sábado, 30 de noviembre de 2019

DISCURSO HOMENAJE PÓSTUMO A EDGAR PALOMEQUE VIVAR

Intervención José Manuel Castellano
Dignísimas autoridades, Sras. y Sres. muy buenas tardes y sean bienvenidos a este acto Homenaje póstumo al Licdo. Edgar Palomeque Vivar.
Hace un par de años tuvimos la dichosa fortuna de conocer personalmente a este ilustre azogueño, cañarense, ecuatoriano y ciudadano universal a través de mi gran y admirado amigo el Dr. Edgar Palomeque Cantos. Recuerdo perfectamente aquel instante cuando me comentó: “Mi padre quiere conocerle”. Y se organizó un encuentro en su casa. Desde el primer momento fui consciente que me encontraba ante un hombre excepcional, con una humanidad desbordante, una sencillez admirable, un bagaje cultural inmenso, una trayectoria y experiencia dignas de seguir sus pasos.
Su biblioteca, su espacio de trabajo, su conversación, sus inquietudes, sus reflexiones, su pasión por la lectura y el diálogo eran tan inconmensurable como su devoción y amor a Doña Dolores Ubaldina Cantos Chávez.
Esta primera impresión me llevó a plantearle que esa vida tan rica merecía ser contada, historiada. De modo que junto a mi alumna Marcela Ulloa iniciamos y planificamos las acciones para reconstruir su historia de vida. Sin poder concluir ese trabajo nos abandonó para encontrar un refugio, donde descansan eternamente los hombres buenos.
Fue, sin duda, aquel un gran e inesperado momento de dolor para su familia y para todos los que le apreciábamos. Ese acontecimiento me llevó, poco después, a proponer de forma oficial al actual Director de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Cañar la posibilidad de brindar un acto homenaje y que, hoy afortunadamente, se ha materializado con esta sesión simbólica, que pretende recordar y reconocer toda una vida dedicada a su tierra y a su país.
Asimismo debemos resaltar el decidido apoyo incondicional que hemos recibido de los responsables de las distintas instituciones a las que estuvo vinculado el Lcdo Palomeque Vivar durante su vida y ejercicio profesional, como la Asamblea Nacional de Ecuador, la Municipalidad de Azogues, la Universidad Católica de Cuenca, el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural y los centros educativos Juan Bautista Vázquez y Luis Rogerio González. Junto a ello también debemos significar al grupo de personas que compartieron espacios y vivencias, y que han prestado su pleno apoyo y estímulo, como es el caso del Dr. Enrique Pozo, Dr. Nicanor Merchán, el Dr. Juan Cordero, el Dr. René Cardoso, entre otros muchos.
Y como sustentación de lo expuesto esbozaremos a continuación unas muy breves pinceladas, pues disponemos de un tiempo limitado, para recorrer aquellos aspectos más sustanciales de su quehacer y que forman parte del trabajo en curso que venimos desarrollando con Marcela Ulloa Pineda, una brillante alumna con un gran futuro por delante (¿Dónde está Marcelita? Por favor, póngase de pie. Solicito un gran aplauso para ella).



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Edgar Palomeque Vivar nacía en la ciudad de Azogues un 15 de junio de 1929 en el seno de una amplia familia conformada por su padre, Don Adolfo Palomeque Argudo, su madre, Doña Zoila Vivar Vintimilla, y sus hermanos Luis, Bolívar, Bertha, Mercedes Victoria y Adolfo.
Desde muy joven fue un chico muy activo y un enamorado del fútbol, del basquetbol, la natación, del atletismo pero un duro golpe emocional, la muerte de su abuela paterna Sra. Mercedes Argudo Vicuña, le condujo a refugiarse en la reflexión existencial y en la búsqueda de respuestas a través de la creación literaria, que concretaba en “Tiempos de soledad”, que posteriormente formaría parte de su obra poética “Sobretarde”.
Su etapa formativa se iniciaba en la Escuela Fiscal Emilio Abad, donde su padre desempeñaba la dirección. Recuerda su primer día de escuela, a la que llegó cogido de la mano de su padre; ese fue un día especial en su vida porque descubrió un mundo diferente al del hogar.
De su primer grado recuerda a su profesor, el Sr. Benjamín Sarmiento, que siempre estaba sonriente y era muy amable con los niños. Los viernes estaban destinados a leer cuentos y fue así donde nació su gran pasión, hasta el punto que esperaba ansioso la llegada de ese día para escuchar los cuentos del maestro, del que mantuvo siempre un cariño imborrable.
A los 12 años de edad ingresaba en el Colegio Juan Bautista Vásquez donde fue un asiduo lector en su biblioteca, interesado en lecturas de carácter romántico y donde Rubén Darío fue su confidente excepcional y también en temas relacionados con la libertad social. En sus últimos años de vida colegial sus compañeros enamorados le solicitaban que escribiera esquelas de amor y se volvió diestro en este género epistolar amoroso.
De su vida colegial recuerda con afecto y admiración a los maestros Vicente Cabrera Vega y Luis Felipe Ramírez. En esa etapa contó con dos grandes amigos Víctor Manuel Crespo Montalvo y Efraín Crespo Trelles, ambos fallecidos, y que en recuerdo a esa amistad escribiría sus Semblanzas.
Durante su etapa como docente en Cañar encuentra, como el mismo definió, a su “amor eterno”, Doña Dolores Ubaldina Cantos Chávez y poco después se trasladaba a Quito, con la idea de iniciar sus estudios universitarios de Jurisprudencia en la Universidad Central. Pero la distancia y dos años de amor le vencían y optaba continuar sus estudios en la Universidad de Cuenca. Y durante su segunda permanencia en Cañar, en 1952, contraía matrimonio con la mujer de su vida. Con respecto a ello, nos confesó que se casó “muy joven por amor” y que la gran pasión de su vida fue su esposa.
En el ámbito de las creencias se declaraba católico por tradición familiar y por reflexión. Creía en un Cristo humilde, solidario y redentor y consideraba que los evangelios son la mayor lección moral que se haya escrito. En función a estos pensamientos, estaba convencido que en su vida había obrado como cristiano; como educador había servido como ciudadano guiado por la honestidad y solidaridad; como escritor se definía como un “describidor de los conflictos humanos” y jamás había atentado a las buenas costumbres. Y su gran aspiración para lo que le restaba de vida era intentar mantener fidelidad a sus principios.
Con respecto a la política no se consideraba una persona con implicación activa y prefería definirse como un pensador político propiciador de la igualdad social, de respeto a la libertad y a la democracia participativa.
Desde muy joven la cultura formó parte de su vida y se integró en el grupo cultural Despertar, que aglutinaba a jóvenes como Marco Romero Heredia, Estuardo Jara Arízaga, Daniel Mogrovejo, Juan Barahona y otros. El lema de ese colectivo enarbolaba una “Renovación por la Cultura” y estaban guiados por una ambiciosa pretensión de mirar a la Patria con un rostro optimista, identitario y cultural.
Este activo grupo tuvo un amplio horizonte y establecieron relaciones con el movimiento cultural quiteño, “Escritores Jóvenes del Ecuador”, y en una reunión de carácter nacional celebrada en Ambato en 1959 alcanzaron un gran logro: que el IV Congreso de Escritores Jóvenes del Ecuador tuviera como sede la ciudad de Azogues. En ese Congreso fue elegido Presidente y entre las resoluciones adoptadas fueron la toma de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, maltratada por la dictadura militar y el retorno de Benjamín Carrión a la Presidencia Nacional.
En el plano social, consideraba que la revolución debía centrarse en la educación, que es una herramienta que puede ayudar a cambiar las estructuras socioeconómicas. Asimismo se consideraba como un “hombre de paz que creía en la igualdad y el bienestar comunitario”, al que le conmovía las diferencias económicas y la pobreza. Todos estos aspectos ha intentado reflejarlos en sus obras.
Tras sus estudios reglados inició una fase de formación continua: fue becario de UNESCO y participó en diversos cursos, seminarios y conferencias en Argentina, República Dominicana, Colombia, Costa Rica, Guatemala y México.
En su etapa profesional fue profesor de primaria en la escuela rural Gastón Figueira de la Parroquia Luis Cordero (San Marcos), con el pensamiento de ejercer su convencida labor pedagógica y con la idea de poder ahorrar fondos para continuar con su formación en la educación superior. Su tiempo como profesor, a lo largo de tres años, fue compaginado con sus grandes pasiones: la lectura y la investigación social. Esa experiencia como docente rural fue una fuente de inspiración que plasmaría en su cuento El apunte. Esta primera etapa profesional se cierra tras recibir una propuesta del Colegio José Peralta en la ciudad del Cañar, que le llevó a trasladarse al vecino Cantón.
En 1960 se incorporaba como profesor de Literatura al Colegio Juan Bautista Vásquez, donde poco después fue Vicerrector y Rector, además, de cursar estudios en la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, en su sede de Cuenca, y donde obtenía los títulos de Licenciado en Filosofía y Profesor de Educación.
En la década de los 90 de la pasada centuria ejerció como docente en las universidades Pontificia de Cuenca (actual Universidad del Azuay) y en la Universidad Católica de Cuenca, siendo su primer Decano en la sede de Azogues, para en 1994 retirarse a causa de una grave enfermedad.
En su labor directiva como docente obtenía en 1954 la plaza de secretario colector de la Escuela de Artes y Oficios en Azogues y desempeñó sus funciones hasta 1960. Cabe mencionar que la Escuela de Artes y Oficios, creada en 1943 por el Presidente Arroyo del Río, fue la inicial de Educación Técnica en la localidad. La ciudad históricamente fue de modalidad artesanal y era necesario tecnificar la actividad colectiva. Más tarde, con el cambio de visión educativa nacional, la Escuela de Artes y Oficios se convirtió en Colegio Técnico y luego en el Instituto Técnico Superior del que fue rector por veinte años.
En 1974 accedía al rectorado del Colegio Técnico tras participar en su concurso y permaneció en esas funciones hasta 1994, en que una grave enfermedad impidió continuar ejerciendo su labor. Como rector logró tecnificar las especialidades, creó el ciclo superior en Electricidad y Mecánica, dotó de laboratorios y equipamientos técnicos, herramientas y otros aditamentos convirtiéndole al plantel en ejemplar dentro de su especialidad en el Ecuador.
Con respecto a su faceta cultural, en 1957 fue invitado a integrarse en el Núcleo del Cañar de la Casa de la Cultura, donde ejerció distintas responsabilidades, desde vocal del Directorio hasta Presidente, en dos periodos. En aquellos momentos la Casa de la Cultura estaba instalada en un local arrendado y, por ello, se propuso construir una sede adecuada y contó con el apoyo del Presidente Jaime Roldós Aguilera. Así el 4 de noviembre de 1981 se inauguraba las nuevas instalaciones pero no sólo construyó el local actual del Núcleo sino que lo dotó de un museo arqueológico, archivo histórico, biblioteca, salas de exhibición pictórica y teatro.
Asimismo fue Presidente de la Comisión del Castillo de Ingapirca, al que le dio una nueva dimensión con la creación del Museo de Sitio del complejo, apoyado por el Banco Central de Cuenca.
En cuanto a su producción literaria debemos señalar que es muy prolija y tan sólo nos detendremos en enunciar algunas de sus obras, así en el género poético “Sobretarde” o su obra titulada “Poesías”, “Patrimonio patria poesía”, entre otros. Cuenta con una serie de poemas de amor telúrico, de personajes de la memoria histórica y mágica del Ecuador, como es el caso de “Recado para Atahualpa”, con el que logró el segundo puesto en el concurso poético latinoamericano promovido por la UNESCO, con motivo del quinto centenario del Descubrimiento de América en 1992.
Entre sus libros de cuentos están “Conflictos”, “Terno Volteado”, “El apunte”, “Ilegales”, “Calentamiento Global”, “Vertiente Patrimonial” y en el género ensayista “Augusto Sacoto Arias su trayectoria poética”, “La feria de Azogues”, “Historia de la educación de Azogues”, “Testimonio existencial”; “Breve historia de Azogues”, etc.
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En definitiva y en conclusión, estas líneas han pretendido resaltar el valor y la significación de un hombre, un ciudadano y un intelectual que trabajó y luchó plenamente convencido por la cultura desde un compromiso social impagable. Su huella está presente, está viva y será imperecedera, por siempre. Nuestra profunda admiración al Dr. Edgar Palomeque Vivar.

Dr. José Manuel Castellano Gil
Noviembre, 2019

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