martes, 1 de septiembre de 2020

Epílogo al libro Crónicas desde Ecuador

Wilson Zapata Bustamante
DIRECTOR DE ECUADOR UNIVERSITARIO

José Manuel Castellano me pidió que escribiese un epílogo para su libro “Crónicas desde Ecuador”, prologado por Manuel Ferrer Muñoz. Un proyecto de esos “de gestación larga”, que empezó siendo una cosa y, tras mucha evolución, terminó por ser otra completamente distinta, mucho más ambiciosa en su planteamiento, y que me gustó mucho más cuando la vi que el proyecto original. Para nada un libro que se dedique a dar vueltas sobre un caso concreto, sino mucho más. Varios casos bien destilados, bien contados y muy bien hilados analíticamente para intentar aproximarse a entender muchas cosas en la comunicación de la era digital.
José Manuel Castellano Gil, maestro de la cátedra y en la vida, penetra en lo más profundo del alma humana en su libro “CRÓNICAS DESDE ECUADOR”. Allí encontramos reflexiones de vida, sobre la educación, principios y sentimientos, metas para el ser humano, en suma, palabras que calan hondo, que nos llevan a meditar sobre nuestra responsabilidad, sin la contaminación de la desesperanza, las vanidades y lo superfluo. “El día que deje de aprender de mis alumnos y de creer en ellos sentiré una inmensa vergüenza profesional y una traición a mi compromiso social", afirma en la introducción de este libro.
En Crónicas desde Ecuador encontramos crónicas de inter-culturalidad; de Epistemología Andina; sobre los problemas de la universidad ecuatoriana; reflexiones sobre un posible nuevo orden internacional; análisis sobre la educación superior en tiempos de COVID-19; defensa de la Libertad de Expresión; sobre Canarias (España) y Ecuador; temas contra la corrupción y, acerca de la relación de las ciudades de Cuenca y La Laguna.
Los textos de Crónicas desde Ecuador son temas independientes pero tienen un hilo conductor: los valores existenciales, el compromiso que tenemos todos como individuos, como ecuatorianos y como seres responsables en la creación de un mundo más solidario y justo.
José Manuel Castellano es el Maestro que puede expresar una idea social valiosa y compleja con tan vigorosa sencillez artística que llegue al corazón de miles de jóvenes y a ciudadanos vinculados con la educación y la cultura. Su propuesta es: educar y no instruir.
Los libros han sido siempre una hermosa lección de dignidad y de arte, con la cual ha nutrido su ánimo, su inteligencia y su sensibilidad desde la infancia. Como los libros, en nuestro Ecuador son carísimos, casi un lujo, fundó la Editorial Centro de Estudios Sociales de América Latina, para ofrecer a sus alumnos y a todos los ecuatorianos libros gratuitos y de calidad. “Crónicas desde Ecuador” precisamente forma parte de esa gran colección que se inició en 2018 desde la ciudad de Cuenca.
Por fortuna, siempre tiene presente la función social del MAESTRO (sí, con mayúscula) y del libro. Escribe sus crónicas y responde en las entrevistas y discursos con el oído puesto sobre las palpitaciones de la angustia ecuatoriana y del mundo.
La incompetencia de varias autoridades educativas y de algunos maestros es, ciertamente, en nuestro medio, una de las causas de descrédito del sistema educativo, pero no la única; las más poderosas obedecen a defectos capitales de este mismo sistema, y para realizar en nuestras escuelas el ideal de perfectibilidad deseada, es necesario llevar la virtud del remedio a todo el organismo dañado. Desde su cátedra en la Universidad Nacional de Educación -UNAE- trabaja para formar buenos maestros y un mejor sistema educativo. Eso lo palpamos en Crónicas desde Ecuador.
En el trabajo de José Manuel no existen secretos: solo buenas ideas, trabajo duro y perseverancia ¡Es un extraordinario gestor y promotor cultural! Como buen ciudadano del mundo coloca el bien del Ecuador y de su natal Canarias por encima de sus intereses personales.
Albert Eistein, el astrofísico más famoso del mundo escribió en 1922: “Una vida tranquila y modesta aporta más felicidad que la búsqueda de éxito que implica alguna agitación permanente”.
Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma, como decía Julio Cortázar; y es que con todo lo amplio y maravilloso que es el diccionario hay emociones y sentimientos que no pueden describir lo que pasa y lo que estamos viviendo con Crónicas desde Ecuador
Si el lector de ayer o de ahora se toma la molestia de entreabrir estas páginas, leerlas o volverlas a leer, quedará suficientemente compensada la tarea de haberlas escrito en otro tiempo y ofrecerlas ahora en forma de volumen.
Todo escritor hace aflorar el mundo que lleva dentro. En el caso del doctor José Manuel Castellano Gil creo que hay tres componentes o líneas de fuerza: el amor por la juventud, el amor y la pasión por la educación y la cultura y el amor por la justicia social. Si mezclamos los tres ingredientes sale un libro del tipo de Crónicas desde Ecuador.
José Manuel Castellano Gil jamás pierde la fe en los demás, ni en sí mismo y, por ello, pone sus conocimientos y su conciencia al servicio de la dignificación del hombre. Es el maestro que deja a sus alumnos un digno ejemplo de responsabilidad del escritor ante el porvenir. Está siempre entre los que no pierden la fe en la vida y el hombre.
El autor de CRÓNICAS DESDE ECUADOR y de otras obras guiadoras de gran parte del pensamiento intelectual de los jóvenes del Austro ecuatoriano y de las Islas Canarias (España) mantiene encendido su fuego creador y su hermosa postura de luchador contra las injusticias. Pero hay un hecho sobresaliente. Como los griegos de la antigüedad, en este libro que hoy se presenta, el doctor José Manuel Castellano Gil es consciente que nada de lo esencial de nuestra condición va a salvarse en el esqueleto de las computadoras o en las ruinas de nuestras torres de acero, sino en esas menospreciadas y, a veces, demasiadas abundantes palabras escritas que vamos dejando en libros, revistas y periódicos.
Para nosotros, aunque parezcamos ignorarlo, como para los griegos, es la única forma de inmortalidad a la que podemos alcanzar. Aquellas palabras que se dijeron en los anfiteatros griegos, que se escribieron en pieles y papiros, amenazados del agua, del fuego y de los insectos, eran la única forma de sobrevivencia humana. Los griegos están vivos, porque nos hablan. Casi ninguno de los bárbaros tuvo esa dicha. Murieron con sus lenguas no escritas y con su ausencia de monumentos literarios.
Si no tuviéramos sino a Esquilo, nos bastaría para sentirnos cerca de los griegos. Pero tenemos además, afortunadamente, el inagotable tesoro de lo que se ha salvado de esa prodigiosa literatura de la que, en una u otra forma, proviene casi todo lo que tenemos y conocemos en el arte de la palabra en Occidente.
Ningún monumento de piedra podrá decirnos nunca lo que, por ejemplo, nos dice el PROMETEO de ESQUILO, en el que podemos sentir, con una emoción que nos hermana con los viejos atenienses, la grandeza de la condición humana.
Como destacado intelectual que es, el maestro, el escritor e historiador José Manuel Castellano Gil entiende a la cultura como todo lo que da un valor o una orientación a nuestros pensamientos, nuestros actos, nuestra creatividad: la cultura impregna nuestra vida interior (sobre todo nuestra vida meditativa), nuestra vida social (sobre todo nuestras formas de relaciones con los demás) y nuestra vida productiva (sobre todo nuestros procesos relativos a la toma de decisiones). Es lo que nos permite comprender el mundo, integrarnos en el mismo y hacerlo evolucionar.

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