José Manuel Castellano Gil
Hace unos días me sacudió
el golpe helado de la triste noticia del fallecimiento de mi maestro, el Dr.
Julio Hernández García, a quien siempre le he guardado un inmenso cariño, respeto
y consideración, desde aquellos años en que fui su discípulo en segundo año de
carrera, donde impartía la materia de “Historia de América” en un escenario
propio y acorde a su altura: el Aula Magna de la Universidad de La Laguna.
De la mano de Julio
Hernández García entré de lleno en la pasión por la Historia de “Nuestra
América”, en navegar por el pasado de “nuestras peñas Atlánticas” y en su
conexión americanista, las de ayer y las de hoy.
Julio Hernández fue
quien me inició en la investigación, me introdujo en aquel islote denominado la “Sala de Canarias”, rodeada por unas majestuosas escaleras clásicas por las que se ascendían a la vieja biblioteca universitaria lagunera; fue quien me impulsó a publicar
mis primeros artículos de opinión en la prensa insular; y fue mi Director de
Tesina a finales de la década de los ochenta.
Julio Hernández era
la palabra justa, precisa y siempre documentada, era la conversación alegre, elegante,
histórica y comprometida. Sin duda, soy un gran deudor de su amistad, de su
enseñanza y de su pasión académica, porque gran parte de mi ejercicio
profesional como investigador, docente y humanista se lo debo a mi querido
maestro, quien ha decidido emprender ese viaje hacia nuestra compartida isla de
San Borondón; donde sólo desembarcan los hombres y mujeres bienaventurados que
han llenado la vida con su buen hacer para descansar eternamente en ese paraíso
terrenal. Desde “Nuestra América”, desde Ecuador, quiero expresar mis
condolencias a su esposa, Elvira, y a sus hijas. Hasta Siempre Maestro.
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