Dra. Ruth Moya |
Tengo el honor de
hacer la presentación del libro de Carlos Álvarez intitulado: Saramama. La cultura del maíz. Lenguaje, saberes e identidad en la
comarca azuayo-cañari.
La
difusión digital de esta obra ocurre cuando nos encontramos reflexionando y
aspirando a que, efectivamente, ocurra el reconocimiento, valoración e impulso
de las lenguas indígenas, teniendo como marco el Año Internacional de las
Lenguas Originarias, instituido por las Naciones Unidas.
La edición
digital de este libro ha sido posible gracias a la sensibilidad del historiador
canario José Manuel Castellano quien ha impulsado la “Editorial Centro deEstudios Sociales de América Latina”, que viene dando cabida a la publicación
de los resultados de investigaciones, situadas, preferente pero no
exclusivamente, en la región austral de nuestro país.
Mi
relación con Carlos Álvarez se inició, hace muchos años, debido a nuestro mutuo
interés en la lengua y cultura kichwas. Carlos Álvarez, particularmente
inclinado a los estudios lexicográficos, ha realizado múltiples aportes sobre
el castellano azuayo, enriquecido, por la lengua y cultura kichwas, cuya
impronta es innegable, a pesar del desplazamiento de la lengua kichwa en favor
del castellano. La obra Saramama. La cultura del maíz. Lenguaje, saberes e identidad en la
comarca azuayo-cañari, así lo atestigua.
El libro,
como dice el autor, se empezó a escribir en el 2014 y, para el presente año de
2019, el texto pasó por muchas reflexiones, aproximaciones y acercamientos de
distinta índole: desde los académicos hasta los emocionales.
La obra
nos remite al análisis lexicográfico en torno al maíz. El autor explora los
aportes de conocedores de la cultura regional azuaya y cañareja. Los nombres de
Julio Paris, Luis Cordero, Alfonso Cordero Palacios y, el del estudioso
contemporáneo Glauco Torres, nos permiten una aproximación acerca de la
evolución de la lengua kichwa. Se pasa revista, igualmente, a crónicas
coloniales tempranas.
El
análisis de la documentación histórica de fines del siglo XVIII y principios
del XIX sobre la Gobernación de Cuenca y la Región Centro Sur del país
constituyen otra interesante mirada del objeto de estudio propuesto por Carlos
Álvarez. Mirada acompañada de la mención a estudios etnográficos contemporáneos
sobre la cultura campesina regional y, de modo especial, de aquella vinculada
al cultivo, comercialización y ritualidades sincréticas en las cuales tiene
presencia el maíz, en realidad una madre, para la sensibilidad y
conceptualización andinas.
Un
antecedente de este estudio son los trabajos que, sobre la cultura campesina
regional, impulsara el Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad
de Cuenca y en los cuales participara Carlos Álvarez, en su calidad de docente
e investigador de la lengua kichwa y la cultura indígena y campesina de Cañar y
Azuay.
En este
libro surgen las voces de mujeres y hombres, que aportan a la reflexión y
conocimientos sobre la cultura del maíz y a la visualización de las
aspiraciones y esfuerzos de la gente por alcanzar el Sumak Kawsay. Campesinos,
pequeños comerciantes, dirigentescampesinos, de un modo o de otro, expresan su
compromiso con el fortalecimiento de su propia organización y con el ejercicio
de sus derechos en torno a la salud, la educación y el bienestar colectivo.
Todos,
hablando en kichwa o en castellano, muestran sus raigambres cañari y quichwa a
través del calendario ritual y de las visiones del mundo, plasmadas, entre
otros, en el disfrute de la gastronomía, la música y la transmisión oral de las
tradiciones locales.
En el
libro se restituyen las voces de la gente de comunidades y parroquias de Cañar
y Azuay: Sayausí, San Alfonso, Cojitambo, Patapamba, San Gerardo de
Huahualpata, Pachón, Nabón, Collauco, Suscal, Lunduma, Punta Corral, Jima,
Caguanapamba, El Tambo, Quilloac, San Alfonso, Victorilla, Santa Isabel,
General Morales, Socarte , zonas alta y baja Cañar, Sigsig, Santa Ana
Patapamba… El cuidadoso –y amoroso- tratamiento de las voces kichwas sobre el
maíz, amplía los horizontes de la lexicografía del kichwa y deja ver la
impronta de la cultura andina en el castellano regional.
En el
léxico documentado por Carlos Álvarez puede encontrarse los rastros de la
lengua cañari que fue estudiada en la segunda mitad del siglo XVI,
probablemente a partir de 1563, por decisión del Sínodo de Quito.
Lamentablemente no hay rastros de la gramática y del léxico de esta lengua que,
junto a las descripciones de otras lenguas originarias, se construyeron para
facilitar los procesos de la catequización instalados desde la colonia
temprana.
La
investigación de los vestigios de la lengua cañari debería ser objeto de nuevos
estudios en el marco de la compleja historia del pueblo cañari. Ojalá el
presente trabajo despierte el prolijo interés de nuevos investigadores y el
apasionado empeño por salvaguardar y desarrollar las identidades. Ojalá esta
empresa continúe motivando tanto a los herederos directos del patrimonio cañari
y kichwa cuanto a todos los que apuestan por relaciones interculturales que
garanticen la soberanía epistémica y el pleno reconocimiento y ejercicio de los
derechos lingüísticos y culturales.
Con
aportes como los de Carlos Álvarez ganamos todos. Avanzamos todos. Nos
regocijamos todos.
Ruth Moya
Quito, julio de 2019
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