Por: José Manuel Castellano
Los
medios de comunicación, ese instrumento de control social, manipuladores y concentrados
en unas pocas manos, han conseguido nuevamente alterar la tranquilidad o
desviar la atención de la opinión pública mundial, al tiempo, que han
estimulado los magníficos dotes teatraleros en esos cenáculos parlamentarios viciados,
que no representan en ningún caso a la soberanía popular legítima, ya que son
meros lacayos de poderosos y reducidos grupos dominantes esquizofrénicos,
obsesionados por la fiebre acumulativa de bienes a costa de todo. Explotar,
robar, mentir, matar, destruir y no preguntes a quién o quiénes. Ese es su sello,
su lema, su consigna.
Los
“Papeles de Pandora” (Pandora Papers, 2021) se han convertido en estos días en
la noticia estrella global pero en menos de que cante un gallo se transmutarán
en una información estrellada, siguiendo el mismo camino que los “Papeles de
Panamá” (Panama Papers, 2016), los “Papeles del
Paraíso” (Paradise Papers, 2017), los Archivos FinCEN (FinCEN Files, 2019), etc., es decir, como se
dice en mi tierra es solo “comida para
pollos”, pues todo seguirá igual, seguiremos corriendo hacia delante con
los ojos vendados.
Si
hacemos un levísimo repaso a los titulares publicados en estos días se puede
observar un sensacionalismo reiterado, alarmante y brutal, donde los “Papeles
de Pandora” han desatado una tormenta política mundial, como si fuera eso una
gran novedad, que hipocresía tan desmesurada. Eso sí, he disfrutado de lo lindo
y me he partido de risa con dos noticias espectaculares, donde es imposible
añadir más cinismo político: “La
Eurocámara muestra su hartazgo ante la proliferación de escándalos en paraísos
fiscales” y “Hacienda investigará
posibles responsabilidades fiscales y penales que se deriven de los Papeles de
Pandora”. Tampoco se quedan atrás las declaraciones realizadas por algunos de
los que forman parte de ese listado de listillos: “yo no hice nada malo” o “lo
hice pero hace tiempo”. En síntesis, como diría un torero español en dos
palabras: “IM PRESIONANTE”.
La
lista de nombres que aparece en esa filtración es inmensa. Más de una treintena
de jefes y exjefes de Estados (poco más de media docena en América Latina), casi
medio centenar de oligarcas rusos, cerca de 400 políticos y cargos públicos, un
saco lleno de supermillonarios, incluso, algunos ejemplares relacionados con el
mundo mercantilista de la cultura, del deporte, artistas, modelos,
congregaciones religiosas y otros sucedáneos, es decir, toneladas de manzanas
podridas de la élite de este sistema tramposo y corrupto.
Esta
delicada documentación –integrada por la irrisoria cantidad de seis millones y
medio de documentos, tres millones de imágenes, más de un millón de correos
electrónicos, casi medio millón de hojas de cálculo y más de ochocientos mil
archivos– ha sido difundida públicamente por el Consorcio Internacional de
Periodistas de Investigación (International Consortium of Investigative
Journalists).
Pero,
¿quiénes son? Según su propia página web (https://www.icij.org/about/) es
una organización sin fines de lucro con sede en los EE.UU., que cuenta con 280
reporteros de investigación de más de 100 países y más de 100 organizaciones asociadas
de medios (BBC, New York Times, The Guardian, El País, La Sexta, L’Espresso, La
Nación, El Universo, etc.). Un dato muy llamativo es que este colectivo se sustenta a través
de donaciones y tiene como misión generar un cambio positivo.
Sin
querer entrar a analizar o cuestionar esos principios, esa estructura o finalidad,
que en ciertos aspectos chirrían con exceso en nuestros oídos, nos gustaría
lanzar una serie de simples preguntas: ¿Quién o quiénes están detrás de ese
colectivo? ¿Qué intereses mueven a los que filtraron esa voluminosa
información? ¿Existió algún trueque económico en la adquisición de la misma?
Sin
duda, no es nuestra intención matar al mensajero pero sí conocer al remitente.
En cualquier caso, se agradece su socialización, aunque realmente no sirva
absolutamente para nada, son papeles mojados, en el sentido de ajusticiar a esos,
que sí son verdaderos terroristas sociales. Por otro lado, tampoco los
parlamentos legislarán nada al respecto, ni intervendrán, ni bloquearán a esos
paraísos fiscales. No lo han hecho con anterioridad, ni lo harán en un futuro,
ni cercano, ni lejano. Todo, puro teatro.
Desde
la propia experiencia, uno ya peina canas, hemos aprendido a no seguir al pie
de la letra las noticias o las informaciones parciales que nos hacen llegar,
tanto la de esos supuestos representantes públicos, la de los sectores opositores,
como la de los medios de comunicación. Somos muy consciente que casi nada
sabemos, porque lo poco que sabemos, o lo que quieren que sepamos es lo que ellos
quieren y con mucho ruido de fondo; además, a quién o a quiénes y por qué les interesa
que sepamos unas cosas y otras no. Sin duda, este es un complejísimo
trabalenguas filosófico, social, económico y político pero clave para poder acercarnos,
aunque sea desde la distancia, a lo que realmente acontece, lo contrario es perpetuar
nuestra condición borreguil de esclavos sin consciencia. Y no se entienda este pensamiento
como una visión pesimista, pues el pesimista no es más que un optimista bien
informado.
La realidad es que vivimos cotidianamente en un charco de lodo sucio y hediondo, porque este sistema global está construido y sustentado esencialmente en la corrupción, que lo invade absolutamente todo: los poderes sociales, económicos, políticos, judiciales y hasta los educativos. Por tanto, estamos plenamente convencidos que por muchas filtraciones que salgan a la luz pública, éstas, desgraciadamente, no tendrán mayor alcance, ni recorrido. Todo seguirá igual, a no ser que se ataje de cuajo la raíz corrupta de este sistema, cosa bastante improbable también. Mientras tanto ¡Qué siga el espectáculo!
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