Margarita africana, la grandeza de un simple detalle de mi jardín libertario. Foto: JMCaste. |
“El mundo se está convirtiendo en una caverna igual que la de Platón: todos mirando imágenes y creyendo que son la realidad”. José Saramago
Mi vida juvenil
universitaria me abrió las puertas en la búsqueda y participación en
organizaciones políticas, que planteaban ideas de transformación social. Por su
parte, la Academia me encaminó hacia el campo científico.
Después de recorrer un
largo trecho, llegué a comprender que viví y participé en un mundo de crueles
engaños políticos, sociales y académicos; de puros intereses individualistas de
mediocridad y vulgaridad pasmosa; de una sociedad conformada por puros
vividores engreídos, de falsas apariencias, de ambiciones desmedidas; de virtuosos
tramposos; de esclavos que hablan por la boca de su dueño; de sucios trapicheos;
de intestinas luchas fratricidas entre supuestos compañeros de viaje; de extrañas
connivencias y mugrientos apaños con el enemigo; de cupos de poder repartidos
entre la servidumbre, casta de inútiles borreguiles…
Desde hace ya unas
cuantas décadas he intentado, y sigo intentándolo todavía hoy, caminar por
senderos libertarios, libre de obediencias, en busca de mi libertad individual y
de pensamiento. Desde luego, no ha sido un camino
sencillo, sino una travesía llena de tempestades violentas y agresivas, que he intentado
sortear sin temor, sin caer en las propuestas de esos faranduleros
institucionalistas, armado tan solo de una fortaleza inquebrantable y, sobre
todo, llevando la dignidad como estandarte.
Tiempo atrás, en el
ámbito académico, solté el lastre institucional, la participación en congresos,
simposios, conferencias y talleres, reduje, también, mis publicaciones en
revistas científicas, plaza de mercaderes que explotan el trabajo ajeno, en
concordancia a los propios centros universitarios que minusvaloran, desprecian
y castigan a sus propios investigadores.
En este momento de mi
vida, dejo atrás y rompo definitivamente el último cordón umbilical que me
ataba a mantener silencio público y a dedicar la totalidad de mi tiempo con
entera libertad, a mi felicidad, un compromiso conmigo mismo, que es punto de
conexión directo con una más activa, si cabe, responsabilidad social.
PD. Cómo duele el alma
ver a una juventud universitaria que se deja catequizar y se autodoctrina en
lazos de vasallaje por simple acomodo. Esa es la verdadera escuela de los
mediocres del mañana.
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