Gracias, Sr. Rector de la Universidad Católica de Cuenca,
Dr. Enrique Pozo por su asistencia, al igual que a las diferentes autoridades
académicas y culturales presentes, como al Vicerrector de investigación de la
UNAE, Dr. José Ignacio Herrera, a la Sra. Decana de la Facultad de Educación, Artes
y Humanidades de la U. Católica de Cuenca, Dra.
Priscila Ávila, y al Presidente de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del
Cañar, el Dr. Edgar Palomeque, estimados colegas, alumnos y especialmente a los
doctores Manuel Ferrer y Wilson Zapata por la excelente predisposición de ambos
en recoger la propuesta de elaborar el prólogo y epílogo a este libro, que me
honran. Al tiempo quiero manifestar al Dr. Wilson Zapata mis profundas
condolencias y enviarle un fraternal abrazo.
Seré muy breve,
aunque seguro que mis alumnos no se lo van a creer. Sólo quiero compartir una
idea con Ustedes. Me van a disculpar, pero el impacto recibido por las palabras
que me han regalado esta noche me ha dejado sin posibilidad de reacción, y tan
sólo quiero mostrar mi gratitud inmensa, aunque considero, y no es falsa
modestia, que tampoco es para tanto, porque muchos de ustedes son verdaderos modelos
a seguir.
Simplemente respondo
y actúo no por mí, sino por el peso, por la influencia y por la enseñanza que
he recibido de mi familia, de mis amigos, de mis admirados maestros, de mis apreciados
colegas, de mi mujer que es fundamental en mi vida, de mis queridos alumnos e
incluso de aquellos, que muy acertadamente, se consideran mis enemigos.
De todos aprendo y
sigo aprendiendo, gracias de corazón a todos, porque yo no soy yo, soy una suma
de muchos, que me ha permitido crecer y simplemente este modesto compromiso socioprofesional
es una pequeña devolución a esas enseñanzas. Gracias, muchas gracias por
siempre.
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