Por: América Belén Viejó Vintimilla
América Belén Viejó |
En
relación al primer elemento se cita la famosa frase de Albert Einstein “toda
ciencia para ser posible presupone dos convicciones previas, el mundo existe
objetivamente y el trabajo científico es intentar conocer esa realidad como
es.” Aquí, se habla del primer elemento (naturalidad del objeto) el presentar
las cosas tal como son, asignar una descripción correcta de lo que en realidad
es, en otras palabras, la verdad como una adecuación del entendimiento de la
realidad, me guste o no, sin estar sujeto a condicionamientos culturales.
Respecto
al segundo elemento y derivado de la misma frase, la ciencia es posible porque
la realidad no puede ser contradictoria, es decir, que la denominación que se
otorga a un determinado objeto no puede ser negada, por ejemplo, una copa no
puede ser otra cosa que una copa al mismo tiempo y desde el mismo punto de
vista. En tercer lugar, se sitúa la argumentación, en otras palabras, encontrar
el porqué de algo, esta se forma una vez que se han estructurado las dos anteriores.
Ahora bien, ¿cómo se alcanza esta última etapa? Conocemos las cosas de la
materia por su propia actividad, es decir, mediante la probabilidad de un
experimento o el dar razón de un proceso físico basado en otro estado físico anterior
y no por intuición. Dicho esto, se puede establecer que las bases del pensar
racional manejan un lenguaje universal en cualquier lugar.
Por
tanto, queda por fuera del ámbito científico cualquier afirmación de una
propiedad de la materia de “valor infinito”, pues lo infinito no es medible, y
por tanto ya no es una afirmación científica. El crear es infinitamente
superior a todo lo que experimentamos, sin limitación temporal, pues de otro
modo sería cambiante y lo infinito no puede cambiar; este tiene su propia
realidad y no puede adquirir nada nuevo ni perderlo. En ese caso, ¿qué dice la
ciencia sobre la existencia de lo espiritual? Pues directamente no dice nada. La
ciencia no tiene instrumento ni metodología para demostrar este aspecto y mucho
menos su finalidad; pues esta última al ser variante puede otorgar varios usos
a esta condición, además, no existen procesos científicos que puedan demostrar cualquier
finalidad, pues esta no es una propiedad medible.
De
acuerdo al teólogo y astrofísico, la actual “mentalidad light” justifica los
hechos con un simple “porque sí” o como “cosa de azar”, algo que sin duda va en
contra de la naturaleza racional del hombre. Por tanto, si esta se asocia indiscutiblemente
al ser humano, sería ilógico limitarse a un solo eje, o centrarse en un solo
espacio y mucho peor, llegar a negar algo por el simple hecho de desconocerlo. No
podemos justificar científicamente aspectos psicológicos, la composición de un
poema, o los sucesos históricos, por esta razón, tampoco se puede asociar lo
espiritual con una fuerza ciega o un cuento mitológico.
Las cuestiones de fe son inherentes al hombre, pues es una dimensión que le ha sido atribuida gracias a su prestigiosa condición racional, independientemente de cual sea el direccionamiento que el hombre le dé a esta. Pues la fe no es más que creer en algo basado en un testimonio. Ningún hijo duda que es hijo de su padre si su madre se lo ha dicho a pesar de que no lo haya presenciado, o que varios avances científicos fueran posibles gracias a testimonios (escritos) de sus antecesores. El ser humano no inventa nada sin haber tenido un aprendizaje previo. Entonces, ¿será acaso que el conocimiento debe aún mantener una permanente disociación con la fe? Tomemos en cuenta que podemos llegar a conocer muchas cosas, pero resulta distinto llegar a conocer algo involucrando el saber intelectual en sincronía con la verdad.
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