jueves, 30 de enero de 2020

Intervención de David Sequera, autor de "El árbol de caramelos", durante el acto de presentación

La infancia, es un hermoso árbol de caramelos donde cada vivencia es de un caramelo de un sabor diferente.  Hay días de fresa, otros de tamarindo, pero los especiales son de miel”.

David Sequera.
Estoy muy emocionado y agradecido por la presencia de todos ustedes en esta sala, en este Museo neoclásico, centinela del patrimonio ecuatoriano, impregnado de una irrefutable energía literaria y afectiva que  nos convoca y nos hermana. Agradecido con Dios, ser supremo, agradecido con mi Madre Marina (Ojalá estuviese acá), agradecido con mi familia, mi esposa Julia lorena y mis hijos Isabel y Andrés. Hermano Ricardo, amigos de la vida gracias por venir. Agradecido con  mis colegas profesores de la Universidad y del Técnico Salesiano  que, en medio de tantas responsabilidades, me acompañan. Agradecido con la Editorial Centro de Estudios sociales de América Latina (José Manuel, Kelly, Yessenia, Mariela…) y agradecido sobre todo por los jóvenes estudiantes, mis alumnos.  Gracias por estar acá.
Se dice que la narración de historias, cuentos, leyendas, sagas, anécdotas, chistes y sus similares, es una de las actividades expresivo-creadoras más antiguas de la historia humana. Esta habilidad, única en nuestra especie, comienza desde que comenzamos a existir.  Todo este proceso de adquisición del lenguaje empieza ya en el vientre materno, desde allí, los futuros niños perciben sensaciones y sonidos, los cuáles serán sus primeras herramientas para entender el mundo desconocido que los rodea.
Como curioso del lenguaje, no quise dejar pasar tan transcendente oportunidad narrativa que Dios me proponía a través de mis hijos.  Por ello me dispuse a anotar (casi inmediatamente), cual cronista de la palabra, algunas frases que mis hijos pronunciaban desde su nacimiento hasta la edad de nueve años, en el caso de Isabel y siete en Andrés.
Pero, ¿Cómo surge la idea de estos relatos?
Siempre me gustado la literatura, esto se lo debo a mi madre Marina y a mi educación salesiana que recibí por muchos años. En este sentido, una vez en una clase de lectura y escritura (postgrado, 2002) el gran escritor venezolano Armando José Sequera, nos comentó sobre uno de sus libros “Teresa”, en el cual relataba vivencias reales con sus hijos de una manera muy amena.  
Comentó una corta anécdota cuando, una tarde, en la estación de gasolina, teresa miró desde el carro de su papá una irregular mancha de aceite en el piso.
-Papá, papá, gritó ella muy emocionada. El papá, que estaba a su lado le preguntó:
- ¿Qué sucede Teresa?
- Mira papi, el arco iris se está muriendo.
Juré, desde entonces llevar una bitácora de lo cotidiano, con mis hijos y mi querida esposa Julia. Fue así que, por espacio de diez años me dediqué a escribir relatos jocosos de mis hijos Andrés e Isabel desde el momento de su nacimiento. Ya ella tiene diez y él ocho años de edad.
¿El título de su obra, “El árbol de caramelos”? ¿A qué hace referencia?
Se refiere a relatos orales que contaron mis hijos en una manera de entender al mundo en que vivieron su infancia, relatos que fui escribiendo casi al mismo tiempo en que espontáneamente la anécdota sucedía. Para ellos el mundo, durante la infancia, es un hermoso árbol de caramelos donde cada vivencia es de un caramelo de un sabor diferente, hay días de fresa, otros de tamarindo, pero los especiales son de miel.  La frase original es de mi hija Isabel que a sus cinco años preguntó si existían los árboles de caramelos.
¿Quiénes son Isabel y Andrés?

Isabel es una encantadora niña de diez años. Es también la lustradora de este libro. Desde pequeña le ha gustado escribir historias. Le encanta leer cuentos. Desde sus primeros años, sin saber leer propiamente, ya “leía” cuentos clásicos a su hermanito. Nunca sale a la calle sin su libretita de notas. Le fascina además el color morado, andar en bici, patinar, bailar flamenco, jugar football, andar en su mono patín, conversar sobre cualquier tema, y sobre todo le encanta dibujar en su caballete.
Andrés es un niño espectacular de ocho años. Es un poco reservado en su hablar. Es muy observador y le encantan las matemáticas. Como todo niño le gusta correr, jugar, ver las series favoritas infantiles de la TV. Lee muy bien desde pequeñín, juega football, es amable con los compañeritos de su clase y sobre todo es muy ingenioso y creativo. Puede pasar todo el día jugando con sus juguetes y superhéroes que no paran de luchar entre ellos. Me ha comentado que cuando un niño en la escuela lo molesta él se ríe y se aleja (…).
Fue todo un maravilloso descubrimiento escuchar y dejar por escrito, cómo ellos descubrían el universo humano de la palabra en el tiempo limitado de esos tiernos años, una infancia que lamentablemente les está diciendo adiós.
Hubo momentos difíciles, sobre todo en la etapa de los “por qué” en la cual yo no sabía muchas veces la respuesta más asertiva. Luego descubrí que no siempre mis hijos esperaban una respuesta, solo trataban de dilucidar, cual “exploradores mayéuticos del lenguaje” una de tantas maneras de tratar de entender el extraño mundo que contemplaban.
― ¿Por qué los morrocoys caminan lento papi? ―Pregunta Andrés.
— ¿Por qué las mariposas no suben hasta el cielo? ―Continúa Isabel
- ¿Quién atendía el cielo cuando Jesús estaba en la tierra?
- La virgen María le cambiaba el pañal al Niño Jesús?
-  Papi, no voy a crecer y me quedaré contigo.
- Papi, los padres no se ponen viejitos, los abuelos sí.
-  Lo mejor de las vacaciones fue tenerte a mi lado.
¿El título de su obra, “El árbol de caramelos”, a qué hace referencia?
Se refiere a relatos orales que contaron mis hijos en una manera de entender al mundo en que vivieron su infancia, relatos que fui escribiendo casi al mismo tiempo en que espontáneamente la anécdota sucedía. Para ellos el mundo, la infancia, es un hermoso árbol de caramelos donde cada vivencia es de un caramelo de un sabor diferente, hay días de fresa, otros de tamarindo, pero los especiales son de miel.  La frase original es de mi hija Isabel que a sus cinco años preguntó si existían los árboles de caramelos.
¿A quién va dirigido y qué puede encontrar el lector en este libro?
El libro va dirigido a todo público: a nosotros los adultos, ya que nos ayuda a entender el mundo de nuestros pequeños hijos, un mundo que nos muestran a través de sus palabras. A los jóvenes, para que se animen al mundo de la escritura, la cual no solo debe tratar de extensos textos y complicaciones filosóficas, y sobre todo a los niños, esos “terribles encantos que tiene el hogar” (Silvio Rodríguez) quienes al leer sus ocurrencias vuelven a regalarnos esas sonrisas tan necesarias en la casa.  Es necesario decir va dirigido con una intención principal, a mis hijos a través de estas palabras finales:
Quede pues este libro, cuyo estilo narrativo me atrevo a llamarlo “literatura de la cotidianidad”, como testimonio fotográfico de la palabra que narraron mis hijos en la tierna edad de su infancia que, aunque nunca volverá, ha dejado hermosos recuerdos que les servirán de suave arroyo  y serán sosiego  en los momentos en que obligatoriamente deban enfrentar las tormentas de la vida, las cuales estoy seguro superarán y, gracias a los recuerdos de la infancia, cual faro de Alejandría, les permitirá  llegar  a lejanos y maravillosos mares y puertos por conquistar.  Muchas gracias.

David M. Sequera
2020

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