el Tena, capital de la provincia del Napo, donde le recibirá Antonio Shiguango Tunay, que le comentará sobre la ayahuasca, las limpias, los brebajes y métodos de sanación. Esta aventura por el conocimiento continúa con otros recorridos y temas de interés, como el asentamiento de los Saraguro en Zamora Chinchipe; la exploración de la ruta del Hielo de la mano del último hielero del Chimborazo, Baltazar Ushca; apreciar la artesanía y diseño textil desarrollada por Alberto Daquilema en San Miguel de Pomachaca, parroquia Palmira del cantón Guamote (provincia de Chimborazo); visitar el Museo Etnográfico de Salasaca (provincia de Tungurahua), cuyas raíces se asienta en la unión de tres civilizaciones (los panzaleos, puruháes e incas); percibir la inquietud existente en la parroquia de Cacha (cantón de Riobamba) ante la amenaza de desaparición de determinadas manifestaciones milenarias, como su danza y su música; descubrir al precursor de la pintura de Tigua (Cotopaxi), Julio Toaquiza, y valorar el arte escultórico trabajado en madera en San Antonio de Ibarra (provincia de Imbabura).
El cuarto capítulo aborda las fiestas heredadas de los antepasados, como el Puntiatzil en el cantón Cayambe (provincia de Pichincha), sitio sagrado para los cayambis donde rinden tributo al Taita Inti; la oración al Taita Inti a favor de los necesitados; las siete franjas de la chacana; el santiguado kichwa; el carnaval intercultural de Guaranda y su festividad del Pawcar Raymi; y también la colorida caminata del carnaval del cantón Suscal (provincia de Cañar) hasta la comunidad cercana de Kulla Uco, con motivo de la celebración de Lalay Raymi o Pawcar Raymi.
El quinto capítulo profundiza sobre algunas fiestas religiosas mestizas en la región andina del Ecuador, como son las coplas y danzas en el cantón Cayambe durante la víspera de San Pedro; la fiesta del Marcantaita con su baño de purificación, procesión de madrugada y su caminata de regreso, acompañados de los ajas, wiki, sarawis y sarahuis en el cantón de Saraguro; la fiesta de Reyes en Salinas de Guaranda (provincia de Bolívar) en conmemoración a los Reyes Magos; la cogida del toro en Gullanzhapa, parroquia Tarqui (provincia del Azuay); y la hibrida festividad de San Juan Bosco, que se celebra en la comunidad de San José de Balzay en la parroquia Sinincay del cantón Cuenca.
El sexto capítulo retrata algunos aspectos identitarios reflejados en determinadas manifestaciones culturales. Este itinerario arranca con el acercamiento a la cosmovisión de un hombre de sabiduría, el yachac Baudilio Quishpe, el Inca Runa de Saraguro y, posteriormente, el lector se familiarizará con los secretos de la chicha tictido, conservado por las mujeres de Nabón y sus comunidades (provincia del Azuay); poco después podrá acceder al tradicional telar de Francisco Asqui Pillco, un tejedor de ponchos en la comunidad de Cacha Obraje de Riobamba (provincia de Chimborazo); también podrá recrear el pasado cañari con una visita al complejo arqueológico Shungumarca en la parroquia General Morales (cantón Cañar) y desplazarse a la comunidad de Juigua del cantón de Pujilí (provincia de Cotopaxi) para conocer la historia de un músico legendario, Julián Tucumbe; y, por último, concluye este recorrido intercultural en las Colinas Cullca del cantón de Cuenca, donde la última guardiana del proceso de elaboración de la chicha huevona, Ermelinda Álvarez, desvelará su receta ancestral.
En definitiva este libro, además de brindar un apasionante viaje intercultural por el territorio y sus nacionalidades, tiene, desde esa acción de rescate, investigación y divulgación, la gran virtud de contribuir a fortalecer procesos de construcción identitaria socio-étnicas y, por consiguiente, coadyuvar a consolidar espacios y ejercicios de derechos sociales, educativos y culturales en un país plurinacional como es el caso de Ecuador.

Dr. José Manuel Castellano Gil
Miembro de la Academia Nacional de Historia de Ecuador

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