miércoles, 5 de mayo de 2021

¿Por qué lo llaman democracia?

Por: José Manuel Castellano Gil

Los sueños nacidos al calor de la toma de la Bastilla de Saint-Antoine y la rebelión de las Trece colonias británicas en las últimas décadas del siglo XVIII, después de poco más de dos centurias,  simples sueños son.

Es verdad que se ha logrado una serie de mejoras sociales pero a ritmo “caracoliano” y con un alto costo humano, a través de las luchas reivindicativas emprendidas desde las bases y los sectores sociales, que han sido reprimidas sistemáticamente con una crueldad sangrienta desde la estructura del poder público, que aparentemente, desde su propia concepción teórica constitucionalista, se ha erigido en un supuesto órgano de legitimidad y representatividad soberana bajo una entelequia de equilibrio de poderes.

No obstante, he de confesar que me siento más aliviado y esperanzador tras conocer la existencia de un foro decisivo y definitivo en defensa de la democracia, que se celebrará en estos días en el Hotel Biltmore (Miami), donde intervendrán Lenín Moreno, Iván Duque, Luis Almagro, Mauricio Macri y otros grandes prohombres de la región, junto a “académicos” y “analistas políticos” (del Régimen, claro está), con la finalidad de lanzar un grito unísono a la humanidad y a las galaxias adyacentes en favor de la democracia  en América Latina, con las notables ausencias de Nayib Bukele, Mario Abdo Benítez y Carlos Alvarado Quesada, entre otros. Una agenda que contempla abordar la segunda vuelta en Perú, la situación electoral en Nicaragua, los peligros que representan México y Argentina para la democracia, la protesta social chilena y colombiana y los presos políticos en Bolivia.

En ese contexto se enmarcan unas declaraciones recientes del boliviano Carlos Sánchez Berzaín -exministro de Defensa durante el Gobierno presidido por el empresario Gonzalo Sánchez de Lozada y que reside en los EE.UU. desde 2003, tras abandonar su país en medio de una ola de protesta social- ha resaltado la gran lección impartida por Moreno en defender el sistema democrático en Ecuador, además, de criticar la destitución de los magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y del fiscal General en El Salvador.

Y de comparsa carnavalera aparece la ministra de Asuntos Exteriores de la madre patria, Arancha González Laya, quien solicita respeto al Estado de derecho, a la independencia judicial y a la separación de poderes en referencia directa al país salvadoreño. Una señora que intenta barrer en casa ajena cuando en su hogar-patrio el hedor es más que asfixiante. Y vaya casualidad, en idéntica línea se posiciona Antony Blinken, un Secretario de Estado de uno de los países más intervencionista en la descomposición democrática mundial.

Y uno se pregunta: ¿Cuál es la concepción democrática de estas insignes lumbreras? Pues, callar, cuando en estos días y en otros pasados, las balas matan las voces libres de un pueblo como el colombiano, es decir, validan las acciones represivas a toda manifestación social. Sin duda, un sistema democrático que es una farsa, una estafa, un engaño social, que está plenamente controlado y que se encuentra en estos momentos en una encrucijada de reajuste interno del bloque dominante y, por tanto, en los albores de una nueva etapa histórica que afectará a todos sus componentes (productivo, relaciones sociales, ideológico e institucional) y que parece ir encaminado hacia una nueva modalidad de dictadura líquida global.

¿Por qué lo llaman democracia? Cuando en realidad no es más que una apropiación del poder en unas pocas manos, sustentado en un sistema electoral mediatizado y alienado. Pues, resulta obvio que los avances sociales, según nos ha enseñado la Historia, nunca han venido desde el poder, sino a través de la intervención movilizadora y reivindicativa de la ciudadanía, que ha asumido en sus propias carnes las acciones represivas. Mientras tanto, podemos permanecer quietos, inmóviles e insolidarios hasta que llegue el día en que vendrán a por usted.


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