lunes, 13 de enero de 2020

Chismes, mentiras y manipulación

Les propongo un complejo ejercicio reflexivo. Imaginemos por unos instantes que nos encontramos en un contexto social donde los chismes, las mentiras y la manipulación son los pilares sustentadores y articuladores de la vida pública, de los espacios políticos, de las parcelas laborales, del ámbito académico y educativo.

Chismes y mentiras que corren como pólvora encendida y que traspasan la velocidad de la luz. En algunas ocasiones juegan un papel de entretenimiento para el adormecimiento social y, en la inmensa mayoría de los casos, es empleada como estrategia maquiavélica de confusión para generar inestabilidad y conflictos por medio del arte manipulador, con la finalidad de crear corrientes de opinión mediatizadas y sesgadas, sobre aquellos sujetos incapaces de construir, desde su libertad y su conocimiento, un posicionamiento propio e independiente sostenido en la reflexión y en el contraste.
Nada nuevo bajo el sol, aunque en esta época de revolución tecnológica, de comunicación y de la información -que parecía que nos iba a liberar de esas rancias cadenas- nos encontramos, por el contrario, todavía hoy más que nunca y de forma globalizada, sometidos a un régimen penitenciario de esclavitud mental perpetuo. Somos, pensamos y decimos lo que “otros” quieren que seamos, que pensemos y digamos.
Esto que planteamos explicaría el gran auge y efectividad de ese viejo recurso que ha sido adaptado a los nuevos tiempos, a través de las “noticias falsas” (Fake news), que son capaces de movilizar sin criterio, crear opinión alienada, hacer caer gobiernos, ganar elecciones o apropiarse ilegítimamente de pequeños lotes de poder bajo el ideario del que “todo vale”.
Llegado a este punto, nos apena decir (ojalá esté equivocado, aunque sea medianamente) que transitamos por unos senderos oscuros alejados de los espacios de libertad y que están altamente jerarquizados por esos estamentos sectarios de poder y contrapoder, que representan y luchan por el mismo objetivo: mantener o alcanzar el control, para ejercerlo durante el mayor tiempo posible, a través de un sistema de sumisa obediencia y en la reproducción generalizada de comportamientos de dominación.
Bajo estas premisas enunciadas ¿Cree usted, estimado ciudadano, que esta contextualización expuesta puede inscribirse en un proceso que vaya encaminado a construir un pueblo culto y, por consiguiente, a cimentar las bases de una sociedad futura integrada por mujeres y hombres libres?
José Manuel Castellano Gil

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