En síntesis, esa escena en
cuestión (a la que puede acceder a través del siguiente enlace https://www.youtube.com/watch?v=R24IjoPfjXw)
parte de una propuesta de la docente para que todos los alumnos, en ese momento
presentes en el aula, ante la pregunta del color de una carpeta verde, respondieran
que su color era rojo. Esta experimentación iba dirigida a conocer la reacción
de algún alumno que se incorporara rezagado a esa sesión, “como suele
suceder” (sic). En definitiva, la respuesta del alumno, que se había integrado
al aula con posterioridad, confirmaba el erróneo color rojo, de una carpeta que
evidentemente era verde. Por tanto, se concluía que un individuo renuncia a su propio
criterio y asume la opinión de la mayoría para evitar el rechazo de la masa.
Ese
planteamiento cinematográfico, sin embargo, no es nada nuevo en el campo científico.
En 1951, un equipo de investigadores, liderado por el psicólogo Solomon Asch, había
llevado a cabo un experimento (al que usted puede acceder también a través del enlace
https://www.youtube.com/watch?v=tAivP2xzrng),
que tenía como principal objetivo determinar las condiciones que lleva al individuo
a mantener un criterio independiente o, por el contrario, asumir la presión de
la mayoría. Ese ensayo determinó la incidencia del grupo -conformado por cómplices colaboradores- sobre el sujeto de estudio, es
decir, la “conformidad en el grupo”.
Pues
bien, hace unas semanas y sin premeditación alguna, cuando estaba exhibiendo
esa breve secuencia de Merlí, impedí el ingreso momentáneo al aula a dos
alumnos que llegaban tarde (una chica y un chico), con la idea de confrontar
ese experimento. La verdad es que tenía muy serias dudas de alcanzar un
resultado similar al obtenido en la mencionada serie. Acordé previamente el
mismo procedimiento con los alumnos presentes con respecto al color de la
carpeta. La sorpresa fue mayúscula. Esos dos alumnos siguieron el mismo criterio
erróneo de la mayoría. Me quedé frio, helado.
Una
cosa es utilizar un recurso, desde una perspectiva teórica, para motivar la reflexión
y otra muy distinta es (re)confirmar, no sólo a través de esta experiencia sino mediante una serie de procesos indagatorios que venimos realizando en estos
últimos años, las grandes carencias lectoras, de comprensión, de comunicación, de
conocimientos esenciales y básicos, del enorme déficit de reflexión, las grandes
dificultades para ejercitar el pensamiento, las elevadas debilidades de una
educación en valores, en género, en educación medioambiental, la inexistencia
de un espíritu crítico, etc., que contrasta radicalmente frente a esas campañas
mediáticas y propagandísticas que nos presenta el mejor de los mundos
educativos posibles: “modelos pedagógicos innovadores”, “calidad”,
“excelencia”, “innovación”, “transformación social”, “espíritu crítico”,
“educación en género”, “educación medioambiental”, “educación en valores” y un
sinfín de retahílas más.
La pura realidad es que estamos formando replicantes de ciudadanos mudos, indiferentes, obedientes y sumisos para que no incomoden a la estructura establecida.
Un excelente artículo esclarecedor y, al mismo tiempo, preocupante.
ResponderEliminarDESDE LA EXPERIENCIA EN EDUCACIÓN , EXCELENTE REFLEXION. UNA REALIDAD INALTERABLE POR EL CONTEXTO SOCIAL EN EÑ QUE VIVIMOS , CARENTE DE EDUCACIÓN .
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