Atreverse a definir el futbol
como un “hecho cultural, un símbolo que comunica el sentido de lo nacional y
que cumple un rol cohesionador y movilizador con potencial para unir a la
sociedad” o tener la osadía de reconceptualizar
el “sentido de pertenencia”, con la justificación de estimular “el sentimiento
y unidad nacional”, mediante la suspensión de clases, nos parece una aberración
esperpéntica y una bufonada muy propia de discusiones de barra de bar.
Pero si
esas declaraciones provienen de una rectora de un centro de Enseñanza Superior
y de una Ministra de Educación, la situación, entonces, adquiere tonos de una
gravedad sin límites, una mediocridad incalificable, un pragmatismo demagogo burlesco
y una simplona politiquería de “pan y circo”. ¡Así nos va!
Fuerte pero real
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