Recibo desde Honduras,
con enorme tristeza y mayor preocupación, calamitosas noticias: una situación
crítica de extrema inseguridad ciudadana, añadida por las consecuencias de esta
crisis humanitaria que estamos viviendo, y acentuada por la propia incapacidad
del (des)gobierno, para afrontar un conflicto social enquistado y de
subsistencia grave actual, que se está manifestando en un tsunami de asaltos y
linchamientos a transportistas de productos alimenticios; atracos a carros particulares
a través de bloqueos en carreteras; robos en calles y hogares...
La realidad en estos
momentos es tan alarmante y caótica que la propia Embajada de los EE.UU.
recomienda a sus compatriotas, en una publicación reciente, una serie de
medidas de actuación ante tales incidentes y les insta a abandonar de forma
inmediata el país.
Este estallido
salvaje y criminal en Honduras puede ser un nuevo virus social que se propague
por toda “Nuestra América” y que, independientemente de las causas coyunturales
actuales, tiene su origen en una estructura histórica, tanto externa como interna, de un sistema depredador, basado en
la corrupción y en las desigualdades sociales. Alguien debe responder y pagar
por todo ello.
Desde mi visión
latinoamericanista, desde mi compromiso docente y solidario con tres excelentes
alumnas hondureñas, sólo me cabe la esperanza de su bienestar, seguridad y
contribución al país, en representación de todo el pueblo “catracho”, en esta nueva lucha contra el filibusterismo
internacional y endógeno.
José Manuel Castellano, Cuenca a 1 de abril de 2020
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