Por
un lado, a simple vista se aprecia que la falta de independencia de los
rotativos con respecto a las instituciones, públicas o privadas, les llevan a
establecer relaciones de connivencias, pago de favores (de ida y vuelta) y
oscurantismos, en contra de los intereses de los problemas sociales y
democráticos, que vulneran la capacidad de informar, a través de dejar de
contar, de preguntar y de investigar para ofrecer, por el contrario, noticias
banales, decorativas o distractoras, como la abundante crónica rosa.
En
la otra cara de la moneda, detecto con mucha frecuencia como los que ejercen el
periodismo viven de espaldas a la sociedad, desconocen o no quieren conocer las
cosas que suceden y lo que aún es más grave ni siquiera toman el pulso de la
vida social y mucho menos la cultural, viven aislados o auto-aislados,
censurados o autocensurados, en un mundo subliminar de mala copia y pega de
agencia o de interlocutores cercanos y adocenados. Escribas que ni llegan a escribir
para otros en esa búsqueda de calma social ficticia.
Uno,
que intenta conocer la realidad en la que vive, descubre con demasiada
frecuencia diversos temas de interés general que los periodistas, bien por
desidia, por bajo perfil, por ausencia de ética, por falta de profesionalidad o bien por indicaciones
de su línea editorial, dejan de ser abordados o planteados en esas hojas
caducas. Un vacío verdaderamente preocupante.
Ante
esta realidad, compartí recientemente con un periodista de raza, de altura, algunas
noticias que había recibido, sobre asuntos relevantes que están sucediendo y
que no aparecen reflejados en los medios de comunicación, ni por equivocación.
Al compartirle esa información, le escribí: “Si yo fuera periodista… y no fuera extranjero…”. A lo que me
contestó desde la experiencia y el conocimiento real, vivido en carne propia,
lo siguiente: “Si Usted fuera periodista hubiese
peleado con (…). Si fuese periodista ya no estaría en ejercicio, tal vez en el
país, o ya hubiese migrado como tantos profesionales, si fuera periodista y con
esa perspectiva de preguntar, de cuestionar, tuviera dos caminos: ser desprestigiado
por los propios colegas o entrar a relaciones públicas de la entidad; porque en
Ecuador se da el caso que si cuestiona, los cuestionados le ofrecen cargos y de
hecho Usted se hubiera negado, como pocos nos negamos. El ejercicio
periodístico, quien lo ejerce con convicción de informar bien y sin sesgos
se queda pobre, sosegado; y quienes hacen de él una plataforma de imagen, de negocio,
llegan hasta asesores de cualquier institución barrial, local e incluso a altas
instancias. Ojalá que en las nuevas camadas de periodistas haya alguien valiente,
seguro, bien formado, así como usted” (sic).
En fin, dejo estas reflexiones en el aire por si acaso, desde mi creencia en la utopía, pudiera servir de algo. Cosa que, sinceramente, dudo. Pues, sabe más el diablo por viejo, que por diablo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario