lunes, 14 de diciembre de 2020

ADVERTENCIA

 CATALINA SOJOS

Para leer este libro debemos bajar las armas y con la palabra desnuda cruzar  cada página y su fuego cruzado; avanzar en la vanguardia de una línea y danzar con su autor este jazz y su cadencia. Así asistimos al texto, su semioscuridad que nos arrastra desde el inicio; y es que las voces se suceden empalagosas, decadentes, sudorosas con esa irresistible ironía del teclado, el saxo y el sexo que llega desde siempre.

La metáfora y el erotismo en un juego casi salvaje, en el que se confunden los dientes blancos del piano y el algodón de la negritud. La pareja que nos recuerda la danza de pinceles de Chagall y los bajos fondos de un contrabajo. Cada episodio es un lienzo abierto, una herida, un golpe. Definitivamente Iván Petroff Rojas ha logrado con este Fuego Cruzado una obra que nos maravilla. Su esencia y su acervo intelectual, el intertexto que logra entre la ficción y la realidad, la historia y lo poético imaginado es único.

Doce textos que aceleran el pulso y convierten a la poesía en marimba, carrizo de Suscal o blues de aparecidos. Prosa poética de excelencia pero, más allá de la forma, un fondo que sugiere, entre timbales, un tratamiento impecable del lenguaje. Trabajo tenaz, minucioso, investigación profunda, calas en la esclavitud, la pobreza, la miseria, repleta de música como origen y bandera. Así como se saborea un buen vino, aparece Arthur Blake, una trompeta de plata en la tumba de Tutankamon, y la elegía a las tres mujeres rotundamente negras por magas, por su voz, por su leyenda. Billie Holiday y su ácido que llega en oleadas hasta estos días, Ella Fitzerald tan indefensa como un gatito en un árbol entre la nube y el metal de su voz y Nina Simone y su corazón en llamas con la voz grave poblada de la violencia de los galeones de la esclavitud. Una voz que rompía cadenas y que se retorcía en sí misma. Petroff, logra con sus cuentos cortos, poesía de la mejor y que la lectura resulte un festín para aquellos que amamos la literatura.

Y de pronto el texto desaparece; la lectura obliga al lector a cruzar el fuego de la página y seguir hasta la última con la conciencia de no haber llegado a la primera.  Así de apasionado este relato que bautiza a su autor con su propia voz. Liberado este Fuego Cruzado, muere abruptamente y nos deja con el ansia de que la memoria nos obligue al disfrute, una y otra vez. Que el olvido no edite ni uno sólo de los párrafos, que la relectura aporte nuevos prismas a la poesía, el arte, la historia, el jazz y su cadencia.

En esta época pandémica de inframundos en todos los planos de estética, ética y arte ¡qué delicia ha significado leer esta última obra de Iván Petroff Rojas! aquí hemos encontrado, más allá de lo anteriormente citado, una luz de esperanza, puesto que el escriba con su oficio nos ha obligado a seguir su huella, en medio de la tormenta.

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