Por: Dayana Chicaiza Quille
Jamás pensé llegar al punto de decir que la lectura me ha salvado la
vida. Tal vez suene algo extraño, pero no. Me encontraba ahogándome en mis
pensamientos, en la ansiedad y en el maldito insomnio, que cada noche me mataba.
Pasaba cada día recurriendo a ingerir pastillas para controlar mi estado
depresivo, con el que llevo lidiando con esos demonios durante este último año,
aunque ni la pastilla más fuerte podía curarme. Odiaba y me atemorizaba que el
día llegara a su fin, porque las heridas se hacían más grandes en esas noches
tristes.
Pero resulta que siempre hay otro camino, otra oportunidad y la
suerte me visitó, a pesar que mi esperanza se había perdido. Entonces apareció la propuesta que me hizo
llegar José Manuel. Comenzamos a leer, digo comenzamos porque incluí a mi
corazón y mi mente. Y todo cambió. Resulta que hasta el poema más corto o
insignificante en apariencia me mostraba nuevas puertas de ilusión y esperanza.
Ese encargo me permitió leer y recitar “Garabatos poemáticos” y las “noches”, que
me atemorizaban tiempo atrás, cobraron un nuevo sentido, se reconvirtieron en
mi espacio favorito acompañado del silencio y las estrellas, en un lugar seguro,
acogedor, un escenario apropiado para la lectura, locutar e incluso para pensar
y reflexionar. El hecho de grabar cada noche y dar lectura a esas líneas que
nos ofrece José Manuel, en las páginas que siguen, fue mi salvación. Por ello,
estoy muy agradecida por esa invitación a colaborar en este poemario que ha
cambiado mi vida.
Imposible no emocionarse al leer esto.
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