viernes, 13 de diciembre de 2019

Un rector con síndrome de Marco Polo

Érase una vez un rector que, despojado de su antaña sotana negra camuflada, se lanzaba a la conquista de nuevos espacios, financiado por fondos comunitarios –cuyos aportes en alguna anualidad rozaba los 60.000 dólares y a los que habría que sumar otras cantidades de campañas anteriores– con los que afrontaba sus diversas expediciones a tierras lejanas (en “first class”, por supuesto), además, de sus cabalgadas internas. Eso sí, todo estaba justificado religiosamente ante el poder republicano, por padecer de “ciertos” dolores de espalda; aunque esas incómodas molestias lumbares eran plenamente compatibles con su práctica cotidiana de ejercitación física y su activa participación en pruebas atléticas de resistencia (5-K, 10-K y las que fueran necesarias). A esos suculentos expendios se añadían los ocasionados (desplazamientos, posadas y manutención) por su “comitiva clerical heterodoxa”.
Algunos herejes académicos –que de haberlos, haylos, afortunadamente– cuestionaban ocultos y en los límites de la marginalidad esas endiosadas misiones plenipotenciarias allende los mares y los cielos. Sin embargo, desconocían el fondo de la cuestión, que no era otro que la aguda afección que sufría el padre Prior en monacal silencio, ya que le habían diagnosticado el síndrome Marco Polo. Por ello, estaba sometido a una terapia asistencial intensiva, sufragada con el aporte de los plebeyos contribuyentes, bajo el cometido de crear una imagen mediática (la suya, claro está): una misión presentada como servicio de transformación social pero que no era más que una trastienda para sus incursiones mercantilistas en busca de lucrativos intercambios –nuevos espejos y baratijas a cambio de oro y plata con sus viejos camaradas y nuevos contactos– (léase contratación de personal, conferencistas, convenios, invitaciones…) para alcanzar ser investido como “académico global” y como previsión futura de un cómodo destino en esos territorios de infieles, porque eso de la cantata de–colonialidad simplemente era etiqueta, recurso y mera pose circunstancial.
Pero los tiempos y las décadas cambian, sus “intermediarios” y “amigos” habían sido desalojados de aquel “consejo de sabios sabidos” y en esos nuevos tiempos la mesa había sido despojada. Trompetas y timbales anunciaban oscuros nubarrones –entiéndase recortes y ajustes presupuestarios– que cubrían aquellos días soleados del pasado. Su padecimiento empeoraba, la fiebre aparecía y desvalido intenta, en su última exhalación, refugiarse en una acción de pseudo-rebeldía manipuladora, parapetándose en tierna “carne de cañón”, frente a esas medidas antisociales que le privarían de su hacienda, rentas, productos y esclavos.


Dr. José Manuel Castellano


No hay comentarios:

Publicar un comentario