miércoles, 31 de agosto de 2022

Darwin Gabriel Ramos More: Breve semblanza de un trabajador con un sueño

 Por: José Manuel Castellano

Uno, que cada vez peina menos canas debido al efecto de la gravedad temporal, ha tenido la dichosa fortuna de realizar centenares de entrevistas. De ellas hemos aprendido más, muchísimo más, que el conocimiento que nos ha proporcionado la Academia, un espacio cerrado y muy alejado de la vida real.

Encuentros estos que han tenido como eje a mujeres y hombres del mundo de la cultura y de las letras, profesionales destacados en diversas disciplinas, representantes de colectivos sociales, medioambientalistas, políticos alternativos y a ciudadanos de a pie, de la calle, en definitiva, a gente sin voz. Esa última categoría es, sin duda, la que más huellas nos ha dejado en nuestro ideario social y humanista.

En esta ocasión nos acercamos a Darwin Gabriel Ramos More con la idea de conocer superficialmente su realidad, en la que se vislumbra una dinámica común entre la juventud, al igual que sucede en otros territorios que han experimentado una evolución socioeconómica similar, a pesar que desde una opción individual se plasmen desenlaces de vida diversos y diferentes. 

Darwin Gabriel Ramos More.

Darwin, un joven de 27 años de edad al que conozco desde hace ya algún tiempo, natural del pueblo de Cangas (provincia de Tumbes, Perú), nace en el seno de una familia de pescadores artesanales, siendo el benjamín de siete hermanos. Desde muy joven combinó sus estudios con el apoyo a la subsistencia al núcleo familiar, ayudaba a su madre en la venta ambulante de artesanías (collares, pulseras, vestidos…) y, de forma individual, a través de la venta de gaseosas. Tras concluir su etapa de Secundaria y realizar algunos cursos de bartender, en academias privadas, se incorporó muy temprano, con 16 años, al mundo laboral formal, siguiendo los pasos de muchos jóvenes de Canoas de Punta Sal. Un enclave, que en aquellos momentos era un arenal abandonado, sin inversión, ni perspectivas de futuro que vivía exclusivamente de la pesca tradicional (langosta, pulpo, lisa o pámpano, entre otros). Desde hace dos décadas, esa zona empezó a despuntar como un destino turístico atractivo, tanto nacional como internacional, y desde hace unos años ha ampliado su oferta con servicios de pesca costera o de altura, avistamiento de ballenas, nadar con tortugas, paseo costero, etc.

Su primera experiencia laboral, como ayudante de bar, fue en el Club Punta Sal, un establecimiento muy conocido en la zona en aquellos momentos y, poco después, a sus 17 años sería contratado eventualmente, como personal de apoyo en eventos puntuales, en el resort Royal Decameron Punta Sal de Perú, y en determinadas ocasiones sustituía al personal que disfrutaba de sus periodos de vacaciones. En esa primera fase sus contratos fueron “irregulares o ilegales” y, por consiguiente, percibía un salario inferior al establecido (500 soles mensuales frente a los 750 estipulado), aunque tras cumplir los 18 años ya fueron regularizados.

Tres años más tarde prestaba sus servicios profesionales a un hotel en Zorritos por un corto periodo de tiempo, dos meses tan solo, debido a la declaratoria de emergencia dictada en Tumbes como consecuencia de los efectos de la “Corriente del Niño”, que repercutió en las instalaciones hoteleras y conllevó a una reducción significativa de la demanda turística. Esas circunstancias llevaron al hotel a declararse en quiebra y, por tanto, Darwin perdía su puesto de trabajo, con el agravante de que nunca llegó a recibir el salario correspondiente a esos meses.

En agosto de 2017 iniciaba una nueva relación contractual en un establecimiento turístico ubicado en Punta del Norte, un pequeño paraíso terrenal regentado por mi buen amigo Alejandro, donde ejerció diversas funciones, desde mesero, bartender, chef, atención al cliente y servicios de mantenimiento. Sin embargo, en 2020, un nuevo contratiempo surgía a causa de la pandemia y el consiguiente cierre del Hotel. Fue un tiempo duro, muy duro, donde tuvo que dedicarse durante esos dos años a la pesca artesanal -actividad que no sufrió limitaciones al ser considerada de primera necesidad-, como único sustento familiar, integrada por su compañera y un hijo pequeño.

Afortunadamente, el retorno a la normalidad, en 2022, activaba el movimiento turístico en la zona y Darwin se reincorporaba al Hotel Punta del Norte hasta la actualidad, con una mirada e ilusión puesta en poder cumplir, en un futuro cercano, su gran sueño: ser un emprendedor, montar su propio negocio, un restaurante rústico con vista al mar, donde aplicar todo el aprendizaje recibido en Punta Norte, donde se ha sentido muy a gusto, donde ha crecido junto al hotel y donde ha trabajado desde abajo, codo a codo con su propietario, con quien nunca ha tenido un desencuentro y siempre ha contado con su total apoyo, especialmente en los momentos más difíciles de su vida. Cerramos esta breve semblanza con el anhelo de que su esperanza se convierta muy pronto en una plena realidad. Buena suerte amigo.

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