No es cuestión
de educación o elegancia, aunque también, sino de reconocer y valorar al “otro”,
para seguir avanzando en mejorar nuestra relación con los demás y, muy especialmente,
con nosotros mismos. Sin embargo, una actitud muy generalizada en estos tiempos
que corren y que brilla por su ausencia en esta sociedad, enfermiza por un patógeno
de individualismo egocéntrico pandémico, donde la arrogancia y el despecho
parece concebirse como un mérito; donde la descalificación es la práctica común
de aquellos que se creen premios nobeles de las esquinas de sus barrios; y
otros el pozo de conocimiento y sabiduría, sin fondo claro está, y que usan
como signo de distinción discriminatorio ante los demás. Los hay incluso más
atrevidos, aquellos quienes presumen y alardean de cartones adquiridos en
ferias libres y que se disfrazan con traje y corbata; también están aquellos
ejemplares que creen que saben de todo; y la manada caníbal de criticones-envidiosos,
es decir, aquellos que no ven con buenos ojos, que balbucean sin parar pero que
no saben hacer ni una “o” con un canuto.
Sin duda
alguna, conviven muchos otros especímenes variados en esa fauna de tinieblas
pero las líneas que siguen van dedicadas a mujeres y hombres que viven en la
luz y que iluminan a los demás, que nos enseñan en valores, que nos animan a
soñar, a volar, a amar, a acariciar los sueños y a abrazar las utopías desde la
sencillez, desde el compromiso y desde la consideración al otro. No son dioses
pero casi, son simples poetas, mujeres y hombres de carne y hueso, de extrema
sensibilidad, de pasiones encendidas y luchadores por la vida y la libertad.
Estas palabras
van dirigidas especialmente para Catalina Sojos, Francisco Viña, Jorge Dávila
Vázquez, Cecilia Domínguez Luis, Iván Petroff, Fernando Senante, Sara Vanegas,
Rubén Díaz y Luis Almeida, grandes poetas y poetisas pero especialmente grandes
mujeres y hombres por encima de todo, que a pesar del largo camino que han
recorrido en su carrera literaria se muestran humildes y ansiosos de aprender
de los demás. Uno que ya es perro viejo y que peina canas no quiere pasar por alto
ese ejemplo y esa enseñanza que nos ofrecen: respeto, sencillez, humildad y
humanidad hacia el otro ¡Chapeau!
José Manuel Castellano
Cuenca (Ecuador) agosto de 2020
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