José Manuel Castellano Gil |
La
respuesta puede ser tan sencilla como harto compleja, aunque nos tememos, muy
mucho, que en ambos casos sus conclusiones, en función a los datos que
disponemos hasta el momento, no serán muy halagüeños sino más bien altamente preocupantes.
La Historia es, por lo general, una de las asignaturas calificadas por los estudiantes
de Educación Básica, Bachillerato y Superior como la más aburrida, pesada y sin
utilidad alguna. Es muy probable que no les falten razones poderosas a nuestros
jóvenes para llegar a esas apreciaciones en función a su experiencia educativa
vivida y, por consiguiente, señalan con frecuencia al docente y su práctica
como responsables directos de esa realidad. Esa percepción viene sustanciada en
parte por el enfoque y la forma tradicionalista con la que se ha venido
impartiendo esta disciplina, aunque el problema, sin duda, tiene un mayor alcance
y complejidad que rebasa el papel del docente.
En cualquier caso no estaría de
más que los profesionales realizáramos una auto-indagación introspectiva sobre
una serie de cuestiones iniciales: preguntémonos si realmente estamos
fracasando como docentes en la creación de lazos y vínculos identitarios; ejercitémonos
en una autocrítica sobre nuestra capacidad para trasladar y resaltar la
transcendencia de la Historia y sus períodos en la configuración social actual;
y predispongámonos a una profunda revisión sobre nuestros métodos y estrategias
de enseñanza-aprendizaje.
Resulta evidente que la simple relación de datos, fechas, nombres y un sin fin de acontecimientos, fundamentados en contenidos dispersos, aislados y desvinculados, dificultan la comprensión, la identificación e incapacitan del alumnado, y por qué no decirlo también del docente, a relacionar y adquirir una visión global de los procesos, de los tiempos históricos y su anclaje tanto en el mundo actual -nacional e internacional- como en el espacio territorial más cercano, el marco Local. La Historia no debe concebirse desde una concepción estática, compartimentada y parcializada.
No
creemos que esta problemática sea una cuestión de exclusiva responsabilidad de
la labor del docente, ni de las exigencias memorísticas sobre los contenidos. Los
planes de estudios y los sistemas curriculares también deben ser sometidos a un
duro proceso de reflexión, discusión y análisis. Tampoco consideramos que el
aprendizaje de contenidos y el método memorístico tengan que ser descartados o desechados
como plantean algunas concepciones pedagógicas. La memoria y los contenidos
deben estar asociadas a procesos de identificación. De lo contrario su ausencia
conlleva a una carencia de reconocimiento de las fases y procesos, de las
experiencias y del conocimiento acumulado a lo largo del tiempo. En ese sentido,
con respecto a la memoria y la Historia, suelo plantearles a mis alumnos la siguiente
situación: “Imagínense que de pronto ustedes pierden su memoria, no recuerdan
sus nombres, no saben dónde viven, no saben de dónde vienen, no saben a dónde ir,
no saben quiénes son sus padres, sus hermanos, sus amigos, no saben qué hacer, en
definitiva, se encuentran perdidos, sin referentes y extraviados”. La memoria
es un soporte vivo cuando se trabaja desde la asimilación práctica continuada y
frágil cuando no se refuerza. La vida cotidiana está llena de ejemplos en ese
sentido.
La
Historia, por tanto, no es un mero conocimiento muerto del pasado que nada
tiene que ver con nosotros, con nuestro espacio, con la forma de organización política,
social, económica, del mundo de las ideas y sus manifestaciones. La Historia es
justamente un nexo que nos vincula al conocimiento y al análisis del pasado con
la evidente pretensión de entender quiénes somos, en un plano individual-colectivo,
para intervenir en el momento presente e intentar proyectar la construcción de
un futuro y una sociedad mejor.
En
definitiva y regresando al principio ¿Sabemos Historia de Ecuador? Esta
pregunta, o mejor dicho su respuesta, nos ayudarían a descubrir el estado
actual sobre este aspecto, que se nos antoja crucial y de gran interés desde
múltiples perspectivas. Por ese motivo hemos emprendido un proyecto de
investigación en esa dirección con la idea de disponer de indicadores que nos permitan
diagnosticar el estado actual y con la finalidad de activar un proceso
reflexivo que nos lleve a la adopción de actuaciones si es que fuera o fuese
necesario.
Fuente: http://ecuadoruniversitario.com/opinion/sabemos-historia-ecuador/
Fuente: http://ecuadoruniversitario.com/opinion/sabemos-historia-ecuador/
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