La dignidad ha muerto,
bendecida por la Santa Madre Iglesia,
la espada y la cruz se imponen de nuevo,
gracias a que unos traidores vendieron sus almas
por unos espejos y baratijas,
deshonrando así a sus muertos,
sacrificando cruelmente a su gente,
a los que alimentan con más hambre y más miseria.
Mentirosos, embusteros y rastreros,
que han jugado con el sueño de todo un pueblo.
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