miércoles, 7 de agosto de 2019

El maíz: identidad, entorno, sustento y ensueño

Dr. Tito Astudillo

Dr. Tito Astudillo
Cuando, José Manuel Castellano Gil, me pide una intervención en la presentación del libro, “SARAMAMA La Cultura del Maíz” del Dr. Carlos Álvarez Pazos, puede más la emoción y sin calcular la dimisión del compromiso, acepto gustoso el encargo.
Es que la sola mención del Maíz me lleva a la ensoñación y vienen en secuencia torrentes de recuerdos de mi infancia campesina entre eternas cementeras de maíz de diferentes dimensiones, formas, colores y aromas. Si señor, aromas también: aromas de la chacra recién nacida, de la chacra en floración,  de la chacra florecida, de la chacra  en tiempos de cosecha, aromas del pucón en el deshoje… siempre el maíz como referente, como luz, emblema y esperanza; recuerdos de octubre y las grandes mingas para la siembra con los mingueros y sus yuntas, sus chicotes y bocinas y las sembradoras escogidas entre las hijas casamenteras del vecino, del compadre o del pariente, con sus grandes hermosos sobreros de paja toquilla y sus canastos de varios compartimentos para las semillas: para el maíz, para el frejol y las habas y las cebadas y las arvejas y las pepas de calabazas; -cuatro granos de maíz y dos de frejol a cada paso y…más, advierte la Madre- ; y el  desayuno y el almuerzo y la cena en la gran mesa comunal; y las mingas de la deshierba y de la cosecha, de los deshojes y de las parvas; los juegos de las mizhas, las chalas y las humitas y los quimbolitos; y nuevamente la preparación de la tierra, los rastrojos agosto y las cometas,  las aradas para la nueva siembra del Maíz.
El año agrícola giraba alrededor del Maíz; y el año escolar también; se iniciaban las clases después de las siembras; venía la celebrando la Cruz de Mayo con los primeros choclos y los castillos de Maíz recién florecidos y engrosados de frutas y flores que llevábamos como ofrenda al Maestro; y la culminación de las clases justo antes de las cosechas porque se requerían más manos y voluntades. La infancia fue una fiesta de siembras, deshierbas, cosechas y golosinas del Maíz. Y el año festivo y las ferias y las romerías también, como se analiza y demuestra el Dr. Carlos Álvarez Pazos.
Y ya en la cotidianidad citadina, reminiscencias del maíz están presente en casi todos los recuerdos, como aquellas charlas imprevisibles con el arqueólogo Napoleón Almeida, incansable investigador de nuestra identidad cultural, quien sostenía que el Maíz fue uno de los principales facilitadores de la Conquista Española en nuestra serranía, -con una alforja de maíz al anca  el conquistador tenían comida para largo, decía: maíz tostado, maíz cocinado y maíz molido, maíz fermentado-, en fin comida y bebida para largos días de camino, para él, para su perro y su caballo, ironizaba.
El Maíz también me lleva, amablemente, al recuerdo de la “Fiesta de los chumales” que Manuel María Muñoz Cueva, el célebre “Chugo Muñoz”, el autor de “Cuentos Morlacos” y “Otra vez la Tierra Morlaca”, el Mecenas de muchas generaciones artísticas, ofrecía a sus amigos los poetas, cada año en tiempo de choclos: Jacinto Cordero Espinosa, Eugenio Moreno Heredia; Efraín Jara Idrovo, el pintor Oswaldo Moreno Heredia y muchos más de su íntimo circulo de amistad, bohemias, lecturas y tertuliases….
El Maíz me lleva al milagro de la poesía y a recordar a César Dávila Andrade, en su inmenso poema “Boletín y Elegía de las Mitas”, el lamento de las etnias vencidas en el martirio de la Colonia. “…Sin paga, sin Maíz,….ya sin hambre de puro no comer…”
Y a Rubén Astudillo y A, testimonios de su infancia campesina, en “Responso para tu tierra irremediable”, cuando dice: “Te acuerdas Juan José… yo que jugué contigo al arco y a la pelota… y te hablé de la lluvia. Del Maíz… las aradas…”. A Mary Coryle y tantos otros…
Y a esas largas tardes por los maizales de Yanuncay, con el artista Emilio Lozano, tomando apuntes para sus cuadros costumbristas que hoy reposan en el Museo “Remigio Crespo Toral” y muchas colecciones privadas.
El Maíz me lleva a otras tantas y tantas vivencias, como las lecciones de Cosmovisión Andina de Hernán Loyola Vintimilla en nuestras excursiones al Cojitambo y Rumihurco y sus observaciones en Pumapungo: la Cruz del Sur, Orión y el camino astral anual de la Collka (o Las Pléyades) en el ciclo del Maíz.   La Chacra y su recreación, impulsada por Andrés Abad Merchán, en el Parque Arqueológico de Pumapungo y sus interminables reflexiones sobre saberes y haceres ancestrales ligadas a la Chacra y al Maíz.
-Entonces, hablar sobre el libro “SARAMAMA La Cultura del maíz”, del Dr. Carlos Álvarez Pazos, debería ser como hablar de nuestra cotidianidad, pensé, y me di cuenta, justamente,  que las cosas de nuestra cotidianidad son las que menos conocemos, por considerarlas, eso, tan de nuestra cotidianidad, como en el presente caso. Siendo el Maíz, parte de nuestra Cosmovisión, de nuestra identidad, de nuestro paisaje, de nuestro sustento y de nuestros ensueños. Conocemos tan poco o casi nada.
Y debemos conocer esa “profunda interrelación umbilical y animista, entre la tierra, el maíz y el hombre” andino, como plantea el autor en la introducción de la obra. Y, es justamente ahí en donde encaja con justeza y oportunidad su investigación. Ofrecer a los lectores una fuente de conocimientos sobre el Maíz, en un libro escrito con rigor científico, académico y literario.
Y leí el libro y estoy volviendo a leer, porque cada vez encuentro nuevos elementos que ratifican que somos una Cultura del Maíz, herederos de una rica tradición amauta que aportó saberes para la consolidación de una sociedad agraria que logró la armonía hombre - Naturaleza y Cosmos: Intytayta (Padre Sol) y Killamama (Madre Luna), Kollca (estrellas de la constelación las Pleyades), Allpamama (Madre tierra), Yacumama (Madre agua) y Saramama (Madre Maíz). 
Y forjó una cultura del Maíz, que se manifiesta en su cosmovisión, en su lenguaje, en la agricultura, en su gastronomía, celebraciones y rituales, en la literatura y otras artes, que aportan a la identidad andina y del habitante al Sur del Nudo del Azuay, entre los calientes de la amazonia y del litoral ecuatoriano, ancestralmente considerado como asiento de la nacionalidad Cañari, hoy nuestro entorno, paisaje y cotidianidad. Cultura que vivimos y se manifiesta en todas nuestras actividades porque como dice Guillermo Bonfil B. “Maíz, sociedad, culturas e historia son inseparables. Nuestro pasado y presente tienen su fundamento en el Maíz. Nuestra vida está basada en el maíz. Somos Gente del Maíz”, veracidad que se analiza, demuestra y concluye en este libro.
-Planteado el tema y definido el Maíz como elemento identificador de una Cultura indio mestiza, con propiedad, en el habitante del austro ecuatoriano, el libro pasa a desarrollar un conocimiento documentado de los  diferentes aspectos del Maíz, como: el nombre, mitos y leyendas, antropomorfismo, variedades, ciclo agrario, tecnologías de cultivo y producción, fiestas y rituales, comidas y bebidas, enfermedades y plagas,  en la medicina y la nutrición, literatura y artes, toponimias y abreviaturas, escritos, como decíamos, con rigor científico, académico y literario.
Finalmente, una tercera parte, expresada en conclusiones:
-Una reflexión sobre la necesidad de rescatar la Pachamama, la Chacra y el Maíz, ante el avance indiscriminado de la frontera de pastoreo a expensas de la frontera agrícola.
-Un llamamiento y exhortación a las organizaciones sociales como la CONAIE, ECUARRUNARI, GAD parroquiales a poner en marcha una verdadera Revolución Verde que privilegie el cultivo de la Chacra y del Maíz. 
-Una alerta contra la introducción oficial de los transgénicos a expensas de las semillas nativas, que se verían en desventaja ante las transnacionales dueñas de los derechos de propiedad intelectual, lo que implicaría, incluso, la prohibición de la venta e intercambio de las propias semillas nativas.
Un libro para leer, añorar, disfrutar y aprender. Gracias Dr. Carlos Álvarez Pasos, por este invalorable aporte a nuestra identidad. Gracias José Manuel por esta oportunidad de ensoñación.

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