Por: José Manuel Castellano Gil
Los sueños nacidos al
calor de la toma de la Bastilla de Saint-Antoine y la rebelión de las Trece
colonias británicas en las últimas décadas del siglo XVIII, después de poco más
de dos centurias, simples sueños son.
Es
verdad que se ha logrado una serie de mejoras sociales pero a ritmo
“caracoliano” y con un alto costo humano, a través de las luchas
reivindicativas emprendidas desde las bases y los sectores sociales, que han
sido reprimidas sistemáticamente con una crueldad sangrienta desde la
estructura del poder público, que aparentemente, desde su propia concepción
teórica constitucionalista, se ha erigido en un supuesto órgano de legitimidad
y representatividad soberana bajo una entelequia de equilibrio de poderes.
No
obstante, he de confesar que me siento más aliviado y esperanzador tras conocer
la existencia de un foro decisivo y definitivo en defensa de la democracia, que
se celebrará en estos días en el Hotel Biltmore (Miami), donde intervendrán
Lenín Moreno, Iván Duque, Luis Almagro, Mauricio Macri y otros grandes
prohombres de la región, junto a “académicos” y “analistas políticos” (del
Régimen, claro está), con la finalidad de lanzar un grito unísono a la
humanidad y a las galaxias adyacentes en favor de la democracia en
América Latina, con las notables ausencias de Nayib Bukele, Mario Abdo Benítez y
Carlos Alvarado Quesada, entre otros. Una agenda que contempla abordar la segunda
vuelta en Perú, la situación electoral en Nicaragua, los peligros que
representan México y Argentina para la democracia, la protesta social chilena y
colombiana y los presos políticos en Bolivia.
En ese contexto se enmarcan unas declaraciones recientes del boliviano
Carlos Sánchez Berzaín -exministro de Defensa durante el Gobierno presidido por
el empresario Gonzalo Sánchez de Lozada y que reside en los
EE.UU. desde 2003, tras abandonar su país en medio de una ola de protesta
social- ha resaltado la gran lección impartida por Moreno en defender el
sistema democrático en Ecuador, además, de criticar la destitución de los
magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia y
del fiscal General en El Salvador.
Y de comparsa carnavalera aparece la ministra de Asuntos Exteriores de
la madre patria, Arancha González Laya, quien solicita respeto al Estado de
derecho, a la independencia judicial y a la separación de poderes en referencia
directa al país salvadoreño. Una señora que intenta barrer en casa ajena cuando
en su hogar-patrio el hedor es más que asfixiante. Y vaya casualidad, en
idéntica línea se posiciona Antony Blinken, un Secretario de
Estado de uno de los países más intervencionista en la descomposición
democrática mundial.
Y uno se pregunta: ¿Cuál es la concepción democrática de estas insignes
lumbreras? Pues, callar, cuando en estos días y en otros pasados, las balas
matan las voces libres de un pueblo como el colombiano, es decir, validan las
acciones represivas a toda manifestación social. Sin duda, un sistema
democrático que es una farsa, una estafa, un engaño social, que está plenamente
controlado y que se encuentra en estos momentos en una encrucijada de reajuste
interno del bloque dominante y, por tanto, en los albores de una nueva etapa
histórica que afectará a todos sus componentes (productivo, relaciones
sociales, ideológico e institucional) y que parece ir encaminado hacia una
nueva modalidad de dictadura líquida global.
¿Por qué lo llaman democracia? Cuando en realidad no es más que una
apropiación del poder en unas pocas manos, sustentado en un sistema electoral
mediatizado y alienado. Pues, resulta obvio que los avances sociales, según nos
ha enseñado la Historia, nunca han venido desde el poder, sino a través de la
intervención movilizadora y reivindicativa de la ciudadanía, que ha asumido en
sus propias carnes las acciones represivas. Mientras tanto, podemos permanecer
quietos, inmóviles e insolidarios hasta que llegue el día en que vendrán a por
usted.
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