sábado, 24 de diciembre de 2022

Tercera fase del periplo

Después de liberar al café, al cenicero y al tabaco mantuvimos un pulso con el Dios del Tiempo. Nosotros, los expedicionarios, teníamos como misión confiscar un artefacto diabólico que desafiara la gravedad terrestre. Esa empresa no resultó cosa sencilla, pero el ímpetu y la estrategia empleada resultaron todo un éxito. Cabalgamos por senderos de luces y melodías para derrotar al viejo e infatigable Crono, que cayó rendido a nuestro paso.

La soldadesca celebró esa fausta victoria con el reparto del suculento botín. Sin tiempo emprendimos nuestro gran reto: cruzar el Rubicón. Poco después, el gran Atlante, desde la lejanía, nos hacía llegar sus bendiciones en esta nueva y larga travesía de retorno a los Campos Elíseos, con el previamente encargo de saludar a Hércules.

El sustentador del mundo, como agradecimiento a nuestra visita, nos confesó el cansancio e inutilidad de su empeño secular, no por falta de fuerza o energía sino por la propia estupidez de esos villanos mortales, unos seres minúsculos, ambiciosos y engreídos que se creen divinidades del Olimpo, cuando su existencia es circunstancial, intrascendente e insignificante. Su agotamiento por la estupidez humana le ha llevado a pensar dejar caer, por unos instantes, este globo cada vez más gris.

Aeropuerto Internacional Mariscal Sucre, Quito (Ecuador).
Embarcando con destino a Madrid.
Llegada a la capital del reino.
Tren del Aeropuerto Internacional Adolfo Suárez, Madrid.
Aeropuerto Internacional Adolfo Suárez, Madrid.

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