Erick
Jara Matute
La lucha a favor de una calidad educativa es un actuar de
todos, de que sirve tener educación si esta es pobre, sin sentido y fundamento
humano, es decir, un limitante al desarrollo intelectual de la sociedad. Qué
sentido encontramos a la institución educativa si es el cofre del conocimiento
en vez de ser la fuente, no podemos compararla si creemos que fuera de ella
aprendemos más que adentro. Hablaría entonces de un requisito que se debe
cumplir para ser reconocido como persona al servicio de la comunidad. Por dicho
conflicto interno, inspirado en la crítica, pero, ante todo, en la acción,
nació Educación al Desnudo. Tras
pensarse que la realidad puede ser distinta, –espero que no sea un sueño,
cansado de recibir por años una mediocridad del sistema caducado y, la
necesidad de conocerse y conocer en educación verdadera, planteamos nuestro
camino de lucha.
Educación
al Desnudo nace como un conjunto de posibles acciones
para concientizar a docentes y alumnos sobre qué es la calidad educativa, queremos encontrar un punto de encuentro.
Su problemática mayor es la nefasta y reducida importancia que un sistema tiene
sobre su gente. Recordemos que somos parte y sustento de ese sistema, en otras
palabras, puede que nosotros seamos el problema. Apoyados en la era
tecnológica, pensándose que es una de las mejores formas de llegar a las
personas y más aún en tiempos de Covid-19, utilizamos las redes sociales para
motivar a la construcción de críticas y cuestionamientos que pugnen un régimen.
Una de las actividades realizadas con la comunidad web fue plantear la
siguiente pregunta: ¿La escuela calla o te calla? Participaron 43 personas;
teniendo una mayor presencia de mujeres, 33 frente a 13 varones. Cada
comentario nos lleva a una doble posición visión sobre la educación: unos en
contra y otros en favor, además, de un recuerdo y una crítica.
Como magnífico ejemplo, uno de los comentarios recordaba
aquella maldición a la que todos temíamos, “El
profesor te ponía el ojo”. Significaba un milenio de preocupaciones para el
maldecido. Aquellos inquietos, malcriados, vagos como ostentaban calificarlos,
no podían librarse hasta finalizar el año. También se expresa el desagrado
hacia las pautas ya establecidas, se preguntan quién fue el que dispuso un
orden que impide el amor eterno al aprendizaje; si salías de la zona
establecida, eras despreciado o un “caso
perdido”.
¿Por qué calla la escuela? Responden, “la escuela destruye varios de nuestros
sueños, el principal responsable es la incorporación de modelos educativos
extranjeros que no dan buenos resultados al país”. Tan bajo nos han llevado
para sentirnos una copia de lo que a otros quizás les funciona y a nosotros nos
destruye; “Te cierra, te hace pensar que
necesitas ayuda de alguien”. Entonces podríamos decir que las personas
sienten el objetivo de la escuela como un mecanismo amenazador, explosivo y
destructivo, “tratan de que no seamos
personas pensantes, no nos quieren libres”; construyen jóvenes conformistas,
pasivos y autodestructivos.
La visión que las 43 personas muestran es una
aterrorizada por historias con lamentables minúsculas alegrías, “presos del control y esterilizado de
creatividad”; estas son las consecuencias de no enfrentar al sistema,
“llegamos a tal punto de perder el sentido de libertad”. Exponen a la escuela
como una estructura paradigmática caduca, incapaz de pensarse diferente;
asentada en cimientos destructivos. “Aparte
de ser un modelo hegemónico de control de masas, no educan y te enseñan, pero a
obedecer”. ¿A dónde nos ha llevado el sistema educativo? Imagino a una
persona del pasado deseando tener un lugar donde liberarse desde el
conocimiento, anhelando la creación o invención de una escuela para estudiar;
cuan decepcionado estaría al ver su sueño hecho realidad. “Es extraño, la
escuela debería ser una de las fuerzas principales para vivir. Pero no, sólo
nos prepara para producir. Por eso, muchas veces, calla”.
Aunque lamentable, pero necesario de rescatar, tres
personas escribieron comentarios positivos de la escuela y, –me atrevo a
calificarlo así– escusas de malas prácticas docentes: a) “en la actualidad existe un poco más de accesibilidad en cuanto a la
libre expresión del estudiante, aunque no es valorada en su totalidad”; b)
“es más accesible a criterios”; c) “los docentes nos sentimos apresados ante un
sistema que coarta la praxis, mala infraestructura, poco material, mala paga,
etc.”. Sin duda, aportan una pequeña mirada de libertad, suscitada por
cambios sociales que influyen a la escuela, pero no salvan su actuar.
A todo esto ¿qué nos dicen las personas sobre como iniciar
el cambio? Sin duda no podemos vivir en el pesar; tal vez el objetivo humano es
la lucha contra nuestra propia creación, el sistema de orden. Si los docentes
en un inicio, –su mayoría–, no han tenido la iniciativa de lucha, o son ellos
quienes promueven el silencio, la comunidad estudiantil “deberíamos ser los primeros en proponer ese cambio a la realidad
deseada, debemos hacer del conocimiento nuestra arma para romper esas
estructuras”. Los estudiantes convertidos en motor de transformación deben
repasar su realidad y generar cambios. “Los
niños, niñas y adolescentes no son seres vacíos que vienen a ser llenados por
los docentes, sino más a ser llevados de la mano para explorar toda esa
imaginación”.
A modo de conclusión tenemos que aceptar que el sistema
está caduco, ya no sirve. Propongo que nos pongamos a pensar si realmente algún
momento funcionó, estuvo acorde a la liberación o siempre fue un instrumento de
manipulación. Las personas que nos apoyaron comentando sus opiniones y críticas
muestran un sistema que no deja de decepcionar, destruir, contagiar y aniquilar
nuestro bien natural, la duda. A la vez, no dejemos de lado aquellos que,
dentro del sistema, pretenden destruirlo desde sus entrañas, esos docentes que
marcan la diferencia, los que motivan a la construcción de un criterio ante el
juicio. Un nuevo sistema implica la erradicación total de lo que fue, no
podemos mejorar lo inmejorable, peor innovarlo. Necesitamos esperanza y acción,
lectura y reflexión.
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