Por: José Manuel Castellano
No obstante, la cuestión
no está en la mirada que nos apropiamos sino en preguntarnos qué hay detrás de
ese mecanismo que nos lleva, bien en el plano individual o como esclavo de “masas”,
a focalizar algún aspecto, ya que como consecuencia de ello se conforma una
idea, un pensamiento o un supuesto conocimiento sobre algo, que nos conduce
irremediablemente a adoptar un posicionamiento y una acción al respecto. Ese es
el quid de la cuestión. ¿Miramos por nosotros mismos o miramos a través de la silenciosa
imposición de otros?
Sin duda, un asunto nada
novedoso pero fundamental, clave y transcendental. Unos trescientos años antes
de Cristo, Platón ya reflexionaba sobre este tema en su alegoría de la caverna,
más conocida como el “mito de la caverna”,
una metáfora sobre el conocimiento del hombre, que instamos a su necesaria lectura.
Una práctica, el conocimiento, que tiene una doble dirección contrapuesta: una
liberadora y otra de sometimiento.
En ese planteamiento
discursivo sería imprescindible, al menos en esa primera opción, interrogarnos
sobre el valor y calidad de la mirada que poseemos sobre la realidad actual, de
dónde viene la información o el conocimiento que utilizamos, qué nos lleva a la
adopción de un posicionamiento ante las cosas, o si somos capaces de ejercitar
la duda, la indagación, la constatación o de preguntarnos qué interés o intereses
pueden estar solapados. En cambio, no está de más subrayar que todavía no
estamos preparados, ni en condiciones de transitar por esa utópica vía, por el
momento tan sólo somos unos simples replicantes.
Mientras que la segunda
elección nos muestra un sendero mucho más ligero que no requiere esfuerzo
alguno, a pesar de renunciar y malvender nuestra alma y libertad al diablo,
donde no se hace necesario cuestionar nada, tan sólo tomar posición dogmática entre
los grandes modelos dualistas existentes, en los que se integran la inmensa
mayoría social, o bien formar parte de otras concepciones residuarias y contra
hegemónicas decorativas. En esas dos últimas opciones, sus miembros siguen
fiel, ciega y obedientemente el adoctrinamiento recibido en sus micros entornos
vivenciales.
Todavía hoy, en pleno siglo XXI, seguimos encadenados en la oscura caverna interpretando un mundo cerrado a través de las sombras proyectadas por seres endiosados, que nos construyen nuestra comprensión y asimilación de la realidad. Una realidad, evidentemente multi ficcionada y fraccionada que se proyecta en todos los aspectos de este complejo solar (social, económico, político, ideológico, cultural, educativo, tecnológico…), que configura un mundo exclusivo y reservado a una minoría de divinidades mortales y un infinito infierno terrenal destinado a la inmensa mayoría. Ese es nuestro particular matrix, una sociedad dirigida y controlada, donde los seres humanos y la naturaleza son consideradas como meras cosas e instrumentos desechables.
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