viernes, 17 de febrero de 2023

Por lo que pueda pasarme

Circular en vehículo por la ciudad de Cuenca (Ecuador) resulta algo realmente peligroso. No solo por la ausencia absoluta de respeto a las señales de tráfico, como saltarse los semáforos en rojo, las continuas imprudencias temerarias de unos kamikazes que se creen los reyes del asfalto, que invaden los espacios a su libre albedrío, como si los demás no existieran, las altas velocidades que alcanzan, la nula consideración a los peatones sino, y esto es lo más grave, el alto nivel de violencia y agresividad de esos Fittipaldis del infierno, que te puede costar la vida.

Ayer mientras circulaba por la Avenida de las Américas uno de esos grandes carros, cuatro por cuatro de color blanco, invadía como si nada el carril por el que yo circulaba. Ante esa inesperada maniobra toqué la pita para evitar una colisión. El amable conductor, un señor sobre los cuarenta o más años, se dedicó a amenazarme y a sacar fotografías de la matrícula de mi coche, como si yo fuera el infractor. Una manifiesta amenaza futura de arreglar cuentas a su particular manera, sin duda, por su convencimiento de poder, en función a su desempeño, cargo o contactos. Un acto que generó en mí un estado de inseguridad alarmante en un país donde el narcotráfico, la inseguridad, el uso de acciones delictivas, los abusos, atropellos y las malas artes ejercidas en todos los ámbitos es el pan de cada día.

De modo que, dejo aquí este testimonio por las “cosas raras” que puedan pasarme a partir de estos momentos, aunque probablemente no sirva absolutamente para nada.


José Manuel Castellano
Cuenca (Ecuador) 17 febrero 2023

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