Les propongo un complejo ejercicio reflexivo. Imaginemos por unos
instantes que nos encontramos en un contexto social donde los chismes, las
mentiras y la manipulación son los pilares sustentadores y articuladores de la
vida pública, de los espacios políticos, de las parcelas laborales, del ámbito
académico y educativo.
Chismes y mentiras que corren como pólvora encendida y que traspasan la
velocidad de la luz. En algunas ocasiones juegan un papel de entretenimiento para
el adormecimiento social y, en la inmensa mayoría de los casos, es empleada como
estrategia maquiavélica de confusión para generar inestabilidad y conflictos por
medio del arte manipulador, con la finalidad de crear corrientes de opinión
mediatizadas y sesgadas, sobre aquellos sujetos incapaces de construir, desde
su libertad y su conocimiento, un posicionamiento propio e independiente sostenido
en la reflexión y en el contraste.
Nada nuevo bajo el sol, aunque en esta época de revolución tecnológica,
de comunicación y de la información -que parecía que nos iba a liberar de esas
rancias cadenas- nos encontramos, por el contrario, todavía hoy más que nunca y
de forma globalizada, sometidos a un régimen penitenciario de esclavitud mental
perpetuo. Somos, pensamos y decimos lo que “otros” quieren que seamos, que
pensemos y digamos.
Esto que planteamos explicaría el gran auge y efectividad de ese viejo
recurso que ha sido adaptado a los nuevos tiempos, a través de las “noticias falsas” (Fake news), que son capaces de movilizar sin criterio, crear opinión
alienada, hacer caer gobiernos, ganar elecciones o apropiarse ilegítimamente de
pequeños lotes de poder bajo el ideario del que “todo vale”.
Llegado a este punto, nos apena decir (ojalá esté equivocado, aunque
sea medianamente) que transitamos por unos senderos oscuros alejados de los espacios
de libertad y que están altamente jerarquizados por esos estamentos sectarios de
poder y contrapoder, que representan y luchan por el mismo objetivo: mantener o
alcanzar el control, para ejercerlo durante el mayor tiempo posible, a través
de un sistema de sumisa obediencia y en la reproducción generalizada de comportamientos
de dominación.
Bajo estas premisas enunciadas ¿Cree usted, estimado ciudadano, que esta
contextualización expuesta puede inscribirse en un proceso que vaya encaminado
a construir un pueblo culto y, por consiguiente, a cimentar las bases de una
sociedad futura integrada por mujeres y hombres libres?
José Manuel Castellano Gil
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