viernes, 13 de noviembre de 2020

Lo único que nos salva y nos queda es la palabra

 Por: Jacqueline Murillo Garnica

Jacqueline Murillo Garnica
Agradecimientos a José Manuel Castellano por la oportunidad de editar y publicar el libro. En estos tiempos de oscurantismo social, es un privilegio que la novel y prolija editorial, Centro de Estudios Sociales de América Latina, con 50 publicaciones en su haber, no considere obtener ganancias ni beneficios monetarios, solo como su nombre lo indica, una editorial en función del investigador social, que contrasta con el capitalismo salvaje y las urgencias mercantilistas de esta época. 

Con mi amigo Manuel, he contraído una grata y dulce deuda por ser el aupador y cómplice de esta travesía. En nuestras reuniones, él con su espíritu cartesiano y yo con mis devaneos literarios, restándole tiempo a su familia, las horas de los domingos por la noche y con nuestras diferencias horarias que nunca fueron un obstáculo, solo la mejor oportunidad de descubrir y compartir estas imágenes guardadas y convertirlas en palabras vivas.

A mi familia, la de siempre, a mis amigos eternos y en la distancia, a los estudiantes que me han acompañado, a Bojana y Tatiana por dedicarme su cariño y aprecio, también en esta ocasión.

Los primeros encuentros con la poesía, llegaron con los poemas que recitaba mi abuelita, luego, los hallazgos en “el cuarto de las arañas” del libro de Alexander Pushkin y los versos de Francisco de Quevedo, empezaron a hurgar la curiosidad del que desea encontrar en las palabras, la respuesta a las preguntas de una niña interesada en comprender lo que allí sucedía. Mis tres pasiones tuvieron origen en la infancia, la música de Bach, los libros de Dostoievski y la imagen en movimiento. Las tres fueron incorporándose lentamente en el transcurso de mis años. Luego, descubrir en las librerías de la metrópoli a los poetas españoles de la generación del 27, e ir a los conciertos de música sacra, se convirtieron en respuestas que se fueron ampliando con la magia que producía el cine en las tardes lluviosas de Bogotá.

Hubo una necesidad imperiosa de plasmar las imágenes que producían los días de la urbe con sus urgencias y los transeúntes que desfilaban por sus calles, algunas de ellas dejaron huellas indelebles que solo el ejercicio de la escritura ha permitido plasmarlas y de alguna forma servir de catarsis. Las noticias sobrecogedoras como la valentía de “Pastora”, me permiten creer que todavía hay mucho que escribir para rescatar la palabra y en ella hacer del mundo un mejor lugar y más habitable.

El ejercicio de la profesión docente y el exilio voluntario, me trajeron a la Pedagógica Dominicana, así, la oportunidad de vivir ahora en un lugar privilegiado. La tranquilidad que se respira en San Pedro de Macorís, República Dominicana, contrasta con las afujías de la gran ciudad. Este sitio del Caribe profundo, con los sonidos catalizadores que emanan de su naturaleza exuberante, también ha sido el laboratorio donde confluyeron esos paisajes de Bogotá y las urgencias del transeúnte que recorre sus calles.

Esta pandemia ha sido también la gran ocasión y el tiempo perfecto para reescribir desde la memoria y la necesidad intrínseca de construir desde el papel los sucesos y emociones que produce el transcurrir en un país como Colombia, maltratado por la violencia que se volvió parte del paisaje y nosotros como indolentes del transcurrir cotidiano.

La poesía llegó a mi vida desde la niñez en el Espinal, una población arropada por el sol y rodeada de cultivos de algodón y arroz, y fue como un primer advenimiento. Aun sin comprender la dimensión de las palabras, solo percibía la pasión del que las declamaba, luego, los primeros años en Bogotá y como una coincidencia inusitada, leí esos mimos versos en una antología de poemas de la literatura universal, fue una segunda epifanía. Como pude reuní el valor del libro, aunque no alcanzara para tomar el transporte, ya tenía el mundo allí con los poemas de Federico García Lorca.

Creo que los seres humanos sostenemos una pugna permanente entre el pensar y el soñar. La primera alude a la razón y la segunda, a la fantasía. La poesía se debate entre estas dos fuentes.

Hay una permanencia igual al movimiento constante de lo que sucede, y ahí está la palabra escrita vestida de poesía. La literatura, debe cumplir además de la función estética y musical, con una función social, no solo como catarsis, mejor, como denuncia de la realidad. Travesías urbanas es un recorrido de retratos salpicados de imágenes que han ido desfilando por la ciudad con grietas profundas y sus personajes anónimos, pero entrañables.

Colombia como una paleta de tonalidades grises, colores o imágenes que fungen como retazos de un país que todavía debe reivindicarse y reconstruirse. Así que lo único que nos salva y nos queda es la palabra.


JACQUELINE MURILLO GARNICABogotá, Colombia, 1962. Doctora en Literatura Española e Hispanoamericana, Facultad de Filología, mención Cum Laude por la Universidad de Salamanca (España), magister en Literatura (becaria) de la Pontificia Universidad Javeriana y licenciada en Educación Básica Primaria de la misma universidad. Posee una vasta experiencia como docente de educación superior en el sector público y privado de Bogotá y República Dominicana (profesora contratada para el programa PAC). Ha llevado a cabo diversas investigaciones a partir de las relaciones entre la literatura y la historia, en especial, en el siglo XIX. Autora de numerosas publicaciones en revistas indexadas y de interés cultural. Ponente en congresos nacionales e internacionales. Asociada a APELA (Asociación para el Estudio de la Literatura Africana), AHILA (Asociación de Historiadores Latinoamericanistas Europeos), Asociación Colombiana de Historiadores, SILAT (Semillero de Investigación Permanente en Literatura Latinoamericana), e integrante del grupo de investigación de la Maestría en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá. Jurado en concursos de cuentos, becas de investigación en literatura y poesía en IDARTES (Alcaldía Mayor de Bogotá), ASCUN (Asociación Colombiana de Universidades). Consejera en literatura de la localidad Barrios Unidos, Alcaldía Mayor de Bogotá.


No hay comentarios:

Publicar un comentario