“La infancia, es un hermoso árbol de caramelos donde cada vivencia es de
un caramelo de un sabor diferente. Hay
días de fresa, otros de tamarindo, pero los especiales son de miel”.
David Sequera. |
Se dice que la narración de historias, cuentos, leyendas,
sagas, anécdotas, chistes y sus similares, es una de las actividades
expresivo-creadoras más antiguas de la historia humana. Esta habilidad, única
en nuestra especie, comienza desde que comenzamos a existir. Todo este proceso de adquisición del lenguaje empieza ya en el vientre materno, desde allí, los futuros niños perciben
sensaciones y sonidos, los cuáles serán sus primeras herramientas para entender
el mundo desconocido que los rodea.
Como curioso del lenguaje, no quise dejar pasar tan transcendente
oportunidad narrativa que Dios me proponía a través de mis hijos. Por ello me dispuse a anotar (casi
inmediatamente), cual cronista de la palabra, algunas frases que mis hijos
pronunciaban desde su nacimiento hasta la edad de nueve años, en el caso de
Isabel y siete en Andrés.
Pero, ¿Cómo surge la idea de
estos relatos?
Siempre me gustado la literatura,
esto se lo debo a mi madre Marina y a mi educación salesiana que recibí por
muchos años. En este sentido, una vez en una clase de lectura y escritura
(postgrado, 2002) el gran escritor venezolano Armando José Sequera, nos comentó
sobre uno de sus libros “Teresa”, en el cual relataba vivencias reales con sus
hijos de una manera muy amena.
Comentó una corta anécdota cuando,
una tarde, en la estación de gasolina, teresa miró desde el carro de su papá
una irregular mancha de aceite en el piso.
-Papá, papá, gritó ella muy emocionada. El papá, que estaba a su
lado le preguntó:
- ¿Qué sucede Teresa?
- Mira papi, el arco iris se está muriendo.
Juré, desde entonces llevar una
bitácora de lo cotidiano, con mis hijos y mi querida esposa Julia. Fue así que,
por espacio de diez años me dediqué a escribir relatos jocosos de mis hijos
Andrés e Isabel desde el momento de su nacimiento. Ya ella tiene diez y él ocho
años de edad.
¿El
título de su obra, “El árbol de caramelos”? ¿A qué hace referencia?
Se refiere a relatos orales que
contaron mis hijos en una manera de entender al mundo en que vivieron su
infancia, relatos que fui escribiendo casi al mismo tiempo en que
espontáneamente la anécdota sucedía. Para ellos el mundo, durante la infancia,
es un hermoso árbol de caramelos donde cada vivencia es de un caramelo de un
sabor diferente, hay días de fresa, otros de tamarindo, pero los especiales son
de miel. La frase original es de mi hija
Isabel que a sus cinco años preguntó si existían los árboles de caramelos.
¿Quiénes son Isabel y Andrés?
Isabel es una encantadora niña de diez años. Es también la
lustradora de este libro. Desde pequeña le ha gustado escribir historias. Le
encanta leer cuentos. Desde sus primeros años, sin saber leer propiamente, ya
“leía” cuentos clásicos a su hermanito. Nunca sale a la calle sin su libretita
de notas. Le fascina además el color morado, andar en bici, patinar, bailar
flamenco, jugar football, andar en su mono patín, conversar sobre cualquier
tema, y sobre todo le encanta dibujar en su caballete.
Andrés es un niño espectacular de ocho años. Es un poco
reservado en su hablar. Es muy observador y le encantan las matemáticas. Como
todo niño le gusta correr, jugar, ver las series favoritas infantiles de la TV.
Lee muy bien desde pequeñín, juega football, es amable con los compañeritos de
su clase y sobre todo es muy ingenioso y creativo. Puede pasar todo el día
jugando con sus juguetes y superhéroes que no paran de luchar entre ellos. Me
ha comentado que cuando un niño en la escuela lo molesta él se ríe y se aleja
(…).
Fue todo un maravilloso descubrimiento escuchar y dejar
por escrito, cómo ellos descubrían el universo humano de la palabra en el
tiempo limitado de esos tiernos años, una infancia que lamentablemente les está
diciendo adiós.
Hubo momentos difíciles, sobre todo en la etapa de los
“por qué” en la cual yo no sabía muchas veces la respuesta más asertiva. Luego
descubrí que no siempre mis hijos esperaban una respuesta, solo trataban de
dilucidar, cual “exploradores mayéuticos del lenguaje” una de tantas maneras de
tratar de entender el extraño mundo que contemplaban.
― ¿Por qué los morrocoys caminan lento papi? ―Pregunta
Andrés.
— ¿Por qué las mariposas no suben hasta el cielo?
―Continúa Isabel
- ¿Quién atendía el cielo cuando Jesús estaba en la tierra?
- La virgen María le cambiaba el pañal al Niño Jesús?
- Papi, no voy a crecer y me
quedaré contigo.
- Papi, los padres no se ponen viejitos, los abuelos sí.
- Lo mejor de las vacaciones
fue tenerte a mi lado.
¿El título de su obra, “El
árbol de caramelos”, a qué hace referencia?
Se refiere a relatos orales que contaron mis hijos en una
manera de entender al mundo en que vivieron su infancia, relatos que fui
escribiendo casi al mismo tiempo en que espontáneamente la anécdota sucedía.
Para ellos el mundo, la infancia, es un hermoso árbol de caramelos donde cada
vivencia es de un caramelo de un sabor diferente, hay días de fresa, otros de
tamarindo, pero los especiales son de miel.
La frase original es de mi hija Isabel que a sus cinco años preguntó si
existían los árboles de caramelos.
¿A quién va dirigido y qué puede
encontrar el lector en este libro?
El libro va dirigido a todo público: a nosotros los
adultos, ya que nos ayuda a entender el mundo de nuestros pequeños hijos, un
mundo que nos muestran a través de sus palabras. A los jóvenes, para que se
animen al mundo de la escritura, la cual no solo debe tratar de extensos textos
y complicaciones filosóficas, y sobre todo a los niños, esos “terribles
encantos que tiene el hogar” (Silvio Rodríguez) quienes al leer sus ocurrencias
vuelven a regalarnos esas sonrisas tan necesarias en la casa. Es necesario decir va dirigido con una
intención principal, a mis hijos a través de estas palabras finales:
Quede pues este libro, cuyo
estilo narrativo me atrevo a llamarlo “literatura de la cotidianidad”, como
testimonio fotográfico de la palabra que narraron mis hijos en la tierna edad
de su infancia que, aunque nunca volverá, ha dejado hermosos recuerdos que les
servirán de suave arroyo y serán sosiego
en los momentos en que obligatoriamente
deban enfrentar las tormentas de la vida, las cuales estoy seguro superarán y,
gracias a los recuerdos de la infancia, cual faro de Alejandría, les permitirá llegar
a lejanos y maravillosos mares y puertos por conquistar. Muchas gracias.
David M. Sequera
2020
No hay comentarios:
Publicar un comentario