Miro al mundo desde la ventana de mi isla. Foto: JMCaste. |
Mi Archipiélago no es mío,
no
es de nadie, es de todos,
es
un mosaico de mundos, continentes e islas,
arcoíris
de etnias, pueblos y culturas,
africanas,
europeas, americanas y asiáticas.
Inmigrantes
norteafricanos,
originarios
pobladores de Canarias,
arribaron
tras surcar un mar de incertidumbre.
Hoy,
sin embargo, siguen llegando en sepulcrales cayucos,
unos
construyendo necrópolis marinas,
otros
agasajados, en isla firme, con desprecio y marginación,
amarga
canariada, cruel isleñada.
Ayer,
muchos canarios abandonaron su terruño insular
soñando
con el Sahara Occidental,
con
nuestra América,
con
la España peninsular y la vieja Europa.
Hoy,
todavía continúan llegando
en
pájaros mecánicos o en naves cibernéticas,
huestes
conquistadoras de cuello blanco
que
siguen saqueando mis islas.
Este
es el Archipiélago de mi pesar,
parcos
peñascos aislados y localistas,
ombliguistas
y deshumanizados,
que
se creen centro del mundo
Mi
Archipiélago, surgido desde profundidades oceánicas,
emergido
en espacio de vida para todos,
es
el mundo
y
el mundo es mi Archipiélago.
No
quiero un Archipiélago enjaulado en inerte lava,
encadenado
por la mar, la piedra y la arena.
No
quiero un Archipiélago dormido,
ni
adocenado, ni amenazado.
No
quiero un Archipiélago de odio,
ni
de guerra, ni de engaños.
Sueño
con un Archipiélago abierto,
como
el firmamento,
con
amplios horizontes de esperanza,
donde
los sueños son cultivados y florecen.
Sueño
con un Archipiélago sin fronteras,
sin
barreras ni perjuicios,
libre
y para todos.
¡Un Archipiélago de Paz, Solidario y de Justicia Social!
Bienaventurado.
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