Dr. José Manuel Castellano Gil (PhD)
Historiador,
profesor universitario y miembro de la Academia Nacional de Historia de Ecuador
Por fin, he escuchado algo serio
y muy sensato sobre Educación. Ojalá no quede en una pasajera declaración dirigida
a una galería inmovilista. El ministro Milton Luna, un hombre del área y gran
conocedor de la realidad educativa ecuatoriana, parece tener las cosas muy claras
y pone los puntos sobre las íes.
La semana pasada anunciaba tres
grandes ejes de acción que su ministerio llevará a cabo en este 2019: cambios
en el currículum, reducción de tareas administrativas al docente y reapertura
de escuelas rurales. Tres aspectos claves que no son los únicos de los grandes
males que afectan al sistema educativo. Sin duda, por algún lado había que empezar,
aunque echo en falta la incorporación de un cuarto eje a incluir: la
dignificación social y profesional del docente.
No queda muy lejos aquella escena
costumbrista ecuatoriana, en la que un padre desesperado ejercita el clásico
deporte nacional del “palanqueo” ante un amigo político, al que le solicita un
puesto de trabajo para su peculiar hijo, que poseía escasísimas cualidades y deficiente
preparación: “¡un trabajo -rogaba-
aunque fuera de maestro!”. Moraleja,
una sociedad que no sabe valorar el papel de un maestro, de un profesor y de un
educador es una sociedad sin presente y sin futuro en todos sus aspectos.
Una escuela, que limita el
ejercicio profesional y potencia la desconfianza a sus docentes, está condenada
al fracaso de sus alumnos, y es reconvertida simplemente en una fábrica expedidora
de títulos decorativos e instrumentalizados por fontaneros y cocineros
estadísticos. Un sistema curricular definido por pesados bloques de
conocimientos indigeribles y sin contenidos locales, ni multi e intercultural
se traduce en pelusilla insustancial en el proceso de enseñanza-aprendizaje. En
definitiva, la escuela que hemos tenido y la que tenemos es la reproductora del
actual y futuro sistema social y político de Ecuador.
Un tanto, de lo mismo, sucede en
el contexto universitario. Un espacio que calca fielmente y empeora sustancialmente
esos esquemas de mal funcionamiento de la escuela. Ese es el problema clave del
mundo universitario ecuatoriano; donde se traslada las malas prácticas
heredadas y se ejercita el modus operandi medieval del señor y siervo; donde el
ordeno y mando es la relación predominante; donde no existe discusión, ni
debate, ni cultura democrática; donde el palanqueo y el control esquizofrénico determinan
conductas y repartos; y donde la misión, visión y planes estratégicos son meras
intencionalidades de acciones publicistas de gran engaño social.
El docente en todas sus etapas está
sometido a un estado de desconfianza desproporcionado, a través de un
maquiavélico control burocrático que le obliga y condena a perder más de la
mitad de su tiempo en cumplimentar papeleo, exigencias y planificaciones, que no
sirven absolutamente para nada, que se modifican a cada dos por tres y que no ayuda
a definir una política educativa y entorpece la labor diaria del docente y del
alumnado, al tiempo, que se crea un “clima enfermizo y de desmotivación”, que
tiene su traducción directa en la calidad de la enseñanza y, en algo más
alarmante, en la transferencia de valores espurios (“viveza criolla” y “el
sabido”); aunque hay que reconocer que en estos últimos aspectos se les prepara
al estudiantado en eficiencia para la “vida real”. Amén de los velados mensajes
de inestabilidad laboral con la clásica espada de Damocles que pende sobre el
cuello de los docentes y sus familias, que busca la docilidad y obediencia
ciega a un régimen autocrático. El resultado es el que observamos diariamente,
donde la escuela es un kínder y la universidad una “escuelita” donde no se prima
la formación, la cualificación, ni la investigación.
En definitiva, tomando prestada
esa conceptualización del Ministro Luna, un “etnocidio” educativo, formativo y
científico de enormes repercusiones sociales, económicas y políticas que no
puede permitirse este nuevo Ecuador. A usted Sr. Ministro Milton Luna le deseo
toda la suerte del mundo en esa lidia y recuerde que sus logros serán los
éxitos de la sociedad ecuatoriana.
Correcta apreciación del inoperante sistema educativo nacional, obra perfeccionanda en el correazo. Para domesticar al país en el servilismo a un caudillo, de lo que muchos salieron totalmente absorbidos
ResponderEliminarAl fin las cosas claras. Muy bien compañero de lucha por una educación más digna, que a través de este mensaje se deja claro la irrefutable misión abazalladora al dicente . Vieen nuevos brios, empero sean favorables y mignificantes para el maestro ecuatoriano.
ResponderEliminarHay un error en magnificante, es significante.
ResponderEliminarAl fin las cosas claras. Muy bien compañero de lucha por una educación más digna, que a través de este mensaje se deja claro la irrefutable misión abazalladora al dicente . Vieen nuevos brios, empero sean favorables y dignificantes para el maestro ecuatoriano.
ResponderEliminarDe verdad que escuchar a un ministro de Educación haga esas precisiones sobre el sidtema educativo Ecuatoriano y yo diria del latinoamerico, plantea la impirtancia de hacer reflexiones y correciones que redundarian en cambios profundos para la Educación y para la sociedad en Ecuador. En hora buena Ministro
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