Así reza un titular
de portada de El Diario de Avisos de Santa Cruz de Tenerife de 1º de agosto de
2020. Sin duda, como es muy habitual en estos tiempos, el graduado escribiente receptor
debió sufrir algún problema técnico de conectividad durante su conversación con
las “Islas” o es un vulgar vocero de los grandes prebostes, es decir, de
aquellos que han maltratado hasta sangrar el suelo insular, aquellos que han
sobreexplotado laboralmente a los isleños, aquellos que gobiernan desde la
sombra a través de títeres bronceados, que cercenan el futuro de las Islas y de
los Isleños.
Las Islas llevan
gritando desde hace décadas las continuas agresiones sufridas pero sus señales agónicas
no se oyen, ni son bien recibidas en ese endogámico círculo
empresarial-político, como también le sucede al silenciado mundo sanitario
público, para seguir engordando una fortuna manchada de sangre y pobreza
social.
Hasta cuándo van a
soportar a esa partida de manipuladores, tramposos, mentirosos, especuladores, corruptos,
vividores, que siembran la destrucción del patrimonio natural e hipotecan la
esperanza de un pueblo ¡Hasta cuándo!
Ahora los caciques
del pasado vuelven a reconquistar ciertos espacios institucionales con sus
artes espurias y los frikis “pactistas de las Flores” siguen sus mismos pasos
bajo idéntico sendero, para cubrir de malas hierbas el ecosistema con políticas
de cemento antisocial que invaden también la educación, la sanidad, el mundo
cultural…, con acciones estéticas de ficción junto a decorados de cartón piedra
con respecto a los grandes temas, medioambientales, cambio climático y sin
políticas sociales, bajo comportamientos serviles a los intereses de esos
tiburones foráneos y a sus secuaces endémicos, cuyo fin no es otro que
consolidar esa estructural fragilidad y miseria isleña para continuar
acaparando sus miserables riquezas en macabros ataúdes.
No pierdan su tiempo,
ni se esfuercen en construir una sociedad y economía sustentable con valores y
principios sociales y ambientalistas, porque al final los isleños acostumbrados,
como están, a soportar todo, se adaptarán a comer el cemento, pues no creo que
sobrevivan las piedras.
José Manuel Castellano
Cuenca (Ecuador), agosto de 2020
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