viernes, 3 de abril de 2020

ASÍ NOS CONTARON LA HISTORIA DE ESMERALDAS

Ing. Bing Nevárez Mendoza
Miembro Numerario de la Academia Nacional de Historia de Ecuador

Ing. Bing Nevárez Mendoz
La investigación que el catedrático Manuel Ferrer Muñoz pone hoy en manos de los ecuatorianos (en general) y de los esmeraldeños (en particular) constituye un gran esfuerzo no sólo histórico sino metodológico, como un aporte a la enseñanza y aprendizaje de la historia en la Educación Intercultural Bilingüe de nuestro país.
El malagueño, con amplio conocimiento docente e investigativo, se ha tomado su tiempo para escudriñar la historiografía de la Provincia Verde, en calidad de ejemplo dentro de un contexto de país, lo cual es demostrativo de su compromiso profesional como experto dentro de los programas Prometeo que suscitaron su presencia en nuestro suelo, así como también de su aprecio por nuestra cultura latinoamericana, pues también tiene en su haber otra fructífera estancia de diez años en México.
Se trata indudablemente de un proyecto ambicioso, ya sea por lo extenso de su pretensión temática, como por las muy diferentes aristas de su contenido y hasta por el noble propósito pedagógico que implica en último término.
En el país –como en muchos otros de la Patria Grande- el criterio eurocentrista ha predominado por largo tiempo en la forma de ver, analizar y escribir nuestra propia historia. Deviene oportuno entonar un mea culpa, que obligue a una reflexión ‘mirando hacia adentro’.
Empero, desafortunadamente, aquello no ha sido lo único. También hemos privilegiado historias ajenas, como la del incario, en detrimento de las propias y del orgullo de pertenecer a alguna casta Quitu-Cara, que había superado ya la consabida etapa imperialista para avanzar a una etapa superior de comercio internacional. Los finos orfebres Tolitas aún siguen asombrando al mundo por sus conocimientos únicos sobre el platino, en tanto que entre nosotros sólo mueve el interés de los huaqueros y depredadores del patrimonio nacional.
Todavía hay escritores ingenuos –por decir lo menos– que consideran que la independencia política se logró sólo gracias a la gesta de los criollos acaudalados, cuando en realidad fueron las etnias indígenas y afrodescendientes las que pusieron no sólo los pechos a las balas, lanzas y espadas sino el irrefutable aporte demográfico, y las mujeres quienes pusieron la chispa inteligente para obtener y pasar la información crucial.
Las supuestamente grandes historias localistas o provincialistas, que todo lo han conseguido solitas, sin ningún aporte importante por parte de las ciudades o provincias consideradas ‘chicas’, han alimentado al monstruo del regionalismo y de la desunión, de tal manera que ahora, para encontrarnos en el mapa continental, por poco no debemos tomar una lupa.
El festín de la república, del petróleo, la fiesta del chivo, y otros etcéteras, ha estado a la orden del día. Y lo grave del caso es que el asunto tampoco queda allí.
Volviendo a las etnias, nuestros hermanos indígenas son los que han sido objeto de más estudios; de los montubios del litoral algo se ha hecho; de los afrodescendientes empieza a escribirse, pero de los mulatos y zambos ni siquiera eso, cuando es por demás cierto que la población de nuestro país ya es mayoritariamente mezclada con las tres etnias originales. Y juntar tradiciones con memoria histórica no es tarea fácil, aunque a algunos pudiera parecerles.
Así, resolver el importante tema de la identidad nacional aparece remoto, pues primero hay que resolver el de cada colectivo o nacionalidad con fines de empoderamiento, como requisito previo e indispensable para finalmente encontrar las afinidades dentro de las diferencias pluriétnicas e interculturales. Luego de ello podría llegar el magnífico Buen Vivir.
En nuestro país, analistas de lo social e histórico hemos dedicado tiempo para realizar estudios regionales que nos vayan aproximando –al menos en parte- a la meta final; los simposios o congresos son lo más parecido que tenemos al respecto.
Ahora ya podemos colegir que la tarea que pretende iniciar Ferrer Muñoz es significativa, aunque delicada y de largo aliento. Pero hay que emprenderla. Y entre más pronto, mejor, pues hay carrete para rato.
Por ello este trabajo no agota el tema, apenas lo empieza. Viene a constituir sólo un aporte, pero plausible y merecedor de que se tome en consideración. El autor, en su calidad de proponente, está convencido de ello, cuando sostiene que esta obra sustenta legítimamente el análisis de los enfoques ideológicos y metodológicos que han presidido los trabajos historiográficos centrados en Esmeraldas. Es una expresión muy profesional, por sincera, ya que en la historiografía de la Provincia Verde que se ha revisado aún faltan algunos otros trabajos, realizados por propios y extraños, que deberán incluirse. Y, luego, replicarse para otras provincias del país.
El reto está lanzado. Y el primer ladrillo, puesto. Esperamos que suscite un debate propositivo que nos dote de unidad para, finalmente, lograr la meta común. Como país, claro está, pues de dicha trilogía estamos necesitando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario