jueves, 4 de mayo de 2023

A propósito de Garabatos poemáticos

Ana Violeta Renshaw Quintero 

La primera vez que José Manuel me mostró la portada de "Garabatos poemáticos", recuerdo muy bien la sensación que tuve. De pronto me sentí como una niña pequeña que abría los ojos ante un espectáculo mágico de colores brillantes, limpios, puros, que se mezclaban unos con otros  pero a la vez bien definidos. Me sentí atrapada en ese maravilloso jardín policromado, tan iluminado por un cielo de azul intenso y esplendoroso. Recuerdo que por unos segundos me quedé en silencio,  cómo absorbida por aquella Magia.

Más tarde,  después de unos instantes, llegó la mente pensante que relaciona, que analiza, y tuve entonces la sensación de estar viendo un Kandinsky (precursor de lo abstracto) o un Joan Miró (que reflejó su interés por el subconsciente).

Fuera lo que fuere, la sensación continuaba siendo muy grata y hermosa. Hago este comentario porque después de haber leído los poemas de José Manuel, escritos en distintos momentos, llenos de sentimientos hermosos, sinceros, valientes... veo el coraje de un hombre que es honesto, que no es un oportunista. Un hombre que es impecable en su yo espiritual y valores. Un caballero que usa su mente de las maneras más brillantes, con originalidad y mente rápida, que conoce y entiende los desafíos de la vida, que no depende de los juicios de los demás y que perfecciona sus pensamientos, acciones y sueños.  Todo ello con una humildad arrebatadora.

Es un corazón, su corazón, puesto sobre la mesa, como el pan que alimenta, y al alcance de todos; sin coraza, sin máscara ni pretensión alguna. De esto me hablan esos "Garabatos" encuadrados en un cielo azul, tan semejante al de la Cuenca Austral y Canarias.

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