Por: José Manuel Castellano
Uno, que cada vez peina menos canas
debido al efecto de la gravedad temporal, ha tenido la dichosa fortuna de realizar
centenares de entrevistas. De ellas hemos aprendido más, muchísimo más, que el
conocimiento que nos ha proporcionado la Academia, un espacio cerrado y muy alejado
de la vida real.
Encuentros estos que han tenido
como eje a mujeres y hombres del mundo de la cultura y de las letras, profesionales
destacados en diversas disciplinas, representantes de colectivos sociales, medioambientalistas,
políticos alternativos y a ciudadanos de a pie, de la calle, en definitiva, a
gente sin voz. Esa última categoría es, sin duda, la que más huellas nos ha
dejado en nuestro ideario social y humanista.
En esta ocasión nos acercamos a Darwin
Gabriel Ramos More con la idea de conocer superficialmente su realidad, en la
que se vislumbra una dinámica común entre la juventud, al igual que sucede en otros
territorios que han experimentado una evolución socioeconómica similar, a pesar
que desde una opción individual se plasmen desenlaces de vida diversos y diferentes.
Darwin Gabriel Ramos More. |
Darwin, un joven de 27 años de
edad al que conozco desde hace ya algún tiempo, natural del pueblo de Cangas
(provincia de Tumbes, Perú), nace en el seno de una familia de pescadores
artesanales, siendo el benjamín de siete hermanos. Desde muy joven combinó sus
estudios con el apoyo a la subsistencia al núcleo familiar, ayudaba a su madre
en la venta ambulante de artesanías (collares, pulseras, vestidos…) y, de forma
individual, a través de la venta de gaseosas. Tras concluir su etapa de Secundaria
y realizar algunos cursos de bartender, en academias privadas, se
incorporó muy temprano, con 16 años, al mundo laboral formal, siguiendo los pasos
de muchos jóvenes de Canoas de Punta Sal. Un enclave, que en aquellos momentos era
un arenal abandonado, sin inversión, ni perspectivas de futuro que vivía exclusivamente
de la pesca tradicional (langosta, pulpo, lisa o pámpano, entre otros). Desde
hace dos décadas, esa zona empezó a despuntar como un destino turístico
atractivo, tanto nacional como internacional, y desde hace unos años ha
ampliado su oferta con servicios de pesca costera o de altura, avistamiento de
ballenas, nadar con tortugas, paseo costero, etc.
Su primera experiencia laboral,
como ayudante de bar, fue en el Club Punta Sal, un establecimiento muy conocido
en la zona en aquellos momentos y, poco después, a sus 17 años sería contratado
eventualmente, como personal de apoyo en eventos puntuales, en el resort Royal
Decameron Punta Sal de Perú, y en determinadas ocasiones sustituía al personal
que disfrutaba de sus periodos de vacaciones. En esa primera fase sus contratos
fueron “irregulares o ilegales” y, por consiguiente, percibía un salario
inferior al establecido (500 soles mensuales frente a los 750 estipulado),
aunque tras cumplir los 18 años ya fueron regularizados.
Tres años más tarde prestaba sus
servicios profesionales a un hotel en Zorritos por un corto periodo de tiempo, dos
meses tan solo, debido a la declaratoria de emergencia dictada en Tumbes como consecuencia
de los efectos de la “Corriente del Niño”, que repercutió en las instalaciones hoteleras
y conllevó a una reducción significativa de la demanda turística. Esas
circunstancias llevaron al hotel a declararse en quiebra y, por tanto, Darwin
perdía su puesto de trabajo, con el agravante de que nunca llegó a recibir el salario
correspondiente a esos meses.
En agosto de 2017 iniciaba una nueva relación contractual en un establecimiento turístico ubicado en Punta del Norte, un pequeño paraíso terrenal regentado por mi buen amigo Alejandro, donde ejerció diversas funciones, desde mesero, bartender, chef, atención al cliente y servicios de mantenimiento. Sin embargo, en 2020, un nuevo contratiempo surgía a causa de la pandemia y el consiguiente cierre del Hotel. Fue un tiempo duro, muy duro, donde tuvo que dedicarse durante esos dos años a la pesca artesanal -actividad que no sufrió limitaciones al ser considerada de primera necesidad-, como único sustento familiar, integrada por su compañera y un hijo pequeño.
Afortunadamente, el retorno a la normalidad, en 2022, activaba el movimiento turístico en la zona y Darwin se reincorporaba al Hotel Punta del Norte hasta la actualidad, con una mirada e ilusión puesta en poder cumplir, en un futuro cercano, su gran sueño: ser un emprendedor, montar su propio negocio, un restaurante rústico con vista al mar, donde aplicar todo el aprendizaje recibido en Punta Norte, donde se ha sentido muy a gusto, donde ha crecido junto al hotel y donde ha trabajado desde abajo, codo a codo con su propietario, con quien nunca ha tenido un desencuentro y siempre ha contado con su total apoyo, especialmente en los momentos más difíciles de su vida. Cerramos esta breve semblanza con el anhelo de que su esperanza se convierta muy pronto en una plena realidad. Buena suerte amigo.
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