Cuarta entrega de las colaboraciones del proyecto "Iniciación y formación en redacción". En esta ocasión Nadia Álvarez reflexiona sobre el uso del celular en escuela, sus malos hábitos y sus peores consecuencias. Agradecemos nuevamente a www.ecuadoruniversitario.com la difusión de este artículo y la apuesta decidida y comprometida por la juventud ecuatoriana.
Nadia Álvarez |
El modo de interacción preferido
entre adolescentes son los mensajes de texto. Según un estudio de la
Universidad de Católica de Daegu (2012), el 72% de todos los adolescentes se
comunican de esa forma. Uno de cada tres adolescentes envía más de 100 mensajes
de texto por día, 3.000 textos por mes y el 84% de los adolescentes se van a la
cama con su celular en mano y no satisfechos con ello es utilizado las 24 hora
del día, siendo un objeto multifuncional en su vida cotidiana.
En casa los jóvenes teclean,
discuten y siempre gana las vibraciones a las conversaciones con sus padres.
Una escena similar se repite en la escuela. Estos aparatos suelen sonar en
horas de clase, sin causar ya alguna sorpresa. Un estudio muestra que el 12% de
los estudiantes suelen usar su celular en la escuela, incluso aquellos que asisten
a centros educativos donde está prohibido su uso. Así, y a pesar ello, un 65% de
los mismos manifiestan llevarlo de todos modos y un 58% afirman haber texteado
durante clase y un 25% reconoce haber realizado llamadas.
Los maestros y padres buscan
soluciones a esta nueva adicción. En muchas ocasiones desde la imposición y con
otras medidas incorrectas. Una reciente experiencia personal vivida durante
unas prácticas pre-profesionales en un centro escolar me sorprendió que los
chicos tenían prohibido jugar al fútbol y, claro está, su alternativa no es
otra que el uso del celular durante su recreo y no se puede regañar a los
estudiantes por ello.
Pero ¿Cómo no utilizar esta
herramienta en pleno siglo XXI?
No cuestionamos el celular sino su uso
y empleo. Pues no cabe duda alguna que nos abre amplios caminos como eficiente herramienta de información e incluso en el proceso de formación y
aprendizaje. En otra de nuestras sesiones de prácticas pre-profesionales propusimos
a los estudiantes investigar imágenes de paisajes a través del celular para que posteriormente fueran dibujadas, como un simple ejercicio, entre otros tantos de buen uso.
Debemos impulsar, por tanto, una
buena concientización a los estudiantes ante la exposición a la red, porque están
expuestos a diversos y nuevos problemas de siglo tecnológico: acoso
cibernético, sexting, chatear con desconocidos y, especialmente, a recibir una
información de muy baja calidad. En ese sentido debemos potenciar su capacidad
crítica y de criterio, para que los jóvenes sepan distinguir la paja del trigo.
Estos peligros asechan a diario a
nuestros chicos. Por ello es imprescindible que estén al corriente y formados, además, estos asuntos se deben contemplar también en el marco legal ecuatoriano. Estos temas
no pueden catalogarse simplemente como “cosas de chicos”, para después preguntarnos por qué
existen adolescentes con problemas de ansiedad, cuting, depresión y suicidio.
Todas estas cuestiones son consecuencias de una carencia formativa, tanto en adolescentes
como en los mayores, y ausencia de “criterio” que los hacen caer en una
trampa que puede arruinar su vida por un simple momento diversión en las redes sociales al
desconocer las consecuencias de su dimensión.
Como futura docente espero
reencontrarme nuevamente con las risas, los juegos y la diversión viva de mis
estudiantes y no como esclavos de un celular. También sueño con que se impulse
desde la casa, la escuela y desde la sociedad ecuatoriana una política de concientización no sólo desde una perspectiva preventiva, que intente proteger a nuestros
adolescentes de los peligros que se pueden encuentran detrás de las pantallas, sino a través de acciones que fomenten el buen uso de esta herramienta así como el resto de las nuevas tecnologías.
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