lunes, 7 de septiembre de 2020

DESHONRADO POR SER CANARIO

No puedo tapar mis ojos, callar mi voz, ni secuestrar mi pluma ante esos terribles brotes pandémicos xenófobos que se están produciendo en el Archipiélago canario y en muchos otros espacios territoriales alrededor del mundo, que me deshonran como canario y como ser humano.
Las páginas de historia de esta civilización están ya cargadas y manchadas por demasiados torrentes, ríos y océanos de sangre y muertos, por demasiadas barbaries fomentadas desde las propias estructuras de poder, por las propias relaciones económicas en plano de desigualdad y explotación, por los hipócritas e invisibles valores impuestos y por el propio sistema social y educativo, que reproduce individuos sin criterios, maleables y moldeables.
Está más que constatado que los comportamientos radicales frente al “otro”, por su etnia, por su color, por su género, por su condición extranjera, por su pertenencia a estratos sociales precarios, por la condición de miseria y pobreza son, desgraciadamente, una constante discriminatoria histórica siempre presente, que aflora con intensidad extrema en momentos de crisis económica. Esto viene a demostrar que no hemos aprendido absolutamente nada.
Este tema requiere, sin duda, de un abordaje profundo, que obviamente no es nuestra intención en estas breves líneas. Tan sólo tiene como pretensión dos aspectos: a) denunciar esa realidad, cuya responsabilidad máxima recae en esos vividores, que supuestamente representan al interés público e institucional y al propio sistema educativo canario. No le dedico más atención ni espacio porque nada espero de ellos hasta que no se produzca un cambio de sistema; y b) aunque sólo sea un ejercicio de arar en el mar, invito a todos esos canarios ombliguistas, que no ven más allá del contorno de su isla, a que se adentren en su historia para descubrir que sus ancestros originarios provenían, quieran o no, de la cornisa norteafricana y que la conformación social canaria está configurada por una diversidad de orígenes, desde los asentamientos diversos de pueblos de esa vieja Europa, junto a esa población esclava resultante de las cabalgadas africanas, además, de otras comunidades orientales y la presencia significativa de “Nuestra América”. Tampoco deberían olvidar que el caciquismo canario, el de ayer y el de hoy, en connivencia con el sistema económico dominante en cada época histórica, condenó al destierro migratorio durante estos últimos cinco siglos a un contingente inmenso de isleños hacia América Latina y también hacia las viejas colonias españolas en África. De modo, que en los canarios actuales corren por sus venas sangre de migrantes. Resulta obvio, que no se puede pedir nada, a quien nada tiene.
José Manuel Castellano Gil
Cuenca (Ecuador), septiembre 2020


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