A Mateo S. Silva Buestán, "un mirlo blanco".
Hace
un año tuve el inmenso privilegio de prologar el primer libro de este joven
amigo, aunque intelectualmente maduro, con el que hemos compartido aprendizajes
y conocimientos de ida y vuelta durante varios años. Ahora doce meses después
nos volvemos a reencontrar en esta ventana virtual para anunciar su segunda
obra, “RAREZAS. Variopintos
relatos y confusos versos”, cuyo prefacio viene firmado por un sesudo
investigador y serio académico de altos vuelos en el área de la Psicología y de
las Ciencias Sociales, que paralelamente cultiva con esmera exquisitez y maestría
distintos géneros literarios, junto a unas columnas de opinión que están impregnadas
de profusa erudición.
Por
tanto, mi doble gratitud a Pedro Martínez Suárez por aceptar y prologar con ese
talento y elegancia este compendio de profundas e interesantes reflexiones de
Mateo Sebastián Silva Buestán, que vienen aderezadas con relatos, cuentos cortos
y poemas en los que el autor comparte sus conflictos internos frente a esta
realidad incalificable, con la intención de trasladar al lector ese necesario
debate para provocar un caos mental, que active un despertar de nuevas miradas.
Nuevas
miradas que nos liberen de adoctrinamientos y alienaciones, al menos desde el
plano del pensamiento. Por ello, el autor no es parte integrante de esa masa
descerebrada, de esa sociedad de humanos robotizados y se atreve a enfrentarse abiertamente
con estos textos a esos especímenes adictos al poder y a su corte de lacayos, que
ocupan distintas parcelas y niveles, con la pretensión de imponer relaciones de
verticalidad, sumisión y mediocridad. Mateo desde su estrecha trinchera, tan
solo, enarbola a los cuatro vientos la bandera del libre pensamiento, a pesar
de las tentaciones, las cortapisas, las emboscadas y las bombas lapas.
Desde
un plano estrictamente personal, debo confesar el orgullo de haber caminado
junto a este “Mirlo Blanco”, a quien admiro ciegamente a pesar de su
juventud y que tiene, no un futuro prometedor, sino un presente
extraordinariamente brillante y excepcional. Mis mejores parabienes para ti,
querido amigo, y ten siempre muy presente ese mensaje que, tanto a ti como al
resto de nuestros compañeros, les reitero constantemente hasta la saciedad, “nada
hemos hecho, nos queda todo por hacer y mucho por aprender”.
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